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La Opinión

Donald Trump se vende como el salvador de los estadounidenses ante el Covid-19

La tasa de aprobación del presidente de Estados Unidos, Donald Trump subió a 49 por ciento en plena emergencia sanitaria por la pandemia del Covid-19

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Jacques Coste

Con las elecciones primarias en Estados Unidos pospuestas hasta junio en múltiples estados, en este momento, el tema principal de la agenda electoral estadounidense es la respuesta del gobierno de Donald Trump ante la emergencia sanitaria del coronavirus (Covid-19) y la inminente crisis económica, y en segundo plano, el posicionamiento de Joe Biden, como candidato demócrata de facto. 

En cuanto a la respuesta de Donald Trump, pese a que ésta ha sido errática, pareciera que la ciudadanía está respondiendo positivamente al cambio de tono de su discurso respecto a la pandemia de Covid-19.

Hace apenas unos días, el presidente minimizaba al Covid-19 al catalogarla  como una “simple gripa” y se mostraba reacio a implementar medidas de distanciamiento social, pues no quería dañar la economía.

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Donald Trump consideraba que “el remedio” iba  a ser “peor que la enfermedad (Covid-19)”. Además, aprovechaba la coyuntura para culpar a China del brote del virus y daba rienda suelta a las teorías conspirativas sobre el origen de la enfermedad. 

A partir de la semana pasada, el mandatario cambió su postura frente al Covid-19. Además del histórico paquete económico de mitigación de los efectos del virus sobre la economía estadounidense, equivalente a dos billones de dólares, Donald Trump cambió su discurso respecto al Covid-19 y comenzó a otorgarle la seriedad que merece. 

En este viraje discursivo, no estuvieron ausentes las características mentiras y medias verdades que el presidente republicano emite constantemente. Por ejemplo, la semana pasada, declaró que “Yo siempre supe que esto era real, que era una pandemia. Presentí que era una pandemia mucho antes de que la llamaran pandemia. Siempre la vi como algo muy serio”. 

Sin embargo, también han estado presentes intervenciones retóricas y acciones de política pública adecuadas para el enfrentamiento de la pandemia, como, por ejemplo, el mencionado plan económico, el endurecimiento de las medidas de distanciamiento social hasta el 30 de abril o la activación de una ley creada durante la Guerra de Corea que permite al gobierno federal ordenar a ciertas fábricas la producción de determinados bienes necesarios para enfrentar una crisis. Con fundamento en esta ley, la Casa Blanca ordenó a General Motors que produjera los ventiladores que los hospitales requieren para tratar a los pacientes de Covid-19.

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Este cambio de posición de Trump entregó réditos al actual mandatario en términos de popularidad. Su tasa de aprobación subió a 49 por ciento, lo que representa un incremento de cinco puntos porcentuales desde que se conoció el primer caso de Covid-19 en Estados Unidos hasta el día de hoy. 

Pareciera que Donald Trump tiene el poder mágico de decirse y desdecirse sin consecuencia alguna. Si ayer llamaba al Covid-19 “la gripe china” o “una simple gripa”, hoy puede decir con toda seguridad que ya sabía que era una pandemia y que nadie la tomó más en serio que él. Por ilógico que parezca, muchos electores le creen. 

Sin embargo, Simon Tisdall, analista del diario The Guardian, opina que la estrategia que Donald Trump siguió para reposicionarse como el líder que sacaría al país de la crisis es arriesgada y que, en último término, acabará por reducir sus posibilidades de reelección. Esto se debe a que, ahora, los ciudadanos estadounidenses asociarán los efectos del virus al actuar de Trump. 

El cálculo del propio gobierno estadounidense es que el Covid-19 puede dejar un saldo de entre 100 mil y 240 mil muertos en la Unión Americana. Además, el impacto económico será devastador. Así, es probable que Estados Unidos llegue a las elecciones de noviembre en plena crisis económica y con los cientos de miles de muertos por coronavirus frescos en la memoria de los votantes. Esto, aunado a que la campaña de Biden y diversos medios de comunicación han criticado duramente la tardanza de la Casa Blanca en combatir la pandemia, puede golpear electoralmente a Trump. 

Pero también hay analistas que opinan todo lo contrario: Trump saldrá fortalecido de esta crisis, permanecerá en la Casa Blanca otros cuatro años y sus visiones nacionalistas, proteccionistas y antiglobalización triunfarán en Estados Unidos y alrededor del mundo.

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Para evitar que esto ocurra, Joe Biden está centrando su campaña en señalar las contradicciones de Trump en cuanto a la poca seriedad que le brindó a la pandemia en un principío y la gran importancia que le confiere ahora, así como entre el discurso simplista inicial y la retórica alarmista actual. 

En la misma línea, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, quien también pertenece al Partido Demócrata, ha criticado severamente a Donald Trump por no actuar a tiempo y no implementar las medidas de distanciamiento social desde que el brote de Covid-19 empezó a propagarse en Estados Unidos. 

Nueva York es el estado de la Unión Americana más afectado por la pandemia con aproximadamente 76 mil casos confirmados de Covid-19. En los últimos días, el gobernador Cuomo ha emitido mensajes claros a sus ciudadanos y ha implementando medidas estrictas para combatir al virus. Esto ha fortalecido su posición mediática y ha despertado la simpatía de muchos ciudadanos lo largo de todo el territorio estadounidense.

Se ha empezado a especular en torno a la posibilidad de que Cuomo ingrese a la carrera presidencial demócrata y busque ser el abanderado de ese partido para enfrentar a Trump en noviembre. También se propone la posibilidad de que el gobernador neoyorquino brinde su apoyo electoral a Biden y contribuya a su campaña desde su trinchera estatal, para fortalecer la coehsión del Partido Demócrata rumbo a las elecciones. 

Así las cosas, por el momento, el actor protagónico de la campaña electoral estadounidense no es ni Donald Trump, ni Joe Biden, ni Bernie Sanders, ni Andrew Cuomo; es el Covid-19, acompañado por su pareja inseparable: la incertidumbre.

Por Jacques Coste 

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