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Sarita Cosío, la joven que hundió a Rafael Caro Quintero

Fue una figura clave en la detención, identificación y en la primera etapa del proceso penal en contra de Caro Quintero.

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Sarita Cosío, la joven que hundió a Rafael Caro Quintero

Que al tener a la vista a Rafael Caro Quintero, lo reconoce e identifica plenamente como la misma persona a la que se ha estado refiriendo en el cuerpo de esta declaración”. Con estas palabras, Sara Cristina Cosío Vidaurri Martínez, hunde jurídicamente al capo por cuarta ocasión en menos de una semana.

La hija de Octavio César Cosío Vidaurri, secretario de Educación de Jalisco en el gobierno de Enrique Álvarez Castillo (1983-1988) y sobrina del gobernador de Jalisco de 1989 a 1992, Guillermo Cosío Vidaurri, fue una figura clave en la detención, identificación y en la primera etapa del proceso penal en contra de Caro Quintero, de acuerdo con el expediente 82/1985 del proceso penal por el caso Kiki Camarena.

Lee: El Campamento: Epicentro de la tortura y asesinato de Enrique “Kiki” Camarena

Sarita, como la conocían, de 18 años, viajó a Costa Rica con el narcotraficante y un grupo de pistoleros y amigos del Narco de Narcos el 17 de marzo de 1985, luego del secuestro y asesinato del agente antinarcóticos de Estados Unidos, Enrique Camarena Salazar, y del piloto aviador de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), Alfredo Zavala Avelar.

El primer momento que marca el futuro inmediato de Caro Quintero se da el 3 de abril de 1985. Sara Cosío realiza una llamada telefónica a sus familiares en Guadalajara desde la Quinta California, en la ciudad de San José, Costa Rica, para avisarles que está bien. La comunicación es interceptada por agentes de la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) y de la Interpol.

A las pocas horas, en el amanecer del 4 de abril, agentes especiales de la policía costarricense, acompañados por elementos de la DEA y de la Interpol, realizan un operativo en la residencia donde se esconde el narcotraficante mexicano. Ahí se presenta el segundo momento en el que Sarita hunde a Caro Quintero.

Uno de los agentes que encabeza el operativo entra a la habitación principal, donde duermen el capo y Sara Cosío. El hombre le pregunta al narcotraficante su nombre. “Marco Antonio Ríos Valenzuela”, responde el Narco de Narcos. El agente se dirige a Sarita y le pregunta cuál es el nombre de la persona que está a su lado: “Rafael Caro Quintero”, contesta ella.

En el vuelo especial del Aeropuerto Internacional de San José, Costa Rica, al Aeropuerto de Internacional de la Ciudad de México, en el avión con matrícula XC-PGR, el 5 de abril de 1985, según el Tomo IV del expediente, Sara Cosío le propina el tercer puntillazo al jefe de Los Mañosos, organización criminal que años más tarde fue denominada por la DEA como Cártel de Guadalajara.

En su primera declaración, Sarita relata: “Que cuando fue secuestrada el 20 de diciembre de 1984 fue trasladada a bordo de una avioneta hasta Ciudad Obregón, Sonora, trasladándose a una casa que se encuentra ubicada en la calle de Allende (…). Que el día 7 de marzo del presente año (1985), cuando viajaba en compañía de su mamá y su hermano, fueron interceptados por aproximadamente 15 individuos armados que viajaban a bordo de dos vehículos Ford Grand Marquis, siendo subida a uno de ellos y trasladada a la ciudad de Culiacán (Sinaloa)”.

La joven, perteneciente a una de las familias más poderosas de Jalisco, declaró que conoció a Caro Quintero en “un restaurante de su propiedad llamado Isao, en la calle Arcos de la colonia Jardines del Bosque, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, y sabe que tiene un rancho en Badiraguato, Sinaloa”.

Sarita también narró en esa declaración que Caro Quintero le contó que se dedicaba al negocio de venta, siembra, cosecha, cultivo, tráfico y transportación de marihuana y también le dijo que él era el dueño de “los plantíos que fueron localizados en la población de Búfalo en el estado de Chihuahua y que con ello había perdido muchos millones de dólares”.

Para rematar, Sara Cosío mencionó que el capo le comentó que “a raíz del secuestro y asesinato de un agente del DEA (sic), quería salir del país sin decirle a dónde ya que en México se sentía acorralado”.

El Narco de Narcos, en cambio, difirió con Sarita en el lugar donde se conocieron, los dos supuestos secuestros, así como el lugar a donde la llevó en el primer rapto, en diciembre de 1984. 

En su primera declaración ante agentes de la Policía Judicial Federal (PJF) y de la Interpol, tras su captura en Costa Rica, el capo aseguró que “tiene como dos años que conoció a Sara Cosío” y que se conocieron en el Banco Comermex.

“Con Sara Cosío inició tratos de amistad y salieron a bailar y a comer, se enamoraron y así fue que se la robó en diciembre del año pasado, llevándosela al Rancho La Herradura (en Guadalajara), y que como a los diez días la regresó para que pasara la navidad en su casa y quedaron de casarse”, narró Caro Quintero en dicha declaración, según el Tomo IV del expediente.

El narcotraficante relató que “la última vez que se volvieron a juntar convinieron cómo iría por ella y fue el motivo por el que su hermano Miguel Ángel (Caro Quintero, conocido como El señor de la droga) fue comisionado para recogerla con tres de sus ayudantes”.

Para el 11 de abril de 1985, el Juez Primero de Distrito en Materia Penal en el Distrito Federal, Pedro Elías Soto Lara, dictó auto de formal prisión a Rafael Caro Quintero

Horas antes, Sarita ratifica en su declaración que “identifica plenamente” a Caro Quintero de ser el responsable de los delitos que narró en su testimonio. El juez decreta “auto de libertad” para Sara Cosío por los presuntos delitos de “encubrimiento” y “asociación delictuosa”.

El grupo mexicano El Tri, lanzó en 1988 el álbum Otra tocada más, en donde incluía una canción que hacía referencia al romance entre Sara y Caro Quintero. El nombre de la canción era Sara.

Sara
Gritaba Caro Quintero
Sara
Ay, Sara, como te quiero

Aunque tu familia
No lo quiera creer
Diles a todos que mi amor por ti es sincero

Y aunque ahorita esté hasta atrás
Nomás que salga
Nos fumamos un kilo entero
Ay, Sara, como te quiero

Sara (Sara, Sara, Sara-ra-ra-ra)
(Sara, Sara, Sara-ra-ra-ra)
Gritaba Caro Quintero (Sara, Sara, Sara-ra-ra-ra)
(Sara, Sara, Sara-ra-ra-ra)
Sara (Sara, Sara, Sara-ra-ra-ra)
(Sara, Sara, Sara-ra-ra-ra)
Gritaba Caro Quintero (Sara, Sara, Sara-ra-ra-ra)
(Sara, Sara, Sara-ra-ra-ra)…

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Las argucias de Don Neto

Los abogados de Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, habían intentado todas las vías jurídicas para liberar a sus clientes. Argumentaron tortura tras su detención, tratos inhumanos, incomunicación, delitos fabricados, delitos del fuero común que deberían ser juzgados en Jalisco, y no del fuero federal, que estaban siendo procesados en el Distrito Federal.

Ya había transcurrido un año y medio desde sus respectivas capturas y estaban presos en el Reclusorio Norte de la capital del país. El 1 de octubre de 1987, Francisco Alatorre Uróstegüi, quien encabezaba la defensa de los narcotraficantes, sorprendió a todos con un exhorto para el desahogo de una prueba para liberar a Don Neto.

El abogado argumentó que, desde finales de 1984 y hasta el 9 de febrero de 1985, en los días de la planeación, secuestro y asesinato de Enrique Camarena y Zavala Avelar, el inculpado había sido tratado médicamente y luego operado de hemorroides en la Clínica Obregón de Guadalajara.

En la declaración, donde uno de los procesados afirma que no estuvo presente en el lugar de los hechos, señala que “desde diciembre de 1984 (Ernesto Fonseca) padeció de dolores a causa de hemorroides, razón por la que estuvo hospitalizado desde esa fecha hasta finales de febrero de 1985, debido a que fue intervenido quirúrgicamente”. 

Con ello, la defensa pretendió sostener que entre el 7 y 8 de febrero de 1985, días en que fue secuestrado, torturado y asesinado Enrique Kiki Camarena, Don Neto estaba convaleciente de su operación. 

En una primera instancia, en su declaración preparatoria, Fonseca Carrillo no dijo nada sobre haber estado hospitalizado los días 7 y 8 de febrero, sólo se limitó a decir que estaba “muy cansado y enfermo”. En esa declaración negó los delitos que se le imputaron.

Ya en la ampliación de su declaración respondió preguntas formuladas por su defensor, en las que ratificó la versión de que en los primeros días de febrero de 1985 estuvo internado en la Clínica Obregón. Para comprobar su versión ofreció pruebas testimoniales y documentales de los médicos que supuestamente lo atendieron, así como de la clínica, las cuales fueron admitidas y desahogadas.

A raíz de la declaración y por denuncia de la representación social, el 21 de octubre de 1986, el Ministerio Público Federal Investigador inició la integración de la averiguación previa por los delitos de “falsificación de documentos y falsedad de declaraciones judiciales”.

En el Tomo XVII del expediente sobre este caso, la defensa solicitó una prueba pericial médica con dos proctólogos para el desahogo de las supuestas evidencias que estaban presentando a través de documentos médicos

Luego de que el Ministerio Público realizó las diligencias, el juez Primero de Distrito determinó que se habían falsificado documentos y declaraciones, por lo que también resolvió el ejercicio de la acción penal en contra del dueño de la Clínica Obregón, un doctor de apellido Iberri.  

Sueños de fuga

El 5 de octubre de 1987, los abogados de Caro Quintero y Fonseca Carrillo interpusieron una “demanda de garantías” en contra de distintas instancias judiciales, entre ellas la PGR, el Gobierno del Distrito Federal y el director general de Reclusorios, por la incomunicación en la que se encontraban sus clientes, además de “tortura”, “malos tratos” y “falta de alimentación”.

La defensa de los narcotraficantes afirmaba en el recurso que los capos y otros integrantes que pertenecían a esa organización delictiva se encontraban incomunicados en las celdas 10 y 10 bis del Reclusorio Norte, pero además que esa medida se tomó porque querían ser trasladados a “los separos de la PGR o a los separos de la Interpol”.

De acuerdo con el Tomo XX del expediente sobre el caso, los abogados argumentaron que otra de las justificaciones de las autoridades judiciales y penitenciaras para mantener esa incomunicación de los inculpados era porque existía la versión de un supuesto plan de fuga del Reclusorio Norte.

Debido a diversas publicaciones que se hicieron en los periódicos de esta ciudad capital, entre los que podemos destacar el diario Unomásuno y Ovaciones, ambos de fecha 3 de octubre de 1987, en el sentido de que Rafael Caro Quintero se iba a fugar del Reclusorio Norte, para lo cual había hecho un túnel, y que el intento había sido frustrado por elementos de la Policía Judicial Federal, nos dirigimos el día de hoy (4 de octubre de 1987) a las instalaciones del Reclusorio Norte”.

Uno de los abogados que logró acceder a las celdas de los inculpados, Efraín García Ramírez, les comentó a los miembros de la banda delictiva presos que estaba corriendo la noticia de que Caro Quintero se iba a fugar por un túnel de ese penal.

“Nuestros defensos (sic) le manifestaron al licenciado que no sabían nada de esa noticia, que hasta el momento se estaban enterando de que los culpaban de que eran los autores del supuesto túnel que se estaba construyendo, cosa que ellos negaron rotundamente, ya que no tienen nada que ver con esas construcciones y mucho menos con el supuesto intento de fuga que les imputan”.

Con información de Rivelino Rueda, Juan Luis Ramos, Karla Mora y Alejandro Suárez; Gráficos: Daniel Rey e Israel Romero | Extra | El Sol de México

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