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Inclasificables

El coco es el fruto tropical desaprovechado en Michoacán

Los jornaleros no cuentan son seguridad social, pero aseguran que no lo necesitan

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MORELIA, Michoacán. Las huertas de coco en Solera del Agua se extienden hasta acariciar la playa, donde en medio de las palmeras de 20 metros de altura, donde los productores cortan diario dos hasta dos mil piezas cada uno al día.

No obstante, Julio Solorio, dueño de la empresa Cocos Solorio, afirma que la falta de apoyo por parte de las autoridades complica entre otras cosas, la exportación del “oro blanco”.

Las huertas se ubican a siete kilómetros de El Habillal, una localidad cercana al puerto de Lázaro Cárdenas. Solera de Agua cuenta con una población de 300 personas aproximadamente, de las cuales 148 son hombres y 147 mujeres.

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Julio Solorio, que comenzó con la venta de agua de coco en los semáforos hace 14 años, cuando tenía 18, asegura que cuenta con 56 empleados y que es la única productora que se dedica desde hace una década a la exportación hacia San Luis Potosí, Los Ángeles y McAllen en Estados Unidos.

La importancia de esta actividad, en lo personal, es que genero bastante empleo, tengo varias familias que dependen de mí. En un día cortan 2 mil cocos cada uno y yo mando alrededor de 56 mil y 60 mil cocos por semana a esas ciudades (…) pero todavía no veo ganancias porque no tengo apoyo de ningún gobierno, ellos están enfocados en el limón y el aguacate.

El Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) arroja que en Michoacán, Lázaro Cárdenas es el único municipio con producción de coco; en 2022 se registraron 3 mil 125 hectáreas sembradas y cosechadas, con una producción de 36 mil 623.23 toneladas, lo que generó un valor de 104 mil 211 pesos.

Son casi las tres de la tarde. Los jimadores de coco están por terminar su jornada laboral. Cortan con la mayor concentración posible para evitar accidentes, pues los racimos envueltos en su cáscara verde caen uno a uno a un costado de sus hombros.

Utilizan un otate (cuchilla) atada a varas largas y delgadas que se empatan con ligas de cámara de llanta de tráiler y que a simple vista parecen ligeras, pero solo ellos pueden mover de una palmera a otra.

Cumplen un horario de 7:00 horas a 16:00 horas. Ramiro, el encargado recibe mil pesos diarios y los demás trabajadores 900 pesos. Los novatos o adolescentes que abandonan la escuela, cobran 500 pesos todas las tardes antes de abandonar la cuadrilla.

Existen dos formas de corte: riata y cuchara, pero Julio afirma que la primera dejó de hacerla cuando un joven de 17 años se subió una tarde a la palmera y por estar desconcentrado se cayó y murió. En los últimos 10 años ha sido el único fallecido.

Julio es cuestionado por este medio sobre la seguridad social. Guarda silencio por un par de segundos y espeta que el mayor miedo en las rancherías es el Servicio de Administración Tributaria (SAT) ya que nadie quiere pagar un contador, ni tener en regla los procedimientos.

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Están acostumbrados a la vida de antes, saliendo de la huerta se les paga, apenas estoy viendo lo del seguro, una vez lo quisimos hacer pero no quieren.

El problema, a decir de Julio, es que al darse de alta en el SAT, la paga de los trabajadores disminuiría y los jimadores de coco no están dispuestos a eso. Moreno, Ramiro y el Tlacuache, algunos de los jornaleros asienten, mientras su patrón dice que no lo ocupan, pues asegura que ante cualquier accidente nunca los deja solos.

La competencia

Julio Solorio no es dueño de ninguna hectárea, pero a los propietarios de las huertas les compra el producto. Poco a poco se ha hecho de una línea de camiones, pero subraya que hasta el momento no tiene beneficios personales, pues está enfocado en hacer crecer su negocio.

Asimismo, relata que se “ha topado con puro lobo de mar, puro político que quiere velar por sus propios intereses, pero a mí nadie me ha dado nada y no voy a perder el prestigio”.

Agrega que la principal competencia de producción y exportación es Guerrero por la cantidad de cocos que producen y que envían a Guadalajara para exportarlo.

Sin embargo, el Estado de México y Puebla han sabido aprovechar este fruto sobre todo para la elaboración de dulces, aunque también se utiliza para hacer leche, aceites, shampoo y cremas.

Finalmente, lamenta tener un puerto cerca y no poder enviar los cocos a otros países, como Dubái, de donde también ha recibido ofertas. La falta de cámaras de refrigeración e imprentas para el embalaje siguen limitando la actividad productiva.

El calor no cesa, pero la jornada termina. Moreno, Ramiro y El Tlacuache van a descansar, pues mañana será un nuevo día.

Gabriela Serralde | El Sol de Morelia

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