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Querétaro

Atender el crecimiento de la demanda es una enorme presión para la Universidad de Querétaro: Mariano Palacios

Recuerda los momentos en que le tocó dirigir a la institución

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QUERÉTARO, Querétaro. Aunque un tanto alejado de la vida pública que tan intensamente y desde tan temprano abrigó, pues fue diputado, alcalde, funcionario federal, embajador en Portugal y el Vaticano, Mariano Palacios Alcocer mira a la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), su alma mater, y reconoce el reto que asumió para atender la demanda del alumnado de la institución de la que también fue rector.

Señaló que el reto que ha mantenido la UAQ desde hace ya algunos ayeres: el de la enorme demanda de ingreso. “El crecimiento demográfico desmesurado de Querétaro, la atracción que representa, ha generado una enorme presión de ingreso a la universidad. Es algo que debería atenderse”.

“No había investigación en la Universidad; era una gran escuela, pero faltaba investigar para producir conocimientos”, recuerda con franqueza de aquel momento en que Mariano Palacios Alcocer asumió la rectoría de la UAQ con apenas 27 años a cuestas.

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“Con todos los méritos de mis antecesores y el esfuerzo comunitario, era una universidad que todavía no hacía frente a dos de las tareas sustantivas, que tenían que ver con la investigación científica y con la extensión universitaria. Me pareció importante detonar centros de investigación y de traer a la Universidad Nacional, para que lo fuera realmente, a Querétaro”.

En el marco de la amplia biblioteca de su casa, Mariano Palacios Alcocer, el también exgobernador queretano recuerda los momentos en que le tocó dirigir a la Universidad Autónoma de Querétaro, entre 1979 y 1982, cuando ya había sido diputado local, presidente municipal y director de la Escuela de Leyes.

“Creamos el Centro Investigaciones Históricas, porque el estudio de la historia hasta entonces era muy limitada, más basada en la crónica y en la leyenda que en la investigación científica.

Creamos también el Centro de Investigaciones Sociales y el de Estudios sobre la Contaminación Ambiental, en colaboración con la UNAM”, asegura.

“Era importante también dar un paso hacia adelante institucionalizando la difusión de la cultura y creamos el área de Extensión Universitaria, que aún hoy sigue teniendo una importante significación”.

En 1979, la Universidad queretana no estaba viviendo un momento fácil. La sucesión en la rectoría se había entrampado entre los dos aspirantes: Mariano Amaya y Guillermo Herbert.

El rector saliente, Enrique Rabell Fernández, dijo que el próximo gobernador debía ser universitario, antes de la elección que puso en la titularidad del Ejecutivo estatal a un Rafael Camacho Guzmán que miraba con reticencia a la máxima casa de estudios.

El joven Mariano Palacios, director de la Escuela de Leyes, de donde había egresado apenas tres años antes, fue la solución a aquel estancamiento entre votaciones sin mayoría.

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Pero más allá de las necesidades de fondo que la máxima casa de estudios queretana tenía en ese momento, un hecho muy concreto vino a marcar de manera significativa su inicio rectoral y acabaría por concederle el reconocimiento de los universitarios tras un pasado marcado por la administración pública, donde había sido diputado y presidente municipal; un hecho detonado el 8 de mayo de 1980.

“Ese mismo día convoqué a Consejo, nos declaramos en paro indefinido y elaboramos un pliego de peticiones que concluyó con la renuncia de la procuradora, del director de seguridad y con el cumplimiento de una serie de compromisos que históricamente son conocidos”, indicó.

Recordó el conflicto suscitado cuando la policía estatal incursionó en territorios universitarios, persiguiendo a los estudiantes normalistas que pretendían acercarse al presidente López Portillo durante su visita a Querétaro.

Aquel episodio, resuelto finalmente en la Secretaría de Gobernación federal, representó, seguramente, la mejor posibilidad de legitimar a la nueva administración encabezada por Palacios.

La desconfianza del gobernador Camacho para con la Universidad fue disminuyendo, pese a la airada confrontación inicial de aquel 8 de mayo. Al respecto, el exrector distingue a quien colaboró en ello:

Debo reconocer los buenos oficios de un gran universitario, rector, entonces secretario de Gobierno, Alberto Macedo, quien con sabiduría y prudencia supo atemperar este recelo con el que el gobierno, y sobre todo algunos de sus sectores, veían a la Universidad”.

Quien también fuera secretario de Estado y presidente del PRI a nivel nacional, menciona nombres, reconoce apoyos, distingue la colaboración de quienes lo acompañaron en aquella etapa como rector universitario.

En la universidad todos deberíamos caber, y para la integración de un equipo, me pareció que debía incorporar a quienes habían estado en la parte derrotada”, sostiene convencido.

Recuerda especialmente a Braulio Guerra, a Álvaro Arreola y a Adolfo Chacón, quienes, pese a no compartir su postulación, acabaron no sólo sumándose a un sólido equipo de trabajo, sino engrosando la lista de sus buenos amigos.

“En aquella época existía una gran discusión sobre la posibilidad de crear un sindicato único de trabajadores universitarios.

Por una parte, la propuesta del rector de la UNAM, el Dr. Soberón, de crear un apartado “C” al artículo 123, y la respuesta de modificar la Constitución, incorporando la fracción séptima al artículo tercero, para reconocer la garantía de la autonomía universitaria y que las relaciones laborales se acogieran al apartado “A” y se resolviera en las juntas locales”, recuerda también el ex rector sobre los desafíos a los que se enfrentó inicialmente.

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“Una vez definido ésto, el reto era enfrentar a un sindicato de trabajadores de confianza que se había constituido, encabezado por el oficial mayor de la Universidad, y que tenía cláusula de inclusión; es decir, la Universidad había pactado con un sindicato, estableciendo que la asignación de los cargos de confianza no correspondía a la autoridad universitaria, sino al sindicato.

Nos parecía que era una pérdida de autonomía a la autoridad universitaria que los trabajadores de confianza estuvieran sindicalizados con cláusula de exclusión, así que litigamos y obtuvimos la cancelación del registro del sindicato de trabajadores de confianza”.

“También terminamos con la cláusula de ingreso máximo”, sigue diciendo sobre la tarea de limpiar las finanzas universitarias. “Cuando entré a la Rectoría, el trabajador que hubiera desempeñado un cargo de autoridad podía mantener ese ingreso máximo como ingreso base durante su permanencia en el trabajo”.

“Otro reto importante fue lograr la autosuficiencia presupuestal”, continúa recordando. “El presidente López Portillo, con quien yo había participado en su campaña, fue muy solidario con la Universidad.

El secretario de Educación Pública, Fernando Solana, había sido secretario general de la UNAM, y el subsecretario, Eliseo Mendoza Berrueto vio como una instrucción del presidente atender a la Universidad de Querétaro, al grado tal que dejamos regularizada y sin deuda la situación contractual, crecimos en plazas de tiempo completo y no hubo pasivos al término de mi administración”.

Dos temas, por otra parte, se marcaron significativamente en la agenda universitaria, por la influencia que sobre ellos pretendía ejercer el gobierno encabezado por Camacho Guzmán:

El desistimiento de fundar la escuela de Medicina (salía más barato becar a los interesados en otro lugar, sostenían en el gobierno estatal), y la urgencia de participación del sindicado de la radio y la televisión, que había encabezado el propio Camacho a nivel nacional, en la incipiente aventura de Radio UAQ.

“Con respecto a Radio Universidad, tuvimos que hacer un trabajo muy cuidadoso para hacer ver que las estaciones culturales de las universidades no competían con los derechos sindicales, porque formaban parte de la esfera de la autonomía universitaria”.

Aunque un tanto alejado de la vida pública que tan intensamente y desde tan temprano abrigó, el también ex embajador en Portugal y el Vaticano mira hoy a esa su alma mater, de la que nunca se ha apartado, con interés, y cavila sobre sus circunstancias actuales:

Me parece que la Universidad ha tenido una significativa presencia territorial a lo largo y ancho del estado, desde la zona serrana hasta las frías de Amealco y a los límites con Guanajuato, en Corregidora; tiene una mayor presencia y esto genera la posibilidad de que no sea una oferta sólo metropolitana y de San Juan del Río y Cadereyta, como lo era en aquella época, sino que pueda darse de manera más efectiva, el derecho a la educación”, agregó.

Manuel Naredo / Diario de Querétaro

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