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La Opinión

Un evento cultural del cuál no quiero volver a saber (segunda parte)

Segunda parte y final de la crítica satírica de Antilef Araya al establishment cultural en Chile

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Había terminado mi visita al director y tenía pensado quedarme en la Feria del Libro FILZIC, hasta la hora de cierre.  La oficina quedaba cerca del Sitio Cero, por lo que llegué bastante rápido al escenario principal, este sería el punto de referencia para irme a explorar. Los toldos sobre los stands se distribuían en cortes semicirculares como un gran abanico, una orquesta sinfónica en un anfiteatro, los espectadores parecían dar vueltas libres entre los vientos y cuerdas, pasearse entre las percusiones, subirse al piano con tacones y botas, libre todo el escenario para que los niños jugaran mientras no se utilizara. De esta forma se disponían los diferentes expositores, ansiosos por interactuar, mostrar sus ideales y acoger las del público, realizar una venta, pues, debían primero, cubrir el depósito de los cientos de dólares que le habían hecho a la Filzic. Aunque ese no era el tema, el ambiente estaba lleno de ese anhelo endulzado del trabajador cultural compartiendo sus creaciones. Era muy probable que no recuperasen el dinero, pero se aseguraban con el marketing, se pagaban con la foto.

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No es casualidad que la FILZIC naciera el 2009, después de la primera década de existencia de las Editoriales Independientes, las clásicas, las de los 90. Estos sellos dieron voz a un catálogo en donde se encontraban los grandes teóricos del trotskismo nacional, rebeldes sobrevivientes al régimen militar, con sus pares poetas, los de las metralletas como lápices, los que dibujaban el horror de la dictadura, las canciones nocturnas de los desaparecidos. Después de publicar a estos, quienes tenían la prioridad, las Editoriales Independientes les dieron el turno a Los Poetas Malditos Santiaguinos, los que clamaban al mundo ser ascua de una literatura universal que se acababa, después les tocó a los Nuevos Narradores, hijos de vecinos de compañeros del partido, que ahora escribían novelas de un nuevo Santiago, cargadas de una nostalgia agarrada al cuello de una guerra fría.

Algunos de estos autores alcanzaron el éxito, se les cubrieron bajo contrato los gastos de futuras obras, carreras internacionales. Toda ideología buscó estos sellos para dar el grado de maestro a sus teóricos y filósofos. Comenzó el boom de las Editoriales Independientes, según La Cámara Chilena del Libro, el 2009 se publicaron 750 nuevas obras nacionales, un flujo importante de libros recorrió el país. Estancados en los canastos de ofertas de las más pequeñas librerías, se veían como pequeñas burbujas inflacionarias. 

Los Poetas Malditos Santiaguinos al encontrarse sin equipos editoriales que continuasen apoyando sus trabajos, decidieron ellos mismos crear sus propias editoriales, fieles a su estilo versolibrista, posestructuralismo de etiqueta, de corte ajustado. Nacieron Las Nuevas Editoriales Independientes, las que crearon junto al novedoso hipster su propio ecosistema.

Esto último remeció la industria editorial, el aumento de ofertas de publicación amenazó con una depreciación en masa de todos los títulos en el mercado con sello nacional. Había que hacer una distinción clara entre el bárbaro autopublicado y el autor preferencial. Se necesitaban más bastiones que definieran el horizonte, más fundaciones culturales. Un ambiente controlado, una arena libre dentro de un coliseo, donde podrían coexistir todas las letras juntas, bajo la sombra del prisma, la obediencia al sistema piramidal no contestatario del libro. Aunque si venías de parte de alguna ideología con tu respectiva protesta, ¡bienvenido seas! Pan y circo.

Se acercaron dos personas, una muchacha de gafas con el flequillo corto y recto y un señor mayor, este tenía los rizos violáceos de tanto tinte para canas.

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— Yo lo conozco a usted — me dijo el señor advirtiéndome con golpecitos en el hombro.

— Buenos días soy Mariana Acevedo — se presentó la joven — somos los asistentes de Mafirox

— ¿De quién? — 

— Mafirox — asintió brusco — El nombre artístico del director.

— Ya veo —

 — Jaime Gálvez. Yo lo conozco a usted — nuevamente parecía advertirme — A mi este tema de las redes sociales la verdad que no me agrada mucho — hizo un gesto como señalándose a si mismo para argumentar con su edad — pero me pasaron algo suyo, una vez leí.  Debo decir que le falta mucho, hablo de su teclado -noté la contradicción, la misma quizás que había notado en la oficina de Mafirox, se mostraba publica y orgullosamente contrario al uso de las redes sociales, pero estaba acostumbrado al uso del término teclado para referirse a las características técnicas del narrador. La forma millenial de referirse a la pluma del escritor Se nota que tiene algo sí, pero le falta.

— Lo está molestando señor Antilef, no le haga caso él es así.

— Soy la mano derecha de Mafirox. Mi padre antes que él encabezó la primera directiva… — recordó algo — ya tendremos tiempo de conversar señor Antilef. La verdad que hoy es un día ocupado. Si me disculpa, bienvenido a la Feria del Libro.

Mariana esperó que su compañero ya no estuviese a la vista y me dijo:

— No se preocupe señor Antilef, acá estamos todos muy contentos con su visita y con la de todos los reporteros que cubrirán este gran evento. El asunto es que don Jaime anda así porque no quiere que vuelva a ocurrir otro caso como el de Coto Rufián y su pandilla — genial otro personaje a la vista — pensé — esto le vendrá de perilla a mi nota.

— No conozco ese caso. 

— Coto Rufián y la banda de los peluqueros italianos. Una banda de poetas, se hicieron populares en la universidad con las peleas de boxeo que organizaban con los dadaístas. Lograron llegar a la cima y en las oficinas les conseguimos millones para armar un gran evento de poesía.

— ¿Quiénes son los dadaístas?

— Ah, un grupo, ya no están, no me acuerdo, pregúntele a otro.

— ¿Y qué pasó después con Coto Rufián? —

— Tenían que organizar un Encuentro de Poetas del Norte. Pero prefirieron emborracharse, al parecer a Coto Rufián le vino un pánico de aburguesamiento, se mal gastaron los fondos, fue terrible. Igual se justificó el proyecto público, pero mejor ni le cuento. Por eso don Jaime anda así, atento a lobos con piel de oveja. Bueno señor Antilef, yo también tengo que ir a hacer mis cosas, que lo pase muy bien en la Feria del Libro. Mafirox me pidió que lo invitara cordialmente a la presentación del libro de Juan Andrés Salfate, investigador paranormal, mañana a las ocho. Él mismo oficiará de orador en el conversatorio con el investigador nacional. Me encargó que le dijera que esté muy atento a esa presentación, pues aprovechará el final para dar un discurso de agradecimiento —Como no voy a estar pendiente, era la misma fecha que Daniel Sabueso me dijo que cumpliría su acto justiciero.

Al alejarse me fui a recorrer la feria sin orden ni apuro. Atento únicamente a encontrarme con Daniel Sabueso, quería decirle que tenía todo mi apoyo para la cobertura de su presentación.

Instalaciones de esculturas forjadas, individuos de metal en las más ingeniosas situaciones, decididos con sus pequeñas escaleras. Exposiciones de alfarería, donde el ocre de las cerámicas parecía validar en si mismo la riqueza mineral de Chuquicamata. 

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Adela Ascanteis Kousturaki, destacada poetisa regional, se encontraba de sombrero y lentes oscuros declamando en el escenario, parecía una pequeña mafiosa dando instrucciones. En la mente de un travesti él era una top model en su pasarela mientras repartía los poemas de Adela a los espectadores. Mauricio Redolés apenas devolvió un afectuoso saludo. Un grupo de feministas con el mismo flequillo que la asistente de Mafirox hacían una especie de danza o coreografía de manifestación. El barnizado objeto del ocio, trozos de paladio, las ediciones de Planeta, Tusquets, Penguin, Alfaguara. Todos en un radio pequeño, las familias tranquilas con los niños alejándose un poco más de lo permitido para curiosear por ahí. Vi pasar varias veces al primo Roli atareado de acá para allá. Mauricio Redoles se metió a un stand esotérico y de allí no salió en un buen rato.

Me tomo el tiempo en disfrutar, en respirar el aroma de esta envestidura de gabardina que otorga el reportaje periodístico. El fiscalizador de calidad en la línea como cualquier otro cliente más, hay una malla colorida debajo de su camisa. El primero en levantar la cabeza por el muro ante el escándalo histérico. El primer testigo, público por excelencia, admirador y por tanto curioso, criptógrafo de modales. Destinado a narrar aplausos, provocar, así como un gourmet entregado totalmente a su excéntrico omnivarismo, aproxima su nariz a la medula ósea tan cerca, como lo hacen las personas al acercarse a un cuerpo después de un accidente de tránsito. Así los reporteros comparten ese vínculo con el arte, la mirada depredadora del observador nato.

No vi en todo el día a Daniel Sabueso. Mi visión trazaba líneas imaginarias mientras cerraba y abría un ojo de manera intermitente.  En el cierre musical pude hablar con mi primo, me confirmó que iríamos a la Gatera Roja a las 22 horas.  

La Gatera Roja

En la década de los 60 era el punto de encuentro de artistas, músicos y activistas de izquierda. Era el lugar donde los políticos agasajaban a las comitivas peronistas. Había pasado por un largo periodo de abandono. El nuevo dueño había modernizado el lugar y ajustado el estilo a las nuevas tendencias. También fue su idea pintar tableros de ajedrez en las mesas para que los clientes llevasen sus propias piezas, cosa que nunca nadie hizo. 

Al llegar nos unimos al grupo que estaba afuera de la entrada. Se saludaron. Roli me presentó. Estaban fumando marihuana, a excepción de Hidetaka Boro, era el escritor de ciencia ficción del que había hablado Mafirox en su oficina. La Gatera Roja era su escenario. Todos los sábados Hidetaka Boro presentaba una Noche de Versos. Tenía una saga de ciencia ficción, ya leyenda local, de la que se compraban constantemente ejemplares.

— …entonces como les contaba — la conversación se trataba de poner al día a Hidetaka sobre la ausencia de Dálmata en la Feria del Libro — no tiene plata para mover los muebles del departamento — no había visto las novelas de vampiros en ningún stand, y ni oído de Dálmata. Ahora un cercano contaba los pormenores.

— pero ¿firmó o no firmó por Penguin? — llegó mi turno: Bolivian Haze

La entrada al recinto significará un punto de inflexión para mí. Al finalizar la velada podía identificar a cada tribu y sus intereses. Mi meditación también habrá repasado varias veces estos sucesos, después de completar todo el panorama general e hilarlo con el motivo de la protesta de Daniel Sabueso.  Volví a este punto a repasar los rostros al tener toda la información. La viril esperanza de los catedráticos de literatura no encuentra mejor ambiente para camuflar su vejez.  Profesores con séquitos, recién graduados, nuevos licenciados, otros no tanto, conexión política adecuada, entretenían a sus invitadas iluminados por el orgullo de un antagonismo con el lado oscuro de la historia.

Una gran mesa redonda, por disposición de varias ocupadas en su mayoría por feministas empañueladas, era el punto de encuentro de todos los que se conocían dentro del bar. Llegó Esteban. Ahora sé que es un dadaísta, de los últimos que se pueden ver en Antofagasta, ahora sé qué es un dadaísta, por lo demás cumplía las mismas labores que Roli en el evento.

Iban a declamar los del Círculo Literario Ballena Azul, se subió una boliviana de acento empeñado en el desarraigo, con unos poemas del patriarcado. Lo que fue ver un organismo huésped cómodamente adaptado a la simbiosis de la ideología, así con la vista perdida, declamaba en verso libre empeñosos versos. Después el turno de dos menudos Dalí, dos hombres con el porte adolescente del chileno, vestidos de forma extravagante presentaban su arte.  Presentaron también La Nueva Antología de Poetas, iban a regalar 3 ejemplares entre los asistentes. Cerró Hidetaka Boro con una potente tendenciosidad.

Al volver del baño, pensando en largarme del lugar, justo cuando iba derecho a despedirme, desde otro pasillo del cual no me había percatado su existencia, alguien llama mi atención

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Oye, hey – Era Daniel Sabueso con una camisa celeste. Me hizo una seña para que lo siguiera. Al ir tras él me percate que era mucho más bajo de estatura de lo que parecía. Llevaba anillos de oro en ambas manos.

 —¿Es para un medio mexicano?  Por favor, no me vayas a preguntar cuáles son mis autores preferidos ni leseras así Sabueso bebía vodka puro sin hielo acompañado de un vaso de agua.

— Que le parece esta: ¿Señor Sabueso cuando será el fin del mundo? 

— El fin del mundo es hoy . 

—¿como? — 

—El fin del mundo es ahora. Es casi hoy. Casi ahora. Es el instante presente que bien sabemos que es siguiente, constantemente. Limitando el paso de Aquiles a la tortuga. Casi sumergidos, hundidos para siempre — 

—¿Puede desarrollarlo un poco más?

 —No.

—Por favor, es para mi columna de México.

—No .

Estábamos en una ajustada sala al final del corredor, donde Daniel Sabueso jugaba ajedrez con el dueño de la Gatera Roja, rodeados por espejos en la pared circular. Sobre la mesa nuestras bebidas, el tablero plegable de ajedrez cerrado y una copia de La Nueva Antología Poética. 

—Dejémonos de juegos y entrevistas mamonas Antilef. Tienes todas las cartas volteadas en la mesa ¿Sabes qué es esto? — Mientras agarraba La Nueva Antología.

— ¿Algo aburrido que jamás voy a leer? A todo esto, mi primo sale en la página 56.

— Es un señuelo sabueso — bebió vodka — el contrapeso en la alarma que deja el ladrón en el museo. Escucha esto, nos quieren hacer creer que el arte de las letras está acabado, el único que tiene su propio Nobel ¿lo puedes creer? Los mismos editores buscando ser invitados a cada charla que haya, repitiéndolo por todos lados: “La gente ya no lee, la tecnología nos supera, se olvidan de las obras”. De la tuya se olvidarán ¿pero qué clase de intención retorcida es esta? —bebió agua — El placer del texto es adquirido naturalmente por el oído orgánico. Digamos que es algo evolutivo, nos pusimos en la cima de la pirámide alimenticia descifrando símbolos. La poesía y las novelas no van a morir jamás, aunque continúen con esta poda grotesca. Seguirá existiendo, el lector ideal, no el que lee porque quiere ser escritor o porque prepara una tesis, hablo del lector desinteresado, la verdadera alma de la Literatura. 

— ¿y que tiene que ver la Antología de mi primo?  —  aunque no se lo hice ver, estaba deslumbrado con sus palabras

— Esa antología no tiene nada malo. Pero cuántas van ya. Y en todos lados. Es el triunfo de la burocracia — pausa dramática — dime Antilef ya que estás haciendo un reportaje de autores regionales ¿No echaste de menos a alguien en la FILZIC? 

—A Dálmata —

— Exacto. Dálmata el escritor de terror, las novelas de vampiro éxito en la región y en la capital. No pudo venir por problemas económicos. ¿Sabes lo que hicieron estos desdichados?, sacaron todas sus novelas de los stands, si no pagas te jodes, no existes, no vamos a promocionar ni por el lado tus trabajos. Han logrado la propia dictadura del proletariado en el arte. Los oficinistas, los técnicos, los aficionados, todos felices. Los de las Antologías en todas las regiones, como si no fuera poco la cantidad de festivales que tienen los cantautores, que acompañados con instrumento llenan cuadernos con versos, lirismo y gracia. Pero no, nos tenemos que mamar a un montón de juglares ñurdos poniéndose de puntillas para salir en las fotos con políticos, llamándose los unos a los otros escritores, Umberto Eco revuélcate en tu tumba, desfalcando cualquier fondo cultural al artista. Porque déjame decirte algo, si bien has conocido a Dálmata, a Adela, a Boro, a mí, el verdadero artista trabaja en su casa hasta altas horas de la noche y no se aparece en estos eventos pedorros. Esta gente no ha querido ni sentarse a evaluar quién tiene realmente un trabajo literario serio, la única opción es la Beca del Consejo Nacional. Así está la cosa Antilef: El ego santo del artista intercambiado por el ordinario deseo de reconocimiento, por el chillido de algunos ingenuos que quieren salir desesperadamente de la masa del anonimato, vivir la pertenencia, incubar la aspiración política.

— ¿Qué opina de las editoriales en general? —

—Las editoriales, gran pregunta Antilef. Las precursoras Independientes siguen en su círculo santiaguino no se mueven más allá del seguro espacio metropolitano. Las Nuevas Independientes se llenaron tan rápidamente de una horda de hípster y dadaístas, que el plusvalor que habían creado las precursoras se vio totalmente diluido. Pero lo importante es esto: lo que necesita un joven talento es un grupo, un equipo editorial que crea en su obra y esté dispuesto a sacarlo adelante, tanto en edición, publicación y difusión, un equipo editorial. Te lo repito, las redes sociales han llegado para modificar todo el panorama. 

— Última pregunta ¿quiénes son los dadaístas?

— Dadaísta es la forma políticamente correcta para decir que es arte basura, yo personalmente prefiero el término Hamparte.

3 El día de la bestia.

No sé como será en México, pero pienso que en mi país estamos llenos de escritores en potencia. Se me acerca la gente al saber que trabajo redactando ideas, para que saque al Tarantino que llevan dentro, gratuitamente claro está, ni que fuera una especialización. Ahora precisamente estoy sentado viendo la presentación del libro de Juan Andrés Salfate, en un conversatorio con Mafirox, Maximiliano Rojas, el director de la Feria del Libro.

Salfate es el mejor ejemplo de lo que es este rebalse de contenido sin motor técnico alguno. Tierra hueca, tierra plana, código de terremotos, reptiliano, vamos rebalsando de ingredientes la merienda hasta tener un apetitoso sándwich de comida chatarra. Registros periodísticos de avistamientos, junto a testimonios de algunos campesinos y así llegamos al tercer libro publicado por Salfate, una verdadera lata de relatos de ciencia ficción mal contados.

Así en una silla cada vez más incomoda, me acuerdo de la mujer que habla en lenguas extraterrestres y entiendo el empeño de Daniel Sabueso de interrumpir precisamente esta presentación.  

No sé realmente en qué momento culminó el conversatorio de Salfate y comenzó Mafirox a dar su discurso de agradecimiento:

 — Muchos gracias a todos los que han asistido a estos días de la Feria del Libro. Déjenme contarles un momento mi historia. Yo vengo de un pueblo bajo, a unos pocos kilómetros de la capital regional, pueblo bajo, de pescadores. Pero no dejé que el murmullo de la sociedad me dijera que no podía lograrlo y con mucho esfuerzo, mírenme, acá estoy, frente a ustedes, ¡descentralizando!, así es señoras y señores, eso es lo que hacemos acá en la FILZIC, descentralizar. 

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Generalmente las cosas cuando tienen una proyección real que supera la ficción, nunca suceden. Es como si hubiese una justicia poética inversa que impide que ganen los buenos, en cualquier ámbito y este caso no fue la excepción. La famosa revuelta de Daniel Sabueso no salió como él esperaba, según me contaría después. Fue porque el apoyo que había solicitado a sus amigos nunca llegó, culpó a sol que pegaba muy fuerte y esto adormeció a la caballería. Su plan era llegar sobre una litera otomana cargada por sus seguidores. Iba a irrumpir directamente en el escenario, uno de los desertores le iba a proporcionar su propio sistema de amplificación a si no tendría que pedir el micrófono a los organizadores.

Nada de esto sucedió, tuvo que improvisar en el momento que se le ofrecía la palabra a los espectadores para que hicieran alguna pregunta respecto al contenido del libro de Salfate. Al parecer los técnicos de sonido, posiblemente mi propio primo, le bajaron el volumen al micrófono hasta prácticamente el mínimo. Cuando mencionó sus premios y méritos artísticos, los miembros del Círculo Literario Ballena Azul comenzaron a abuchearlo, se armó un desmadre como diría mi nuevo editor, bajo una masa de pifias y aplausos lo último que le escuché decir a Daniel Sabueso después que le gritaran: — Deja de llamar la atención y vete a escribir será mejor.

Fue:

— Yo no vine aquí a escribir, vine aquí a estar loco.

Así terminó mi periplo por el mundo cultural de Antofagasta, totalmente agradecido por no tener vocaciones artísticas, pues si soy reportero es precisamente por mi afán de decir siempre lo que pienso, cosa que en estos ambientes ultra ideologizados supone una soga al cuello. Me despido de los festivales y eventos culturales de los cuales no quiero volver a saber. Adiós Antofagasta Capital Minera de Chile, me voy con esperanza en las palabras de Daniel Sabueso, que la literatura se abre paso, incluso por sobre afanes lisonjeros, pues si cada expresión artística ha nacido de la reacción a lo que le precede, nos encontramos con el final no de la Literatura, como se han cansado en pregonar, sino con la muerte de los burócratas del arte.  

FIN

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