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La Opinión

Un Lula que no brilla como en antaño

Lula regresó al poder ofreciendo ayudar a la Argentina de los Fernández con su alta crisis económica.

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En enero pasado, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, cumplió un año en el cargo, en el que ha estado en tres oportunidades, pero sus críticos señalan que no es el líder de antaño que brillaba con luz propia, aunque desde África dio un salto a los reflectores internacionales con sus comentarios sobre la guerra en Gaza

En la cumbre de la Unión Africana, Lula dijo que “lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza no es una guerra, es un genocidio. No es una guerra de soldados contra soldados. Es una guerra entre un Ejército muy preparado y mujeres y niños”, claro que esto hizo enojar al gobierno israelí, que ya lo declaró “persona non grata”.

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El asunto es que, al finalizar su segundo mandato con altas tasas de popularidad, Lula era una estrella mundial de la política latinoamericana y Brasil, pasaba a ser percibido como el país con mayor liderazgo en la región según una encuesta de Latinobarómetro en 2011, pero parece que su estilo ya no tiene la misma fuerza.

Hay que señalar que sus viejos aliados ya no están y los que aún sobreviven no están en posición de respaldarlo, es el caso de su par de Venezuela, Nicolás Maduro, quien lleva más de una década en el poder y está sujeto a presiones internacionales para celebrara elecciones presidenciales en la segunda mitad de este año.

Lula regresó al poder ofreciendo ayudar a la Argentina de los Fernández con su alta crisis económica, pero resulta que en ese plan se cayó cuando el ultraliberal Javier Milei les quitó el poder y anunció una serie de reformas para sacar a ese país del atolladero. Hoy el presidente de brasileño ni sabe ni se acuerda dónde está Argentina.

Hay otros aliados de Lula que no las tiene todas consigo, por ejemplo, de Bolivia, Evo Morales; en Colombia Gustavo Petro; en Ecuador, Rafael Correa; todos eran aliados del mandatario brasileño cuando lideraba la izquierda latinoamericana y después el Grupo Puebla.

Incluso el poder de sus anteriores mandatos, lo hacían ambicionar un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Si antes la opción estuvo en la mesa de Naciones Unidas, hoy es seguro que Brasil no tiene un lugar en ese organismo, porque Lula ya fijó sus postura en contra de Israel, sin imparcialidad, por su ofensiva en la Franja de Gaza.

Para nadie es un secreto que Estados Unidos veía a Lula como el eslabón que podía acercaros a Sudamérica, aunque hay que recordar que en uno de sus anteriores gobiernos, hace 10 años, expulsó al corresponsal de The New York Times, Larry Rother, tras publicar un artículo sobre la adicción del mandatario a la bebida. Antes tenía ese poder, hoy es cuestionable.

Claro no hay que dejar de señalar que en el primer año de sus tercer mandato, Lula dio resultados positivos, como una baja del desempleo. Este alcanzó el nivel más bajo desde el 2015. La inflación se mantuvo por debajo del 5 por ciento. Pero en el Lula que levantaba la mano para mediar los conflictos internacionales.

Por el contrario, el mandatario tiene el pendiente más grande para Brasil la protección y rescate de la Amazonía, uno de los pulmones más grandes del mundo y que está en una franca deforestación con un daño al medio ambiente muy lamentable.

Enfrenta también la inseguridad ciudadana, tras una ola de criminalidad en los estados de Río de Janeiro y Bahía, por el poder que han tomado las pandillas dentro y fuera de la cárcel, esa crisis social no es exclusiva de Brasil, hoy es uno de los principales problemas en Ecuador Haití, Venezuela, Honduras, entre otros.

Sin duda, Lula y su Partido de los Trabajadores padecen el desgaste de escándalos de corrupción –incluida una condena contra él mismo en 2018 que luego fue anulada– y la hostilidad de su antecesor Jair Bolsonaro y sus seguidores, miles de los cuales invadieron con violencia Brasilia un año atrás buscando un golpe de Estado militar.

La operación Lava Jato sigue cobrando sus intereses, sin importar, si Lula fue culpable o no, la confianza no está a manos llenas como en sus primeros dos mandatos, lo que hace más difícil despuntar como el líder al que estábamos acostumbrados.

Según una encuesta divulgada por el instituto Datafolha, Lula, de 78 años, tiene el apoyo de 38 por ciento de los brasileños. La cifra es menor a la registrada al cabo de un año en su primer mandato (42 por ciento), pero supera al apoyo obtenido por Bolsonaro en igual lapso, en diciembre de 2019 (30 por ciento).

Como pintan las cosas en Brasil, parece que el Lula de la magia y la alta popularidad se agotó, quizá su mismo estilo de gobernar y la edad ya son factores negativos que no le dan fuerza a la que estaba acostumbrado y si el interior del países sudamericano no le da poder, imagínese al exterior.

Parece que la fórmula Lula se apaga. O usted ¿Qué cree?

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