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Los urbanitas llegan en masa para conectar con la buena vibra y la energía de Tepoztlán en Morelos

El pueblo oculta una realidad más compleja y menos romántica

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TEPOZTLÁN, Morelos. Seducidos por la promesa de encontrar conexiones cósmicas en sus centros holísticos y tiendas de cristales, los urbanitas llegan en masa a Tepoztlán, cuya evolución ha creado un enigmático tapiz de influencias new age que lo convierten en un santuario para quienes buscan trascender lo mundano.

Entre cerros que murmuran misticismo y cielos que titilan con supuestas luces de ovnis, Tepoztlán ha refinado el arte de mezclar lo cosmopolita con lo ancestral.

En este rincón del mundo, la energía no se calcula en vatios, sino en una moneda más abstracta: las “vibras”. Sin embargo, esta nueva identidad del pueblo es un delicado velo que oculta una realidad más compleja y menos romántica.

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Ha crecido mucho el comercio, la venta de tierras. El centro, el valle de Atongo, se ha vendido a artistas, empresarios, políticos que han construido enormes mansiones. Así que se dio un proceso de gentrificación, que es cuando se quiere expulsar a la gente pobre de los centros de las poblaciones y se quedan quienes tienen condiciones económicas superiores”, reflexiona el activista de derechos humanos José Martínez Cruz.

El Tepoztlán contemporáneo se viste con el glamour del turismo, posicionándose como un refugio exclusivo para quienes tienen los recursos económicos para comprar una porción de su magia.

“Siempre sentí una energía especial aquí; es como si el lugar tuviera un imán que me atrajo. No es solo vivir en un pueblo mágico, es vivir en “el pueblo mágico”, dice Laura Álvarez, una diseñadora gráfica que dejó la Ciudad de México para establecerse en Tepoztlán.

Pero este paisaje de bienestar y espiritualidad camufla una historia de resistencia palpable. En los años 90, la amenaza de un club de golf que se cernía sobre sus tierras comunales avivó la hoguera de la rebeldía tepozteca, recordando al mundo que el verdadero espíritu del lugar no se mide en tarifas de hotel ni en experiencias místicas, sino en la valentía de su gente para defender su tierra.

La lucha contra el campo de golf “El Tepozteco”

A mediados de los 90, el pueblo mostró a todos sus fauces: el proyecto para la construcción del club de golf “El Tepozteco”, sobre 280 hectáreas de tierras comunales, suscitó una alzada que definiría la identidad de esta comunidad atravesada por el eje Neovolcánico, que ostenta el título de pueblo mágico desde 2011, hogar de artistas e intelectuales y de un centro ceremonial tlahuica construido en lo alto de uno de sus cerros.

En 1994, los habitantes se levantaron en protestas contra la construcción de un club de golf a cargo de Grupo KS (hoy Pirámide y Convento S.A. de C.V.), que pretendía transformar la identidad de la comunidad a favor del desarrollo económico a través de un proyecto que, en esencia, era más bien discreto, pero que ofrecía estatus y abría las puertas a nuevas inversiones.

La inconformidad no era nueva. Durante años, los habitantes habían observado cómo el crecimiento urbano y el turismo estaban cambiando el rostro del pueblo nahua. Pero el club de golf, que implicaba la deforestación de grandes extensiones de bosque y la alteración de la geografía local, fue la gota que derramó el vaso.

Había rechazo al gobierno de Jorge Carrillo. Muchos de los ‘tepoztizos’ (expresión que se refiere a quienes no nacieron en Tepoztlán, pero se avecindaron aquí) e intelectuales estaban en contra de (Jorge Carrillo Olea), un gobernador militar, así que se pusieron de parte de la población”, recuerda Lya Gutiérrez, que en esa época se desempeñaba como directora de Relaciones Públicas de Atención Ciudadana en el gobierno del estado.

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“Nosotros, como oficina, mantuvimos siempre las puertas abiertas durante el conflicto, para todas las peticiones de la gente de Tepoztlán”, rememora.

Con la promesa de impulsar el desarrollo económico de la región, el club de golf El Tepozteco se presentó como un complejo multifacético: no sólo un campo de golf y tenis, sino también una urbanización residencial y un conglomerado turístico que incluía hotel, restaurantes y la primera academia de golf en el país.

Sin embargo, este supuesto catalizador de prosperidad traía consigo una serie de preguntas sin respuesta sobre su impacto en la comunidad y el entorno local.

La superficie del terreno se conformó por la fusión de 65 predios particulares; cada uno de ellos con sus escrituras, certificado de exclusión de propiedad ejidal y comunal y prediales debidamente acreditados y ratificados por las autoridades y pueblo“, presumía Grupo KS, que presentó la inversión de desarrollos inmobilarios en la zona como uno de los potenciales puntos fuertes del club.

“Ellos estaban impulsando la creación de este club de golf, y entonces, con el apoyo del gobierno, enviaron a la policía, reprimían, golpeaban a la gente y la gente lo que hizo fue tomar el pueblo, bloquear todas las entradas, poner barricadas, crear comisiones y brigadas de autodefensa, de enfrentamientos”, recuerda Martínez Cruz, que en aquel entonces era presidente de la Comisión Independiente de Derechos Humanos y vivió el conflicto como observador externo.

Anidado entre cerros de roca volcánica, Tepoztlán es más que un simple municipio: es un mosaico de tradiciones y tensiones, un escenario en el que se libra una batalla silenciosa pero firme por la preservación de las raíces nahuas de sus habitantes.

Vendedora de itacates, platillo típico de Tepoztlán

La historia cuenta que en estos cerros nació Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, una deidad que se conviertió en la columna vertebral mitológica del lugar. Pero también ha sido un terreno de confluencias y conflictos, desde los tiempos coloniales, pasando por la Revolución Mexicana.

La lucha por la tierra no es un episodio aislado en la historia de Tepoztlán, sino una constante. En los 90, la comunidad recurrió a sus ancestrales usos y costumbres para destituir al entonces alcalde Fermín Bello. Gracias a asambleas de barrio, conformaron un ayuntamiento libre y democrático que finalmente tomó posesión en 1995.

“Yo salí electo por parte de mi barrio, porque estaba participando en las asambleas. Me nombraron regidor de desarrollo urbano”, recuerda Javier Rivera, habitante del barrio de San Miguel y abogado de profesión.

Pero no fue solo un movimiento de los nativos; Rivera recalca que “hubo una conciencia social muy fuerte por parte de la población entera. No solo los nativos, sino también los avecindados. Tuvimos la solidaridad de intelectuales y políticos que resonaban con nuestra causa”.

Rivera tenía entonces 24 años y tuvo que renunciar al trabajo que tenía en el Congreso del estado para sumarse al nuevo ayuntamiento, liderado por Lázaro Rodríguez.

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Pobladores recuerdan el moviento de defensa de la tierra

Lázaro Rodríguez está por cumplir 70 años y sigue trabajando sus tierras. Casi tres décadas después, el campesino siente nostalgia al recordar aquellos días y el alcance que tuvo el movimiento.

“Extraño esa época. Por una parte, el auge que tuvo el movimiento, porque era impresionante ver que el 98 por ciento de la población estaba con nosotros“, recuerda Rodríguez.

El ayuntamiento libre se hizo cargo de Tepoztlán durante dos años, sin acceso a las participaciones federales y estatales, con recursos limitados, pero la satisfacción, como ellos mismos lo recuerdan, de haber hecho lo correcto.

“Siempre es una gran satisfacción. Desde mi uso de razón, siempre he sido un defensor del medio ambiente y la naturaleza. Entonces, el haber participado en una lucha tan especial es algo que se quedó en la historia y despertó muchas conciencias jóvenes que hoy, en su madurez, adoptaron ese movimiento. Se les quedó muy prendido, en el ser, la defensa territorial y del medio ambiente”, dice Lázaro Rodríguez.

Murales fueron borrados, pero la lucha perdura en la memoria

Los murales de Rius y El Fisgón, que se habían pintado como manifestaciones del movimiento contra el club de golf, ya no adornan las paredes del palacio municipal. Fueron eliminados durante la segunda administración del exalcalde Lauro Salazar (2017-2019).

Esta erradicación simbolizaría el fin de una era en la que el movimiento popular había logrado cancelar el proyecto del club de golf. Varios de sus líderes, como Ricardo Ruiz y Fortino Mendoza, quienes fueron detenidos por su participación en el conflicto, ya no habitan este mundo.

Rivera contrasta el ambiente activista de aquellos años con la realidad de hoy. En un contexto mexicano influido por eventos significativos, como el quinto centenario del arribo de Colón a América en 1992 y la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) dos años después, la oposición al club de golf encontró un terreno fértil para su éxito.

Hoy no habríamos tenido la misma convocatoria. Lo veo complicadísimo. La gente ya no está tan adentrada en participar, en defender su territorio, se ha vuelto apática”, lamenta Rivera.

Los matices de la transformación de Tepoztlán dibujan un panorama complejo: un pueblo que busca su identidad entre los vestigios de su pasado combativo y los desafíos de un presente que plantea preguntas incómodas y retos inevitables.

Lo que nos pesa es la gentrificación del pueblo, que es un desorden, y las autoridades, que no están haciendo nada. Hemos tenido problemas con las autoridades comunales, que se han vuelto dinosaurios y están haciendo lo que quieren”, dice Lázaro.

Uno de los problemas que tenemos ahora es el tema de la incertidumbre jurídica de la tierra. Tepoztlán no está regularizado conforme al artículo 56 de la Constitución y eso implica incertidumbre para los posesionarios de la tierra. Hay una total anarquía

En las raras ocasiones en que Lázaro y Javier se reencuentran, sus conversaciones a menudo retroceden en el tiempo, hacia aquellos días cargados de idealismo y acción colectiva.

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Mientras Lázaro labra sus tierras, una sonrisa de satisfacción cruza su rostro: sabe que la lucha fue más que justa, que dejó una huella indeleble en el tejido de su comunidad. Pero esa sonrisa también contiene un matiz de resignación, porque es lo suficientemente perspicaz como para entender que el Tepoztlán por el que lucharon ha experimentado transformaciones que ni siquiera sus esperanzas más audaces podrían haber anticipado.

El triunfo contra el campo de golf

En 2001, tras una épica contienda de siete años que entrelazaba luchas sociales y legales, la Suprema Corte de Justicia de la Nación finalmente emitió un fallo que dejó a los comuneros respirar en alivio: las tierras les serían restituidas.

Casi dos décadas más tarde, en 2019, un anuncio puso un sello de justicia a ese largo proceso. Los comuneros recuperarían 229 de las 280 hectáreas inicialmente destinadas para el desaparecido club de golf.

Y lo que es más, consensuaron ceder parte de esas tierras para la creación de una Universidad Benito Juárez bajo el auspicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, además de un Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario.

El compromiso también incluía la preservación del espacio como una reserva forestal y de cultivo, un cinturón verde en medio de un mundo que se urbaniza a pasos agigantados.

Para Lya Gutiérrez, el desenlace de este conflicto fue más que la simple salvaguarda de la tierra. En su opinión, fue esa resistencia obstinada contra cualquier inversión que pudiera distorsionar el tejido social y cultural de Tepoztlán lo que llevó al municipio a recibir, en el año 2011, la distinción de “Pueblo Mágico” de la Secretaría de Turismo.

“Ellos estaban rechazando todo tipo de inversiones que modificaran el carácter de Tepoztlán, pero gracias a eso hoy son un pueblo mágico”, reflexiona Gutiérrez.

Renuncia del gobernador fue una victoria para los comuneros

En el turbulento año de 1998, Morelos se sacudía bajo una nube de acusaciones que alcanzaban a su gobernador, Jorge Carrillo Olea.

Se le imputaban cargos tan graves como secuestro y homicidio por omisión, lo que eventualmente lo llevó a solicitar una licencia para separarse del cargo. Para Lya Gutiérrez, esta retirada no fue un mero episodio en la vida política del estado, sino un triunfo palpable para el movimiento de los comuneros de Tepoztlán.

“Había un clima tenso a nivel nacional, y en Morelos todo se juntó para irse contra Jorge Carrillo, manipulado desde la presidencia de la República de forma muy hábil”, comenta la periodista.

La dimisión de Carrillo Olea, a quien los tepoztecos habían señalado como su principal némesis, marcó un antes y un después para la resistencia local. Las manifestaciones más fervientes ya habían tenido lugar; los líderes del movimiento ya habían sido detenidos y liberados.

A partir de entonces, el ímpetu combativo del pueblo nunca volvería a alcanzar esa intensidad inicial.

Emmanuel Ruiz l El Sol de Cuernavaca

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