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La Opinión

Las protestas en contra del racismo inciden en la elección presidencial de Estados Unidos

Las posiciones de los candidatos presidenciales, Joe Biden y Donald Trump frente al racismo en Estados Unidos han sido radicalmente opuestas

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Jacques Coste
Joe Biden es un candidato popular entre la población afroamericana.

El 25 de mayo de 2020, en Minneapolis, Minnesota, un oficial de policía asesinó cobarde y cruelmente a George Floyd, un ciudadano afroamericano. A partir de ese día, se han desatado una serie de protestas en contra del racismo en múltiples ciudades de Estados Unidos.

En medio de estas protestas, se han visto todo tipo de imágenes: desde cruentos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los manifestantes, hasta oficiales de policía apoyando a quienes protestan; desde actos vandálicos y saqueos, hasta conmovedoras acciones de resistencia y civil. 

El detonante de las manifestaciones fue la violencia policial que se dirige de manera desproporcionada a los ciudadanos afroamericanos. La causa de fondo de las protestas es el racismo estructural y sistémico que sigue imperando en Estados Unidos. 

Pero, más allá de sus dimensiones históricas, sociológicas, económicas y jurídicas, el problema del racismo en Estados Unidos, que puso de relieve el homicidio de George Floyd, también tiene implicaciones electorales.

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En primer lugar, este episodio de violencia policial —uno entretantos que sufre día con día la comunidad afroamericana— cambió el eje central de la agenda electoral: el foco pasó de la respuesta de Trump frente a la crisis sanitaria y económica ocasionada por el Covid-19 a la segregación racial y las posibles acciones del gobierno para erradicarla. 

Este factor no se debe menospreciar ni tampoco sobredimensionar. Es decir, la crisis del coronavirus seguirá siendo un tema determinante para la elección de noviembre, pero su preponderancia en la agenda pública disminuirá y la primacía se dividirá entre ese tema y la cuestión racial junto con los asuntos que de ella emanan: la desigualdad económica, la impartición de justicia, la falta de oportunidades, el uso excesivo de la fuerza de los cuerpos policiacos, entre otros. 

Adicionalmente, se debe considerar la posibilidad de que, conforme los meses avancen, surjan otros temas de alto impacto electoral. Por ejemplo, si la dinámica de recrudecimiento de las tensiones geopolíticas y diplomáticas entre China y Estados Unidos continúa, es posible que este asunto adquiera más y más importancia para la campaña electoral de ambos candidatos. 

Una segunda implicación electoral del asesinato de George Floyd y las consecuentes protestas contra el racismo es una mayor diferenciación entre ambos candidatos. Las posiciones de Joe Biden y Donald Trump frente a estos hechos han sido radicalmente opuestas. 

Mientras que el primero se presenta como el candidato de la reconciliación nacional y simpatiza con la causa afroamericana, el segundo amenaza con utilizar a las fuerzas armadas para reprimir a los manifestantes que rechazan el racismo, a quienes describe como agentes radicales que aprovechan la coyuntura para causar disturbios e incentivar el crimen y la destrucción.

Biden caracteriza a este episodio de violencia policial como un “llamado para que la nación despierte” y se dé cuenta de que, en Estados Unidos, “el color de piel pone en riesgo la vida de las personas” y determina las oportunidades a las que tienen acceso los ciudadanos. 

Trump ha aprovechado estos hechos para reactivar la narrativa con la que ganó las elecciones de 2016 y tomó posesión de la presidencia en 2017: la de Estados Unidos es una sociedad distópica marcada por el crimen y la decadencia, y sólo un hombre fuerte —como él— puede restaurar el orden y hacer valer la ley. 

Con el objetivo de robustecer esa narrativa, durante los últimos días ha retomado conceptos que Richard Nixon —un presidente conservador y segregacionista— utilizó en su momento para referirse a las manifestaciones a favor de los derechos civiles y en contra de la guerra de Vietnam a finales de los años sesenta y principios de los 70: 

1) “Law and order” (ley y orden) para presentarse como un hombre fuerte dispuesto a restablecer el orden social y la estabilidad por medio de la fuerza. 

2) “Silent majority” (mayoría silenciosa) para argumentar que la mayoría de la sociedad estadounidense no es la que está protestando en las calles, sino la que permanece en sus hogares y “respeta la ley”. Aunque no es tan “ruidosa” como la minoría que se está manifestando, esa “mayoría silenciosa” es la que realmente representa al espíritu estadounidense. 

En tercer lugar, las manifestaciones han abierto la posibilidad de que la candidatura de Biden “prenda” y cohesione al ala progresista y al bando tradicional del Partido Demócrata. 

Hasta el momento, la candidatura de Joe Biden era sinónimo de oficio político y, hasta cierto punto, de un regreso al status quo previo a Trump, incluido el respeto a las normas y las instituciones democráticas. Esto no es poca cosa, pero tampoco resultaba atractivo para buena parte del electorado que esperaba propuestas más progresistas y novedosas.

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En otras palabras, muchos ciudadanos estaban dispuestos a votar por Biden para evitar que Trump obtuviera la reelección, pero no se sentían plenamente convencidos ni identificados con el candidato demócrata. 

Sin embargo, ahora, Biden tiene la oportunidad de abanderar la causa de la igualdad y la justicia raciales para que, así, su candidatura represente algo más que estabilidad política y respeto a las normas democráticas. 

Joe Biden es, de por sí, un candidato popular entre la población afroamericana, en parte, debido a que fue vicepresidente durante el gobierno de Barack Obama. 

Pero, si el discurso conciliador y empático que ha enarbolado en los últimos días mantiene su pulso y su mensaje en pro de la equidad racial, y si esa retórica se acompaña con propuestas concretas de leyes y políticas públicas que abonen a esta causa, su aprobación y su fuerza electoral en las comunidades afroamericanas en particular y en el electorado progresista en general pueden crecer hasta convertirse en el fiel de la balanza de la elección de noviembre. 

Una última consecuencia electoral de las protestas que se están viviendo en Estados Unidos es el aumento de la polarización político-social. Ahondaré en este tema en mi siguiente columna.

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