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Donald Trump acusa a la extrema izquierda de los disturbios en Estados Unidos

Donald Trump culpa a los anarquistas de extrema izquierda, conocida como Antifa, de alentar la ira en las protestas por la muerte de George Floyd

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Donald Trump acusa a la extrema izquierda de los disturbios en Estados Unidos
La extrema izquierda en Estados Unidos no quiere una posición política.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, colocó en el foco mediático a un grupo de antifasctistas de extrema izquierda conocido como Antifa, quienes radicalizaron sus protestas por la muerte hace una semana del  afroestadounidense George Floyd en las calles de Minneapolis.

Los activistas de la Antifa son a menudo identificados por Donald Trump y sus seguidores como “alt-left” y contrapuestos a la “alt-right” (derecha alternativa), que apoyan al gobernante y engloba a los grupos ultranacionalistas bancos. Ya el año pasado el presidente de Estados Unidos sugirió en un tuit que declarar a la Antifa como grupo terrorista “facilita a la policía hacer su trabajo”.

La Antifa es un movimiento de activistas cuyos seguidores comparten una filosofía y tácticas de extrema izquierda. De hecho, es imposible saber cuántas personas integran el movimiento o quién lo lidera. 

Sus seguidores dicen que es un movimiento secreto organizado por células autónomas locales de extrema izquierda.

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En años recientes, su presencia se ha dado a conocer en protestas contra la violencia y discriminación hacia la población negra en Estados Unidos. Una de las más sonadas fue durante la manifestación de ultraderecha “Unite the Right” en Charlottesville, Virginia, en 2017, organizada por grupos neonazis que hacían apología del racismo.

Los miembros de este movimiento antifascista han declarado oponerse a todas las formas de racismo y sexismo, así como a las políticas del gobierno de Donald Trump contra la inmigración y los musulmanes.

El grupo ha sido catalogado por analistas de distintos sectores como una organización de izquierda o de extrema izquierda, sus miembros se han focalizado en luchar contra la ideología de extrema derecha, más que en promover iniciativas que representen a un sector determinado del sistema político.

A diferencia de los movimientos o los partidos de izquierda convencionales, el grupo no busca conseguir cuotas de poder ganando elecciones o influyendo en la aprobación de leyes en el Congreso.

Con un fuerte discurso anticapitalista, sus tácticas han sido relacionadas con las de grupos anarquistas más que con la izquierda tradicional.

La Antifa no reniega sobre el uso de la violencia como un método válido para protestar en las calles, incluyendo la destrucción de propiedad privada y, en ocasiones, la violencia física contra sus oponentes.

En el últimos años  han participado en manifestaciones contra el líder de extrema derecha Milo Yiannopoulos, en protestas violentas el día en que Trump asumió el poder  y en los incidentes en Charlottesville.

Los miembros de Antifa forman parte de grupos muy diversos en distintos países, aunque aparentemente los más activos se encuentran en Estados Unidos, Reino Unido (bajo el nombre de Anti-Fascist Action) y Alemania (Antifaschistische Aktion).

En el caso alemán, el movimiento fue fundado en 1932 como un grupo de ultraizquierda creado para luchar contra los nazis.

Un año después, luego que Adolfo Hitler asumiera el control de Parlamento, fueron desarticulados y hacia fines de la década de los 80 se organizaron en respuesta a la creación de grupos neonazis tras la caída del muro de Berlín.

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La elección del magnate Donald Trump parece haber impulsado una especie de resurgimiento del movimiento Antifa, que incluso ha desarrollado nexos con algunos grupos anarquistas.

Según James Anderson, miembro del popular sitio web antifascista It’s Going Down, el interés del público en portal creció desde la llegada del magnate republicano a la Casa Blanca.

Las protestas por la muerte de Floyd, que falleció luego de que un policía blanco le presionara el cuello con la rodilla durante más de 8 minutos, se han expandido a más de 40 ciudades del país y en algunos lugares se han tornado violentas, obligando a imponer toques de queda en algunos casos. Anoche, la Casa Blanca fue el telón de fondo de incendios y disturbios por supuestos grupos de extrema izquierda.

Trump culpó a los “anarquistas liderados por Antifa” y a “Anarquistas de Izquierda radical” de alentar la ira en las protestas, en las que se reivindica un buen trato policial hacia la población afroestadounidense.

El fiscal general, William Barr emitió una declaración en la que aseguró que el Departamento de Justicia activará a las 56 oficinas de la Fuerza de Tareas Conjunta del FBI para identificar a “grupos radicales y agitadores externos” como la extrema izquierda que aprovechan para “seguir su propia agenda”.

Los críticos de Trump señalan que Estados Unidos no tiene una ley de terrorismo interno y que Antifa, una contracción de “antifascista”, no es una organización con un líder, estructura definida o funciones de membresía, por lo que Trump no podría definirla como “organización terrorista”.

“Cualquier intento de tal designación plantearía importantes preocupaciones de la Primera Enmienda”, dijo Mary McCord, Mary McCord, ex alta funcionaria del Departamento de Justicia estadounidense.

La representante demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, una acérrima crítica de Trump, se preguntó por qué el FBI no trata a los supremacistas blancos como grupos de terrorismo interno, y recordó que ella ha abordado el tema en el Congreso.

También la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU) criticó inmediatamente el anuncio de Trump y dijo que muestra que “el terrorismo es una etiqueta inherentemente política, de la que fácilmente se abusa y está mal utilizada”.

“No hay autoridad legal para designar un grupo (terrorista) interno”, agregó en un comunicado la directora del proyecto de seguridad nacional de Aclu, Hina Shamsi.

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