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La Opinión

La estrategia de Joe Biden es dejar que Donald Trump se hunda solo

El candidato del Partido Demócrata, Joe Biden destruiría si confronta al presidente de Estados Unidos, Donald Trump

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Jacques Coste
A Donald Trump le gusta estar en el ojo del huracán y protagonizar duelos verbales con sus oponentes.

Hasta el momento, la estrategia de Joe Biden para que el Partido Demócrata recupere la presidencia es sencilla: dejar que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se hunda solo.

Eso explica por qué la campaña del vicepresidente durante el gobierno de Barack Obama ha sido tan poco sonora y tan poco activa durante las últimas semanas.

Joe Biden sabe que Trump se siente cómodo en el terreno del enfrentamiento y la confrontación. Nada le gusta más al presidente de Estados Unidos que estar en medio del ojo del huracán, protagonizar duelos verbales con sus oponentes, mostrarse como hombre fuerte ante las cámaras y humillar con críticas, insultos y desacreditaciones a sus adversarios.

Biden también es consciente de que saldría perdiendo si se enfrasca en esta dinámica. El exvicepresidente no es un orador particularmente brillante, no tiene una personalidad vigorosa y es poco ágil para regresar los golpes retóricos que sus adversarios políticos le propinan. Esto quedó más que demostrado en los debates de las elecciones primarias demócratas.

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Pero aun así consiguió obtener (de facto) la candidatura presidencial de su partido. ¿Cómo? Además de algunos factores externos, lo logró explotando sus fortalezas y resguardando sus puntos débiles. Sus debilidades son las arriba mencionadas; sus fortalezas son una enorme experiencia política, su destacada gestión como vicepresidente de Barack Obama, el tener al establishment del partido a su favor y el ser frío y calculador.

Biden planea continuar por el mismo camino, al menos por ahora, para llegar a la Casa Blanca. Por eso, no está enfrentando abiertamente a Trump y sus críticas contra su gobierno no son tan frecuentes y tan enérgicas como podrían ser.

Si Biden decidiera confrontar a Trump, éste lo destruiría despiadadamente. Además, el criticar constantemente al presidente podría ser contraproducente, pues el electorado podría tacharlo de antipatriota y oportunista, al aprovechar la crisis del Covid-19 para atacar al gobierno y politizar la difícil coyuntura por la que atraviesa Estados Unidos.

La estrategia de dejar que Trump se hunda solo partió de otras dos premisas: 1) el manejo de la crisis por parte de la Casa Blanca será desastroso y 2) Trump es hábil en el arte del debate y sabe arengar a las masas, por medio de la exaltación de las pasiones y el nacionalismo de los electores; pero, con la imposibilidad de realizar mítines debido al coronavirus, el mandatario se sentirá incómodo teniéndose que comportar como un jefe de Estado tradicional.


En otras palabras, Biden asumió que las decisiones y los dichos de Trump frente a la pandemia serían erráticos y deficientes, y que el presidente se siente cómodo dirigiéndose a las masas en la plaza pública o debatiendo con un contrincante enfrente, pero no dando conferencias de prensa diarias en la Casa Blanca o pronunciando discursos sin un adversario frente a él.

Hasta el momento, el equipo de campaña de Biden no se ha equivocado en estos supuestos. En efecto, Trump ha cometido error tras error al manejar la crisis del Covid-19, tanto en términos discursivos como en términos de política pública.

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Por otra parte, Biden ha dejado que otros demócratas, más hábiles para debatir y con un estilo más frontal (como Andrew Cuomo, Barack Obama y Nancy Pelosi), hagan “el trabajo sucio” por él. Es decir, que sean estos personajes los que critiquen y cuestionen a Trump y su comportamiento
frente a la pandemia.

Por ahora, pareciera que la estrategia está funcionando. La mayoría de encuestas coloca a Biden por encima de Trump en las preferencias electorales y muestra una carrera cerrada en los “estados columpio” (swing states), esos que varían entre triunfo demócrata o republicano en cada elección, por lo que son fundamentales para que un partido u otro asegure la victoria en los comicios presidenciales.

Sin embargo, los analistas se preguntan hasta cuándo aguantará esta estrategia. Si bien ha sido exitosa hasta ahora, una ausencia demasiado prolongada de Biden puede ser contraproducente, ya que su campaña corre el peligro de desinflarse, al no recuperar la presencia mediática que
alguna vez tuvo, y el candidato se arriesga a que sus propuestas pierdan la atención, la confianza o el interés de los votantes.


Además, si no se modifica pronto, esta estrategia puede resultar costosa en términos de la cohesión de los demócratas. Los miembros del ala progresista de partido —muchos de ellos partidarios de Bernie Sanders— están a favor de un enfoque más crítico, enjundioso y combativo, por lo que la inacción de Biden puede causar descontento y desilusión en este sector.

Quizá con esto en mente, el equipo de Biden anunció recientemente nuevas incorporaciones, principalmente, para robustecer el área digital de la campaña y potenciar el uso de redes sociales.

Entre los nuevos miembros del equipo, destacan Robyn Kanner, el director creativo de la campaña de Beto O’Rourke, un demócrata texano cuya carrera política ha crecido como la espuma en muy poco tiempo, y Andrew Gauthier, uno de los asesores electorales de Kamala Harris, la popular
senadora por california que tiene aspiraciones de ser la compañera de fórmula de Biden.

Se especula si estos cambios en el equipo de campaña indican un cambio de estrategia. Quizá, ahora que varios estados de la Unión Americana están levantando la cuarentena poco a poco, Biden pase del “dejar que Trump se hunda solo” a una campaña más activa y crítica.

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