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Política

El Papa Francisco es más cercano a Latinoamérica que a México

La figura de Juan Pablo II pesa muchísimo, sobre todo en la generación arriba de los 40 años

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Hace una década, la Iglesia católica se recuperaba de la conmoción que significó “la renuncia” de Benedicto XVI, cuando el Papa Francisco llegó a ocupar la silla que alguna vez ocupó Pedro, aunque Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, es más cercano a Latinoamérica que a México.

“No se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los ‘carros y caballos’ de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la ‘columna de fuego’ que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer grande rumor”, fueron las palabras más contundentes de Francisco en México en 2016.

No hubo canciones, ni espejitos, ni avenidas a reventar para saludar por unos segundos al líder de la iglesia católica. En síntesis, lo que la generación millennial vio hace siete años con Francisco fue muy diferente a lo que vivieron sus padres con Juan Pablo II.

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“La figura de Juan Pablo II pesa muchísimo, sobre todo en una generación, quienes están arriba de los 40 años que les tocó vivir esto, los más jóvenes lo tienen como referencia pero no les tocó vivirlo”, explicó Felipe Gaytán Alcalá, académico de la Universidad La Salle.

Hace 10 años el mundo católico seguía recuperándose del shock que significó “la renuncia” de Benedicto XVI de la silla que alguna vez ocupó Pedro. El Papa de origen alemán renunció a su pontificado, siendo el tercer líder de la iglesia católica que dejaba el cargo en vida.

A la noticia le llegó otra que ilusionó a toda América Latina: el cónclave de cardenales eligió a Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, como el nuevo Papa de la iglesia católica.

De inmediato se supuso que este nuevo Papa, de origen jesuita, fortalecería las relaciones entre Latinoamérica con Roma, lo cual, a ojos de Gaytán sí ha sucedido, pero no de la forma cómo el católico de a pie esperaría.

El papa Francisco no ha sido cercano a México, ha sido cercano a América Latina en general, dijo Felipe Gaytán Alcalá, académico de la Universidad La Salle.

“Ha tenido visitas a Brasil, ha tenido misivas a los episcopados de los países, pero en términos populares, en el caso mexicano no ha sido tan arrasador como fue Juan Pablo II, la figura no ha sido tan imponente”, dijo el especialista.

Si se compara, en sus 27 años de pontificado Juan Pablo II visitó cinco veces nuestro país, mientras que Francisco en una década sólo ha venido a nuestro país una vez.

También distan mucho los entornos de las visitas. Mientras al Papa de origen polaco lo recibieron con la canción Amigo de Roberto Carlos (que aún es relacionada con Juan Pablo II), y con calles repletas con devotos católicos, al sudamericano los mexicanos lo recibieron de manera más tibia, sin un tema musical que haya trascendido y con calles que por momentos mostraban huecos en las vallas para proteger el paso del líder de la iglesia católica.

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La nota de la visita de Francisco no fue su encuentro con algún político o su homilía frente a la Virgen de Guadalupe, ni mucho menos el Papa poniéndose un sombrero charro, sino el discurso en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.

La mañana del sábado 13 de febrero de 2016 la plana mayor de la iglesia católica mexicana se presentó en la Catedral de la Ciudad de México para escuchar en primera persona el mensaje que su líder les daría. Más de uno saldría sorprendido del templo horas después.

“No se necesitan ‘príncipes’, sino una comunidad de testigos del Señor”, dijo su Santidad ese día.

Gaytán Alcalá explicó que este discurso, que fue para los líderes de la iglesia mexicana encabezada entonces por Norberto Rivera, es una clara muestra de cuál es la verdadera relación de Francisco con la comunidad de nuestro país: él no quiere ser una figura mediática, sino acercarse a la curia, es decir, la gente que conforman a la institución.

“Lo que ha tenido más cercanía con México es ordenar el tema de la curia mexicana porque nombra a algunos obispos que estaban a punto de jubilarse como arzobispos como Carlos Garfías, manda al retiro a Norberto Rivera y ponen a Carlos Aguiar Retes como arzobispo primado de México”.

El académico encuentra aquí una diferencia clave entre Juan Pablo II y Francisco, pues mientras con el primer personaje como Juan Sandoval Iñiguez, Onésimo Cepeda o el mismo Norberto Rivera tienen gran relevancia en la iglesia católica de nuestro país, posición desde la cual influyen en la política, con Francisco pierden poder.

También está el hecho de que durante su visita a Chiapas, el Papa argentino reivindica a Samuel Ruiz, obispo que jugó un papel clave en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas, sobre todo durante la revuelta zapatista en 1994.

Lo que tiene Francisco no es un liderazgo carismático, es un liderazgo pastoral, y qué significa esto, que a diferencia de Juan Pablo II que era la primera cara que veías, Francisco tiene un liderazgo al interior de la iglesia”, explicó Gaytán.

El académico también destacó cómo reaccionó el papa Francisco ante los casos de pederastia al interior de la institución, los cuales no son exclusivos de México. Mientras en nuestro país se acusa a Norberto Rivera de proteger a sacerdotes que abusaron sexualmente de menores de edad, Francisco puso un interventor en Los Legionarios de Cristo, una de las órdenes señaladas por este delito.

México, siempre fiel

Aún con su reducción de feligreses de los últimos años, México sigue siendo uno de los países más importantes para el catolicismo. Primero, porque después de Brasil es la nación con más creyentes con alrededor de 97 millones según el último Censo del Inegi; segundo, porque alberga la Basílica de Guadalupe, uno de los templos católicos más visitados del mundo; y tercero, aquí hay una fuerte tradición de formación de sacerdotes y religiosas.

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Por eso no es de extrañar que en sexenios pasados la Presidencia de la República tuviera un enlace oficial con la iglesia católica para tratar temas más de índole político. Aunque en la actual administración no existe esa oficina, eso no significa que el Papa haya dejado de ser un factor político.

En abril de 2018, cuando todavía era candidato a la presidencia, tras una reunión con los integrantes del Episcopado Mexicano, Andrés Manuel López Obrador propuso organizar diálogos para pacificar a México, y él invitaría al Papa a participar en ellos.

“Él ya ha participado en otros procesos de pacificación, con otras características desde luego, como en el restablecimiento de las relaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, o en el proceso de paz en Colombia, y ha estado participando en todo aquello que contribuye a la paz”, dijo el 13 de abril de 2018.

Los diálogos como los propuso López Obrador nunca se concretaron, pero no fue la última vez que lo usaría con intención política.

Previo a la conmemoración de los 500 años de la Conquista de México, López Obrador hizo público que mandó una carta al Papa y al Rey de España para que ambos pidieran perdón por los abusos perpetrados durante la Colonia; también propuso ante Naciones Unidas un plan de paz entre Rusia y Ucrania, el cual consistía crear un grupo de mediadores, entre ellos Francisco, y así terminar el conflicto bélico. De nueva cuenta, ambas propuestas no prosperaron.

“Lo utiliza de manera estratégica (al Papa), lo usa para consumo interno, el Presidente hace un cálculo: ‘si utilizo a la figura papal en consecuencia los católicos me van a respaldar’ (…) El Presidente tiene un discurso moral, por eso no se apoya en figuras políticas, sino en figuras morales”, dijo Gaytán Alcalá.

Destaca este uso político de una figura tan simbólica como es el Papa ya que Andrés Manuel López Obrador no es católico, sino que profesa la religión cristiana.

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Uno de los episodios más recordados de la pandemia fue cuando el Presidente aseguró que la protección que tenía contra el Covid-19 era una imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

“Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”, dijo durante una conferencia matutina en Palacio Nacional, cuando la pandemia azotaba al mundo entero.

También está la anécdota de que alguna vez comentó que en su cartera sólo llevaba 200 pesos y una estampa de la Virgen de Guadalupe, el mayor símbolo del catolicismo mexicano.

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El presidente López Obrador ha jugado con esto, sabemos que no es católico pero juega a veces a ser católico, con la Virgen de Guadalupe, con el papa Francisco, con esa no identidad religiosa, porque habla de Cristo en general”, añadió Gaytán.

Ese uso de símbolos católicos no lo ha salvado de fricciones con los católicos, ya sea de los más altos niveles como de los de a pie. Por ejemplo, cuando anunció la distribución de la Cartilla Moral, fue cuestionado por los obispos quienes reclamaron que si ya existía la Biblia, para qué editar otro texto.

O en temas más terrenales, como la violencia que sigue azotando a varios puntos del país, y que ha tenido su punto más delicado tras el asesinato en la Sierra Trahumada de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora en junio del año pasado.

Este crimen generó una gran crítica a la estrategia de seguridad del Gobierno federal llegando al grado que el Episcopado Mexicano demandó cambiarla ya que no estaba dando resultado.

Otro punto álgido, políticamente hablando, fue la visita del entonces nuncio Franco Coppola a Aguililla en abril de 2021, en pleno pico de violencia en la región de Tierra Caliente en Michoacán.

Lo importante de esta visita fue que el nuncio no sólo es el representante religioso del Papa en un país, sino el embajador del Estado Vaticano, es decir, un diplomático.

Otra de las reivindicaciones de la visita de Francisco a nuestro país fue la misa que ofreció en el Cereso 3 de Ciudad Juárez, el mismo que en enero pasado fue escenario de la fuga de una treintena de reos. En esa ocasión, el Papa destacó que uno de los mensajes de Jesús es brindarles la mano a los reos.

“En la capacidad que tenga una sociedad de incluir a sus pobres, a sus enfermos o a sus presos está la posibilidad de que ellos puedan sanar sus heridas y ser constructores de una buena convivencia”.

Quedan poco menos de 20 meses a la presidencia de López Obrador, tiempo en el que difícilmente cambiará la relación con la Santa Sede. Una vez que haya cambio de gobierno tal vez sí se modifique la postura de México, pero no al revés ya que como explica Gaytán, mientras los proyectos presidenciales son sexenales, los pontificados buscan la vida eterna católica.

Alejandro Suárez | El Sol de México

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