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La Opinión

ISIS-K sigue con mucho poder

Los líderes mundiales no pueden seguir durmiendo tranquilos mientras ISIS-K siga en las calles.

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El viernes pasado, tras el atentado al Crocus City Hall de Moscú que dejó al menos 137 muertos, vino a la mente de inmediato el ataque de hace casi nueve años al Bataclán, en París, con 130 muertos; y dos años después en el Manchester Arena de Inglaterra, durante un concierto de Ariana Grande, con 22 fallecidos; los tres ataques tienen el sello y autoría de grupo terrorista Estados Islámico (ISIS).

Todo el mundo sabe que Rusia está en guerra con Ucrania y las miradas de especulación voltearon de inmediato hacia Kiev, que sin dudarlo se desmarcó del ataque. “Ucrania nunca ha recurrido a métodos terroristas” para combatir a Moscú”, dijo el gobierno de Volodímir Zelenski.

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El mismo presidente ruso Vladimir Putin, quien se regodeaba los bigotes por su triunfo electoral, involucró casi de inmediato a Ucrania, pese a que la embajada de Estados Unidos le había advertido sobre posibles ataques terroristas detectados por sus servicios de inteligencia.

Putin rechazó las advertencias de la embajada estadounidense sobre atentados terroristas clasificándolas de “provocadoras” en un discurso ante el Servicio Federal de Seguridad (FSB), afirmando que “se asemejan a un chantaje descarado y a la intención de intimidar y desestabilizar nuestra sociedad“. Y se equivocó. Pero ¿quién se lo va a reclamar?

La célula de ISIS-K autora del atentado en Moscú nació en 2015 y desde entonces ha estado operando en Afganistán, Pakistán e Irán y tiene la autoría de al menos 21 atentados en Europa, también tiene presencia en África, Medio Oriente, Asia Central y el Sudeste Asiático.

La conexión entre el ISIS-K y su aparente grupo matriz ISIS nunca ha está del todo clara. Los afiliados comparten una ideología y tácticas, pero la profundidad de su relación –como la cadena de mando y control– nunca se ha establecido por completo. En 2018, fue clasificado como el cuarto grupo terrorista más mortífero del mundo.

La pregunta es ¿por qué atacó a Rusia? Y resulta que Moscú siempre ha estado en la lista de prioridades de ISIS-K, en buena medida por la ocupación militar de Afganistán por parte de Rusia en la década de 1980.

No solo eso, Moscú tiene un largo historial de represión de las comunidades musulmanas en Rusia, especialmente en el Cáucaso Norte. También han citado su papel como salvavidas del brutal régimen de Bashar al-Assad en Siria. O sea que según ISIS-K razones no le faltaban.

Además, muchos de los militantes del ISIS-K detenidos en toda Europa, incluida Rusia, en los últimos dos años han sido ciudadanos rusos y personas procedentes de Asia Central con vínculos con Moscú.

Las detenciones más recientes se produjeron este mes, cuando las autoridades rusas afirmaron haber impedido un atentado planeado contra una sinagoga en Moscú. Pero Putin vio la oportunidad de involucrar a Ucrania, porque esa estrategia le da manga ancha de seguir adelante con su proyecto expansionista.

Los atentados terroristas, incluidos los perpetrados en regímenes brutales como Irán, Siria, Bielorrusia o Rusia, son trágicos ataques contra personas de a pie que no tienen la culpa de las políticas de los gobiernos extremistas bajo los que se ven obligados a vivir, en ese sentido hay que señalar que no todos los rusos están de acuerdo con las políticas bélicas de Putin, pero al expresarlo son reprimidos.

Cuando son atacados, los regímenes autoritarios tienden a responder con represalias brutales que probablemente conduzcan a ciclos de violencia, con menos moderación y responsabilidad que en el caso típico de las operaciones antiterroristas en sociedades abiertas.

La toma de Afganistán por los talibanes, en agosto de 2021, y la retirada de las tropas estadounidenses del país situaron al ISIS-K en el punto de mira mundial, especialmente después de que el grupo orquestó un atentado mortal a las afueras del aeropuerto de Kabul, en el que murieron 13 militares estadounidenses y 170 afganos.

Fue la acción de mayor repercusión mundial del ISIS-K hasta esa fecha y suscitó la promesa de venganza del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Que por cierto no ha sucedido. Mientras tanto, esa organización terrorista se sigue haciendo más fuerte y poderosa por el miedo que infunde y su capacidad de sorpresa.

Al igual que su organización matriz, el ISIS-K pretende crear un “Estado islámico puro”, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), que describe la visión del grupo de un “califato global y transnacional” regido por la sharia.

El ISIS-K siente un odio mutuo hacia los talibanes y atrae a quienes tienen opiniones aún más radicales que el grupo islamista que gobierna Afganistán. Se niega a reconocer a los talibanes como líderes islámicos legítimos porque se apoya en una base estrecha “en lugar de comprometerse con una yihad islámica universal”, de acuerdo con el CSIS.

Los líderes mundiales no pueden seguir durmiendo tranquilos, mientras ISIS-K siga en las calles, aunque muchos especialistas en el tema señalan que está debilitado ese grupo, pues la muestra que no fue el pasado viernes, demostraron que no necesitan tener equipo tan sofisticado para provocar una matanza de civiles que son los menos culpables de todo. O usted ¿qué cree?

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