Política
El último de los hippies de México sobrevive en Tlaxcala
Con 74 años de vida y 57 de ser hippie, Jacinto conserva de manera original ese modo de vida surgido en los años 60
Al cumplir los 17 años, Jacinto García Jiménez conoció el movimiento hippie y decidió detener el tren de su vida y abandonar todo, menos la fotografía que todavía ejerce, de rollo, no digital.
Estrafalario, carismático y libre, desde hace 57 años ha querido ser él. No le importa la “falsa sociedad”. Aunque tiene una familia, prefiere vivir solo y hasta dormir en un árbol.
Jacinto, o Jasen como le gusta que lo llamen, comenta que ser hippie le ha permitido ser auténtico y sentirse cómodo con la vida.
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El paso de los años, el cambio de la moda y la llegada de nuevas tendencias hicieron que varios hippies abandonaran su estilo, pero eso no pasó con él, que mantiene su imagen, esa que podría parecer la de un desertor de la vida, pero que le ha hecho ganar halagos, ser aceptado en diversos grupos sociales y hasta que le pidan la foto del recuerdo.
En entrevista, Jasen recuerda que en 1964 era un adolescente de 17 años cuando tuvo su primer acercamiento con el movimiento hippie, el de la rebeldía social. En ese entonces se desempeñaba como fotógrafo y la “farándula” lo llevó a tener su primer contacto con el “hippismo” en Oaxaca, para adoptar esa doctrina de amor y paz que iba de la mano con la música y las personas.
A más de cinco décadas, no se siente atrapado en el tiempo, más bien, asegura que su estilo evolucionó para sentirse feliz y seguir vigente. Precisa que su vestimenta no transmite algún mensaje en particular, pero es distinta al resto de la comunidad.
Abandonó la fotografía social porque la tecnología lo alcanzó y fue desbancado por los teléfonos móviles, pero tampoco le importa. Él es feliz así.
“Cuando me acercaba a los eventos sociales y les ofrecía venderles la fotografía del recuerdo me decían que no, que la tomarían con su celular, ese fue el fin de mi oficio como fotógrafo, ahora lo hago de pasatiempo y me permite obtener algún dinero”, enfatiza.
Sin dejar su estilo propio, la vida de Jacinto dio un giro. Al ser la música una de sus pasiones, hace cuatro años cumplió el sueño de cantar en lugares públicos, oficio que le permite ganar algunas monedas.
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Ataviado de cuero negro y botas ahora se gana la vida cantando rock en inglés y en español en las calles principales de la capital de Tlaxcala, Apizaco y Zacatelco, pero también acude a San Martín Texmelucan, en Puebla.
Adora a Los Beatles, John Lennon es su admiración, y disfruta la vida a su modo. Cada miércoles canta en el mercado de la Loma Xicoténcatl y siempre empieza con “Imagine”. Y lo hace bien. La gente lo admira y lo apoya con lo que quiere o puede.
En el estado es un personaje reconocido por ser el único que mantiene y defiende su estilo hippie que se caracteriza por el amor, la paz y la libertad.
Actualmente tiene 74 años, su cabello es completamente cano y está consciente de que ya no es un joven, pero emocionalmente se siente fuerte y con el ánimo de cantar en las calles.
Ser hippie ha forjado en Jacinto una personalidad tranquila, sociable y amigable, aspectos que le han evitado muchos problemas.
“Pasé cuatro años en la cárcel acusado por el robo de una bicicleta, no cometí ese delito, durante el tiempo recluido no tuve pleitos con los internos, conseguí trabajo y al salir me otorgaron una carta de recomendación, logré irme a Estados Unidos a trabajar, vendí flores, globos y estuve en un restaurante”, relata.
Se expresa agradecido con la vida y con Dios, pues también es creyente y, aunque no pertenece a alguna iglesia, le gusta leer la biblia. De los siete hijos que procreó, ninguno tuvo la convicción de ser hippie, solo a dos de sus descendientes les gusta el rock, el resto es “fresa”, expresa.
Aunque dice que su familia no niega el parentesco, sí se avergüenzan de su estilo, incluso le han pedido cambiar su forma de vestir y dejar su oficio de “hippie y cantante callejero”. La convivencia con sus seres queridos, incluidos nietos y bisnietos, es como la de cualquier familia.
La mariguana fue parte del movimiento hippie, pero no como una adicción u obligación, aclara, más bien como un recurso de relajación e inspiración. “La juanita es lo de cajón, la que siempre ha existido y la más consumida en este ambiente”.
Jacinto afirma llevar ya 10 años sin consumir bebidas embriagantes porque le hacen perder el control del cuerpo, pero la mariguana, asegura, mantiene la funcionalidad de sus sentidos.
“Cuando veo a jóvenes ‘chemeando´ (se refiere a otras drogas) les aconsejo que lo dejen, que les hará mucho daño, uno o dos años de vida y no hay más, pero cada uno sabe lo que hace con su cuerpo, si toman mi consejo está bien, ellos saben lo que hacen”, puntualiza.
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