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La basílica de Nuestra Señora de la Misericordia es reflejo de una ciudad moderna como Apizaco

La basílica tiene poco menos de un siglo

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TLAXCALA,Tlaxcala. Comenzó a construirse en 1930 y ahora la majestuosa basílica de Nuestra Señora de la Misericordia se impone con su arquitectura ecléctica en medio de la modernidad que vio nacer a la ciudad de Apizaco.

Este templo de casi un siglo se mantiene como un estoico referente religioso y cultural de la vida en su municipio, además de resguardar entre sus muros una peculiar colección de arte sacro que ha protagonizado distintos pasajes de valor histórico.

La narrativa de la vida religiosa en Apizaco data de 1873, año en que se pensó en el levantamiento de un primer templo católico dedicado a San José. Una construcción con techumbre de lámina a dos aguas del cual solo se conservan vestigios.

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Aun con sus modestas dimensiones y sencillos materiales de construcción, ese primer oratorio fue elevado a parroquia durante su año de consagración y, para dotarla de mayor trascendencia, la catedral de Puebla le donó una pintura de la Virgen de la Misericordia creada por el artista poblano Francisco Morales.

La obra de arte, réplica del óleo de Giuseppe Soleri que se encuentra en la ciudad italiana de Rimini, ilustra el rostro de la Virgen con algunos rasgos adecuados a la tradición mexicana para ser adoptada por los apizaquenses como su santa patrona.

Ese primer escenario religioso, ubicado en la esquina que forman la avenida Cuauhtémoc y el actual bulevar 16 de Septiembre, duró poco más de medio siglo, pues bajo el entendido de que la ciudad estaba destinada a convertirse en un modelo de urbanismo y progreso, Adolfo Sebastia, el párroco en turno, planteó la configuración de un santuario de amplias dimensiones en 1929 para rendir pleitesía a la Misericordia.

Ante la falta de recursos para desarrollar un proyecto de gran escala, autoridades religiosas integraron una comisión para visitar las instalaciones del ferrocarril y pedir apoyo de quienes en ese entonces eran los artífices del desarrollo civil.

Fue así como el ingeniero Miguel Pardo abrazó el propósito, diseñó la estructura y dio fe a la colocación de la primera piedra del nuevo templo el 21 de diciembre de 1930.

Dentro de la identidad de Apizaco, el trazo urbano es vital. En ese sentido, la construcción de la actual basílica de Nuestra Señora de la Misericordia representó una perspicaz continuidad al proyecto de ciudad que inició en el siglo XIX bajo el sello de los ingleses.

Miguel Pardo pensó en una armadura que fuera capaz de recuperar la majestuosidad de las grandes edificaciones europeas, pero con la proporción requerida por el naciente pueblo en el espacio que le fue destinado desde su fundación.

En ese sentido, no es casualidad que el Apizaco posea un templo distinto al de otras cabeceras municipales, que en su mayoría ostentan más de dos siglos de historia, sin mencionar los innovadores materiales empleados para la época.

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El acero fue elegido para amortiguar el peso que propina las dimensiones del coloso, mientras que el forrado se dispuso en cantera gris proveniente de las regiones de Santa Úrsula Zimatepec y San Martín Xaltocan.

Esta ingeniosa composición permitió crear una iglesia esbelta y armónica de 50 metros de altura desde el piso hasta lo alto de las agujas de sus dos torres inspiradas en el arte gótico del siglo XII, las cuales obligan al visitante a elevar la vista al cielo y crear una alegórica cercanía con la divinidad.

Para optimizar recursos y garantizar seguridad, la visión ingenieril de Miguel Pardo se orientó en una construcción sólida a base de arcos y columnas. Tanto en la fachada como en los accesos de luz cabe destacar la indiscutible aportación de la arquitectura romana clásica en sus arcos de medio punto que embellecen la pieza en su totalidad.

Además, esta característica es la responsable de la exquisita iluminación que atestigua el paso del tiempo con un sueve baño de luz que ingresa por sus altos ventanales y avanza lentamente por su interior desde que sale el sol hasta el ocaso.

Por su parte, la cúpula central es la definitoria para consolidar la obra como arte tanto por su eficiencia estructural como por el misticismo que implica admirarla desde abajo en una suerte de bóveda celeste.

Imponente y definitiva, la composición arquitectónica invita a recordar que sus creadores no están destinados a la tierra, sino que deben apuntar hacia arriba, hacia el paraíso.

El inesperado fallecimiento del padre Adolfo Sebastia en 1932 no frenó la intención de la feligresía que apadrinó los primeros trabajos de la basílica, pues el liderazgo de la parroquia y la construcción quedaron a cargo del nuevo párroco Marcial Águila González, a quien se le atribuye la culminación del ambicioso proyecto, así como el empuje de fe necesaria para crear comunidad en Apizaco.

La mano de obra de los ciudadanos fue un pilar en la concreción de los planos, pero recaudar fondos para los materiales fue el titánico trabajo que se impuso la Iglesia a partir de entonces.

Pastorelas, obras de teatro y recitales se celebraron durante años en el salón contiguo al templo para juntar dinero y avanzar el monumento metro a metro. Incluso, la memoria colectiva recuerda la participación solidaria del cómico y actor Mario Moreno “Cantinflas”.

El 22 de junio de 1952, la Iglesia organizó un festival taurino en la plaza de toros de Huamantla, con la intervención del artista de cine mexicano en el ruedo a beneficio de la obra, acto que quedó para la memoria colectiva por los derechazos del personaje y el aguacero que recibió a los aficionados aquella tarde dominical.

La década de los 50 fue crucial, durante esos años se estrenaron las tres puertas de madera del acceso principal, las cuales fueron elaboradas y donadas por el gremio de ferrocarrileros, así como los confesionarios, celosías y las 60 bancas de madera tallada por Antonio Moreno García, entonces estudiante del taller de carpintería de la secundaria general Héroe de Nacozari.

En el bautisterio se situó la puerta de acero del primer templo de la ciudad como un recuerdo de la evolución física y la permanencia espiritual.

Por otro lado, fue colocada la campana que hasta el día de hoy cuenta las horas con su solemne repique. Para ello, fueron compilados diversos metales valiosos que los fieles de Apizaco donaron y fundieron en un domicilio particular con la grabación de la leyenda “Misericordia centenario del milagro de sus ojos” con fecha del 12 de mayo de 1950.

La hazaña se relata en el levantamiento de la campana en la torre del lado sur, para lo que se empleó un sistema a base de poleas y una cuerda de acero tendida desde un camión de carga lleno de costales de maíz. En la torre paralela, por su parte, se colocaron tres carátulas de reloj proveniente de Zacatlán, para lo que se tuvo que perforar la piedra.

En 1961 se dieron por concluidos los trabajos de construcción de la nueva parroquia, que fue entregada por el ingeniero Rodolfo Centeno y dos años más tarde elevada a basílica por el papa Paulo VI.

El padre Marcial Águila no solo concretó la edificación de la basílica de Apizaco, sino que se perpetuó en su historia misma al dejar como legado la creación de su identidad moderna.

En 1954 hizo la gestión correspondiente en Roma para llevar a cabo la coronación pontifica de la imagen de Nuestra Señora de la Misericordia, fiesta que reunió a más de 25 mil fieles de todas partes del mundo, a pesar de que en ese entonces la iglesia se encontraba a tres cuartos de su construcción.

El acontecimiento despertó la euforia de los creyentes y, a partir de ese momento, el lugar se convirtió en referente religioso de Tlaxcala. Además, se estableció el 12 de mayo como su fiesta oficial, fecha en que se atribuye a la Virgen el milagro del movimiento ocular en el santuario de Rimini.

Como iglesia moderna, la basílica de Nuestra Señora de la Misericordia es un espejo de su tiempo, en el que las tradiciones centenarias desempeñan un papel importante, al igual que la innovación.

Las opulentas instalaciones de las iglesias de épocas anteriores han dado paso a un nuevo minimalismo donde en lugar de una sobrecarga sensorial hay una reducción a lo esencial, lo que deja espacio para la experiencia trascendental: el encuentro con Dios.

Pero el sitio también se ha convertido en escenario de conciertos, festivales y actos públicos, sin dejar de lado que su silueta es la postal por antonomasia del municipio.

Ayer era la ilusión de unos cuantos apizaquenses y hoy, con la visita diaria de 200 mil personas en medio de la algarabía citadina, puede asegurarse que su misión se ha cumplido, pues el sueño no muere cuando se conquistan las miradas del suelo al cielo. Con información de Jorge Vargas Rosano, Fernando Flores López y Adrián Gutiérrez Pérez.

Adolfo Sebastia, el párroco en turno, planteó la configuración de un santuario en 1929 para rendir pleitesía a la Misericordia. Fue así como el ingeniero Miguel Pardo abrazó el propósito, diseñó la estructura y dio fe a la colocación de la primera piedra del nuevo templo el 21 de diciembre de 1930.

En 1961 se dieron por concluidos los trabajos de construcción de la nueva parroquia, que fue entregada por el ingeniero Rodolfo Centeno y dos años más tarde elevada a basílica por el papa Paulo VI.

El Sol de Tlaxcala

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