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La Opinión

La guerra de Israel y Palestina es una rivalidad tan vieja como su historia

Israel multiplicó el tamaño del territorio bajo su control al quitarle a Egipto la península del Sinaí y la Franja de Gaza; los Altos del Golán a Siria; y Jerusalén Este y Cisjordania a Jordania.

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Hace una década tuve la oportunidad de estar en Israel, sólo al llegar a esa parte del mundo la percepción de las cosas cambia completamente, en el aeropuerto internacional Ben Gurión la seguridad era extrema y las recomendaciones son pocas para hacer lo que se debe como visitante.

En mi experiencia, un agente aduanal me detuvo en el aeropuerto y me cuestionó la razón de mi visita. Me preguntó sobre mi idioma natal: contesté que español. De inmediato dejó de hablar inglés para seguir interrogándome durante unos cinco minutos, que haciendo honor a la verdad, se me hicieron una eternidad.  

Los enfrentamientos entre israelíes y palestinos son tan viejos como sus propias historias, desde que los británicos tenían el control de Palestina (1920-1948) y quizá antes, pero en la era moderna ese episodio marcó las bases del conflicto que se vive hoy y que ya deja cerca de 188 muertos. 

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El asunto es que la gente vive en una normalidad, que podríamos llamar tensa. Con medidas de seguridad endosadas dentro de las risas, el trabajo, la escuela, la diversión y en todo lo que representa el día a día en en ese país.

En aquella visita, puede comprobar como las calles son patrulladas de manera cotidiana por hombres y mujeres jóvenes vestidas de militares, para proteger la supuesta tensa tranquilidad. 

Por ejemplo, si necesitas entrar a un centro comercial eres sujeto de una revisión exhaustiva, el argumento es que no portes algún tipo de explosivo en un lugar concurrido. Como ya ha sucedido en más de una ocasión de gente que decide inmolarse para reivindicar su causa, generalmente personas árabes, aunque no es una regla.  

Otra medida que llama mucho la atención son las sirenas y refugios públicos y privados instalados por todo Israel. Tienes entre 10 segundos y hasta un minuto, para protegerte en uno de esos lugares dependiendo el área en donde te encuentres.

La gente de Israel que nos acompañó en aquella ocasión, nos platicaba como las normas de construcción fueron modificadas, hoy es obligatorio tener en tu edificación un cuarto especial reforzado con dobles paredes y con provisiones para un mes, como mínimo, ante un eventual conflicto como el que hoy se vive.

Se nos mostró como un misil artesanal del Movimiento para la Resistencia Islámica Hamas cayó en en un escuela del lado israelí y provocó un boquete, ese colegio sigue funcionando y tiene en la zona del impacto una especie de ojo, que está ahí para no olvidar las medidas de seguridad que deben adoptar en su normalidad.

Otro parteaguas en este conflicto fue la guerra árabe-israelí de los Seis Días (1967), el conflicto relámpago ocurrido hace más de medio siglo entre Israel, Egipto, Jordania y Siria que cambió, sin duda, para siempre Medio Oriente. Transformó el tablero geopolítico de la región y muchos de sus efectos aún se sienten.

Israel multiplicó el tamaño del territorio bajo su control al quitarle a Egipto la península del Sinaí y la Franja de Gaza; los Altos del Golán a Siria; y Jerusalén Este y Cisjordania a Jordania.

El mapa de Medio Oriente cambió más dramáticamente, en junio de 1967, que en cualquier otro momento desde los acuerdos Sykes-Picot de 1916, mediante los cuales Francia y Reino Unido se distribuyeron áreas de influencia en las zonas que pertenecían al Imperio Otomano, cuya derrota en la I Guerra Mundial ya anticipaban.

Pero, cuando vistas Israel ese es uno de sus principales reclamos, lo reducido que es su territorio, tienen unos 470 kilómetros de largo y apenas 135 kilómetros de ancho en su punto más amplio. 

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Es por eso que los israelíes están de manera sistemática construyendo asentamientos, que luego son desarrollados y que tienen cara de todo, menos de ser improvisados; eso permite que el territorio israelí vaya ganando espacio y, por el contrario, provoca el enojo de los palestinos.

Sin duda, uno de los lugares más enigmáticos y con alta carga de energía es Jerusalén, que hoy y siempre, reclaman los movimientos palestinos como su posible capital ante un estado propio que no existe, pero que también Israel considera como su capital, pese que no ha conseguido todo el respaldo internacional.

Es muy singular que en una misma zona, Jerusalén, convivan musulmanes, judíos y cristianos ortodoxos, el lugar alberga los principales más sagrados para sus religiones, en el área del Muro de las Lamentaciones, puedes escuchas como suenan las campanas cristianas o los altavoces musulmanes.

Ahí se encuentra también la Ciudad Vieja donde hay un mercado y todos los días se cruzan personas de las tres religiones, ya sea para vender o para comprar, en una estampa que al menos en apariencia, no te remite al odio enconado que hoy se manifiestan en las calles, en las plazas y en el aire.

Pero que seguro existe y sólo necesita una brasa para extenderse, como sucedió en 1987, cuando estalló la primera intifada (insurrección de palestinos contra las fuerzas de Israel), desde entonces ambos polos han cometido miles de barbaridades, sin importar que en ello les vaya la vida.

La génesis de este nuevo capítulo del conflicto podría situarse a inicios del Ramadán, el mes sagrado musulmán, cuando las fuerzas de seguridad israelíes instalaron barricadas en las escalinatas de la Puerta de Damasco, entrada a la Ciudad Vieja, para evitar que los fieles se aglomeraran en ese lugar en los tradicionales encuentros posteriores al ayuno.

La medida despertó el malestar entre los palestinos, principalmente entre los jóvenes, que protagonizaron manifestaciones durante las noches, luego de los rezos, para reclamar la reapertura del espacio. Luego de varias jornadas de incidentes, la Policía israelí revirtió la decisión y liberó la Puerta de Damasco.

No es posible en este momento señalar a un culpable de extender esa brasa, pero la crisis política que vive el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, que lo puede dejar fuera del poder y quitarle su inmunidad ante las acusaciones de corrupción que pesan sobre él y su esposa sea un motivo. Y la apuesta por el caos sea la opción.

Del otro lado, Hamas, aliado de Irán y eterno enemigo de Israel, también parece perseguir sus objetivos políticos. De acuerdo a expertos, en la confrontación, el grupo islamista busca fortalecer su liderazgo en la Franja de Gaza y en la política palestina y destronar al presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, que pospuso las elecciones legislativas, inicialmente programadas para mayo.

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