Negocios
Buenos libros y buenos… chilaquiles
Además de ofertar libros nuevos y viejos, de editoriales independientes y especializados, hay librerías que te invitan a prolongar la experiencia
Entre bodegas y cajas llenas de ejemplares, hallazgos que se convirtieron en regalos por parte de su abuelo o tripas -estampas y cosas que están en libros usados-, Selva Hernández López, librera, editora y directora de Ediciones Acapulco, se siente afortunada de pertenecer a una familia donde siempre se ha visto a los libros más allá de sus historias.
“Conforme fui creciendo me di cuenta de que ese legado -el de los libros- ha construido mis decisiones, mi forma de ver la vida, la forma en la que abordo mi profesión; todos los ejercicios y las prácticas que tengo con los libros y también todo el aprendizaje. Cada vez que la familia se reúne empieza el tema de las librerías, de qué estrategias, de qué forma tenemos que trabajar cada quien, y siempre lo he considerado mi gran escuela”, contó.
Selva Hernández comenzó a trabajar con sus papás cuando tenía 12 años, desde entonces se percató que la labor de un librero también implica limpiar, sacudir, y cargar cajas, es un trabajo muy físico, más que intelectual, aunque también hace que aprendas el conocimiento de una forma casi natural, incluso también resiliente.
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En la calle de Antonio Sola 67A, casi en el corazón de la Condesa, pasando un microbús abandonado al que los vecinos han llamado Marcelina, se ubica Antonia. La Oficina del Libro.
Un pizarrón con el anuncio de chilaquiles y libros, además de fragmentos del Romance Sonámbulo de Federico García Lorda, con el “verde que te quiero verde” te invitan a pasar y querer probar, sí, claramente, unos chilaquiles verdes.
Elegir si quedarte sentado a la sombra que da en la mesa de la entrada, en el jardín al final de la librería, o en una mesa en el pasillo para mirar los libros de la sección de Cocina, Historia o Jardinería, es apenas una de las interrogantes que te harás. Las otras vienen después, cuando el aroma del café o el pan te distraen antes de elegir la salsa de los chilaquiles.
“Es un lugar que resurgió en agosto de 2020 en medio de la pandemia porque tuve que cerrar una librería que perteneció a mi madre. Se llamó A través del Espejo (…) Para mi fue un proceso muy doloroso porque no solamente era el proyecto de mi madre, que yo quería que siguiera para siempre, sino que tuve que hacer una mudanza fuertísima. Tenía, primero como 100 mil ejemplares”, contó.
Para poder hacer la mudanza, se hicieron varios remates y aunque se vendieron muchísimos, lo mejor de lo que quedó, se puede ver en Antonia, una librería que ya existía, pero solamente ocupaba el garaje de la casa donde vivía con sus hijas.
Tiene un diseño tradicional de la zona, un jardín enfrente y patio atrás, con espacios amplios e iluminados, “idóneo para librería”, relató la librera. Además, sillas entre los pasillos, incluso en el baño hay una selección de libros que sigue una paleta de color y temas peculiares.
“Antes de que llegara la pandemia y el confinamiento, yo ya tenía planeado abrir los espacios para empezar a hacer talleres y exposiciones y esto se combinó con la necesidad de un nuevo lugar.
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“Decidimos poner también lo que combina muy bien con las librerías que es servicio de cafetería. Entonces decidí ahora que abrí Antonia no sólo hacer la oferta de café, sino también de chilaquiles”, algo que, recordó Selva Hernández, empezó como un chiste en el remate de la Librería A través del Espejo.
Puedes pedir chilaquiles verdes, rojos, de frijol y la receta secreta que es “ni verdes, ni rojos, sino todo lo contrario”. Si decides quedarte a comer un poco más, en el menú también encuentras mole, tortas y frijolitos preciosos; ya para el postre, unos cuentos clásicos, algo de la gráfica de Posada o incluso uno de Borges, con la portada amarilla que combina con el mantel. Remata con pasteles y galletas caseros y si la lectura te inspira a escribir, también tiene productos de papelería.
“Cada vez más creo que las librerías son mucho menos un lugar para encontrar los libros que estás buscando y mucho más un lugar para encontrar cosas que no estabas buscando. Para descubrir, experimentar, observar, leer, oler también. Es para muchísimo más que solamente ir por algún libro en específico”, comparte Selva Hernández.
Finalmente, agradeció a la pandemia: “uno, que no me haya contagiado ni a mí, ni a nadie de mi familia cercana, con la que trabajo; y por otra parte, abrirnos estos espacios íntimos de complicidad y conversación”.
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