:)

Inteligencia Artificial

Yast: Un “neo artista” que hace graffiti de alto formato

Yast no está preocupado por mantener el anonimato.

Published

on

Yast: Un “neo artista” que hace graffiti de alto formato

Cualquier habitante de la Ciudad de México que sea más o menos observador, ha visto las imágenes, que se dejan ver sobre todo en el costado de algunos edificios.

Son pentagramas, crucifijos, serpientes, lunas y personajes con cuernos y colmillos, generalmente de gran tamaño y siempre pintados en colores rojo, blanco y negro.

Lee: Distrito de Arte Doctores: Los 500 murales de los artistas urbanos que buscan la libertad

Muchas de esas pinturas, que contrastan con el resto del paisaje urbano, escurren un exceso de pintura en la parte inferior, lo que las hace más enigmáticas. En algunos casos también hay letras, no siempre con un mensaje claro.

El autor de esas pinturas se hace llamar Yast y se define a sí mismo como un “neo artista” que hace graffiti de alto formato.

Sólo me fijo en las medidas de un graffiti normal o de una pintura normal, no lo quiero llamar muralismo, sólo graffiti de alto formato”, nos dice mientras lo acompañamos una noche en la que terminará una de las pintas que dejó pendientes.

Intento crear una vertiente entre la pintura y el graffiti, pero como siempre debe ir en la calle, eso me hace un generador de graffiti. Todo lo que hay detrás es pintura… Pero mi onda va en la calle, si no pierde todo el sentido para mí”. 

La locación donde quería pintar la noche de nuestro encuentro parece muy iluminada y además hay una patrulla a escasos cien metros. Para evitar que terminemos todos en el Ministerio Público nos lleva a otro sitio, en una zona menos concurrida del sur de la ciudad.

Después de ingresar sigilosamente al lugar, que es un edificio abandonado, nos avisa que podríamos encontrarnos con otras personas en el inmueble.

Es muy común encontrarse con gente que se mete, sobre todo a robar o a dormir”, aclara.

En cuanto llegamos a la azotea del edificio, Yast inspecciona la zona y se cerciora de que no nos esté viendo alguien. En el edificio hay vigilantes, pero están muy lejos de donde nos encontramos. Hace frío y mientras saca sus latas de pintura y sus rodillos, enciende un porro.

Y entonces comienza a realizar sus primeros trazos, entre el frío de enero y ante la mirada expectante del equipo que lo acompaña.

En algún momento nos pregunta qué fue lo que nos llamó la atención de sus pinturas, a lo que respondemos que lo enigmático de las imágenes y su originalidad, que hace que destaque de todo lo demás que hay pintado en las calles.

“Justo así empezó esto, porque yo tenía una banda de amigos con los que hacíamos roller y aún no teníamos un estilo marcado, pero siempre la intención fue, que entre más grandes fueran las pinturas, tendríamos un impacto mayor… O sea, en lugar de hacer mil de estas, si sólo hacemos diez o veinte en lugares precisos, eso causará un conocimiento y un reconocimiento”.

Anteriormente vivía en Zacatecas y fue ahí cuando empezó a hacer este tipo de pinturas. Recuerda que la cuarta que realizó era un pentagrama, el cual comenzó a llamar mucho la atención en el centro de esa ciudad, al grado de que un periódico local publicó una nota que decía: “Aparecen presuntas pintas satánicas en el Centro Histórico”.

Con el tiempo esa sería una de las reacciones más comunes de algunas personas que se tropiezan con su arte. Pero más que satanismo hay una afición por los símbolos y sobre todo por la estética, como él aclara:

La idea de hacerlo así partió de que me gusta la teología, la alquimia y quizá la brujería, no lo sé…” 

Después se mudó a la Ciudad de México, donde comenzó a hacer sus primeras pintas con el estilo que ahora lo caracteriza.

Considera que desarrolló rápidamente su propia técnica, en parte porque en ese entonces trabajaba de pintor durante el día, y recuerda que fue en las nuevas salidas a pintar, donde ya estaba interesado en hacer algo “más estético o más perfecto, por decirlo de algún modo”.

Sobre los símbolos que pinta, asegura que cuentan historias. Por ejemplo, en las primeras pinturas que compartió en su página de Instagram entre 2016 y 2018, se leen los hashtags #NOMÁSCARTASPARATI, #SOMOSLAOTRAESCUELA o #MIS29AÑOS.

“Cada uno significa algo para cada filosofía, entonces como que generaba historias conforme los acomodaba, pero ahora ya lo hago más por estética, por ejemplo entre la serpiente y la cruz, o el ser y el no ser, el hombre y la mujer, etcétera… Pero es más la estética, porque si me clavo pues ya sería otra cosa”.

Dice que su estética debe ser oscura, acorde con la música que escucha.

En algún punto de la charla, Yast se percata de que hay más personas a lo lejos, y que probablemente nos puedan ver, por lo que nos alejamos de esa ubicación y elegimos otra más apartada.

Te recomendamos: Con graffitis, ONG luchan para dar visibilidad a personas en situación de calle

La fauna nocturna

Yast cuenta que durante sus excursiones a las alturas, se encuentra con todo tipo de personajes, desde vigilantes hasta vagabundos y por supuesto policías.

“Cuando estuve pintando en varios lugares de la colonia Juárez, de pronto pasó que me empecé a encontrar con la misma vagabunda; después me metí a las oficinas del ISSSTE y me encontré con unos vatos que estaban robando el aluminio, cuando me vieron me preguntaron qué hacía ahí y yo les dije que sólo andaba pintando, pero después me los volví a encontrar y me dijeron: ‘Ah sí, ya vimos que tienes una pinta en tal lugar y otra en tal parte’”.

“Fue algo chido, todo el tipo de comunicación que se dio con esa gente, aunque quizá no estuviera dirigido a ellos… Creo que las respuestas que he tenido de ellos son las que más me han gustado”, añade.

También lo han hecho firmar que no está haciendo santería.

Y como la mayoría de sus pinturas las hace en azoteas, algunas veces los vecinos le preguntan qué está haciendo, entonces trata de charlar con ellos y les pregunta si tienen problema con que lo haga, para irse. “Y ya si me dicen que no, pues le sigo”.

Por otro lado, si la policía lo ve, primero les aclara que no está robando ni haciendo otra cosa, y si todo sale bien, les da para un refresco y sigue con lo suyo. Algunas veces va acompañado de alguna amiga, lo que es bueno si lo encuentra la policía, que entonces suele pensar que sólo está pasando un momento romántico.

Eso sí, los azules pueden ensañarse más si le encuentran la marihuana, que por cualquier otra razón. Lo peor que le ha pasado es que se lo lleven detenido unas horas o que lo golpeen, aunque dice que en realidad no es tan común que lo vean.

No piensa en el anonimato

Si bien Yast, como cualquier artista urbano, no publica todos sus datos personales, tampoco está preocupado por mantener el anonimato, como hacen otros colegas.

“Si te pones a investigar, pues obvio das conmigo, pero no creo que sea tan importante como para querer guardar el anonimato. Y de todos modos si te fijas no firmo mis obras”.

Yast también ha trabajado para agencias o galerías que le piden trabajos específicos, además de que hizo algunas pinturas para una banda llamada Sacrifice y quizá le gustaría hacer algo para el Muertho de Tijuana, aunque dice que lo mejor es trabajar en sus propias ideas y no por encargo.

“A mí al menos se me hace como prostituirlo, no sé si estaría bueno sacar una prenda sólo por vender, sería complicado”.

Le da otra fumada a su porro y continúa:

“Siempre me llevo un toque, dependiendo del tiempo que me vaya a tardar, que pueden ser tres o hasta seis horas”.

Además de haber trabajado como pintor, también es plomero, de hecho actualmente trabaja por las mañanas en una dependencia relacionada con el agua, aunque también se financia con la venta de sus propios cuadros.

Aparte de la Ciudad de México y Zacatecas, también ha pintado en ciudades como Guadalajara y Cuernavaca. Dice que le gustaría ir también a Tijuana o Monterrey.

“Lo voy a seguir haciendo acá durante unos meses y ya después quizá quiera ir a brincar el charco”, concluye.

Alejandro Castro | Extra | El Sol de México

Publicidad

Trends

Publicidad