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Política

Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, Salvador Allende en su último discurso

Antes de la dictadura de Augusto Pinochet, el presidente de Chile dio un entrañable mensaje a los chilenos durante el golpe de Estado

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La historia política de Chile no puede ser contada sin Salvador Allende Gossens el primer presidente socialista de ese país elegido por vía democrática que el 11 de septiembre de 1973 murió en el palacio de La Moneda, en medio del golpe de Estado orquestado por Augusto Pinochet.

A partir de ese momento, los chilenos se encontrarían sometidos durante 17 años a una dictadura que dejó un sinnúmero de violaciones a los derechos humanos y miles de desaparecidos que aún representan la huella de la violencia y la injusticia.

La figura de Salvador Allende adoptó la forma de un héroe para el mundo, ya que el presidente chileno se encerró en una oficina de La Moneda y antes de verse sometido por el ejército de Pinochet decidió jalar el gatillo de su arma y terminar con su vida.

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Antes de abandonar la existencia y la idea de un Chile libre, dio un último mensaje transmitido por la estación de Radio Magallanes.

El último discurso de Salvador Allende

Salvador Allende se rehusó a rendirse ante los militares chilenos, con casco y armado, se resistió hasta el último segundo cuando los bombardeos en el palacio comenzaron y evacuó a la gente que se encontraba en el lugar.

Al inicio del discurso reprochó la deslealtad y la traición del Ejército de Chile y advirtió a los ciudadanos que esa era la última ocasión que tendría para dirigirse a ellos.

“Esta será seguramente la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron (…)”, dijo Allende.

En su mensaje final, Allende se dirigió a los trabajadores, a las mujeres, a los campesinos y a los estudiantes, y agradeció la confianza depositada en él en las urnas y sostuvo con firmeza que su lealtad era recíproca con el pueblo y la defendería con su vida.

“Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente”, añadió.

Momentos antes de su final, Salvador Allende pidió a los chilenos fortaleza y fe sobre un futuro en el que volverían a ser hombres libres y compartió que un pueblo no debía dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puedía humillarse.

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Éstas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición, finalizó Allende.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!”

Vania Solís l El Sol de México

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