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Seguridad

Así detuvieron hace 34 años al líder sindical petrolero La Quina en Tamaulipas

Cuando lo detuvieron, le dijeron ‘dígales a esa gente que acabe la asamblea -permanente- porque si no vamos a venir a barrer a sangre y fuego a la gente’

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TAMPICO, Tamaulipas. Conocido como La Quina, la detención hace 34 años de Joaquín Hernández Galicia, considerado el líder moral del sindicato petrolero, generó un cambio en la historia de la relación de poder y control entre los sindicatos y el gobierno federal.

 La Quina nació el sábado 12 de agosto de 1922, en el barrio de la Huaca, Veracruz, siendo aún bebé llegó con sus padres a vivir a pocos metros de Playa Miramar, en el sur de Tamaulipas.

A principios de la década de los 50 comenzó a laborar en la refinería Francisco I. Madero e ingresó al Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) de donde como recuerdan sus amigos, siempre quiso ser el líder, objetivo que consiguió.

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El 10 de enero de 1989 fue aprehendido por el Ejército Mexicano en su domicilio de Ciudad Madero, acusado de homicidio y acopio de armas.

“Ese señor es el diablo”, le advirtió sobre Carlos Salinas

El 1 de diciembre de 1988, Carlos Salinas de Gortari, se convirtió en presidente de México, como era costumbre los dirigentes de los sindicatos tenían que ir a saludar al mandatario nacional, aunque con La Quina la relación era más que tensa.

Mauro Estrada, escolta del entonces líder petrolero, recuerda que “el saludo” entre su patrón y Salinas ocurrió a principios de enero de 1989.

El jefe de seguridad que lo acompañó en las reuniones privadas con presidentes como José López Portillo y Miguel de la Madrid le advirtió que Carlos Salinas no le daba confianza.

“El día 3 de enero a darle el abrazo al presidente y el día 10 de enero nos amoló. Yo se lo dije a Don Joaquín, ‘ese señor tiene cara de diablo, hay que tener cuidado con ese señor’. (Joaquín le dijo) no tengas miedo, no pasa nada”, declaró.

La mañana del 10 de enero: un duro golpe al Sindicato Petrolero

Como era costumbre, Mauro llegó el martes de 10 de enero de 1989 a la casa de su patrón, ubicado en la calle San Luis de la colonia Unidad Nacional en Ciudad Madero, quien junto a su esposa Carmen Correa se arreglaban para ir a un desayuno; aún no eran las ocho de la mañana y le causó extrañeza no ver el tradicional ir y venir de trabajadores del sindicato.

“No estaban, me dio mala espina, ¿dónde está fulano?, ¿dónde está sutano?(…) Ocho y fracción vi un camión de los soldados que venía de frente por la calle San Luis y mire para atrás, vi otro y oí zumbido de camiones, llegaron en T”, recordó.

“Me preocupé, ¿qué pasa? Ya cuando se bajaron tiraron balazos, le dieron al transformador”, añadió.

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María de Lourdes Hernández Correa se encontraba muy cerca haciendo ejercicio cuando escuchó un estruendo por lo que se apresuró a la casa familiar, donde asegura su hermana y su sobrina estuvieron a punto de morir a consecuencia de la explosión.

Vi a los soldados apuntando como en pie de lucha, algunos parados, otros acostados y dije ‘qué está pasando’. A mi mamá la aventaron los soldados le dieron un culatazo, la golpearon”, dijo.

Relató que alertado por su esposa, Hernández Galicia -quien iba vestido únicamente con ropa interior- caminó hacia su oficina donde lo estaban esperando.

“Lo subieron al camión y le pusieron un arma, mi papá decía ‘mi mujer, mi esposa, mi hija, ni nieta’. ‘Cállese, todo está bien’, le pidieron un pantalón a mi mamá, se fue descalzo, le pusieron unas chanclas y así se lo llevaron”, apuntó.

Yo, por brincarme la cerca para protegerlo, me bajaron a puro trancazo, tiraron balazos, se oyó un estruendo grande como de una granada -el presunto bazucazo- Me subieron amarrado a un camión como costal de papas”, agregó Mauro quien estaba en el exterior de la vivienda y que fue trasladado junto con su jefe y 34 hombres más vía aérea hacia la Ciudad de México.

Acusan de tortura emocional y psicológica a las autoridades

Una vez en la ciudad capital, la familia del extinto líder, asegura que este fue víctima de una tortura psicológica debido a que lo obligaban a escuchar las torturas de sus compañeros.

“Él estaba en una habitación con la puerta abierta y el veía a pasar primero caminando a sus compañeros de infortunio y después de oír toda la tortura el veía como les jalaba el agua a un excusado, ya los veía que los traían con los pies arrastrando”, aseveró Joaquín Hernández Correa.

Aunque Mauro fue el único de los 35 coacusados quien permaneció hasta el final con el líder petrolero, dijo que no culpa a los demás, ya que fueron sometidos por las torturas.

“Me golpearon, lo que querían que dijéramos es que don Joaquín nos mandó a matar al ministerio público; Gerardo Antonio Zamora Arrioja”, afirmó.

“Yo estaba bien golpeado, me quebraron los dedos, le dije: los golpes son gratis, quieren que nos espantemos’” narró el hombre que cuidó a su jefe en el Reclusorio Oriente durante los 11 años que estuvo tras las rejas.

El día en que Pemex se detuvo, una protesta a su favor

Con la captura de La Quina, la producción petrolera se detuvo, los trabajadores se concentraron en una asamblea permanente que amenazaba con dejar de extraer y producir el petróleo.

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“A lo mejor sí lo hubieran soltado si hubiéramos aguantado un poco más. Joaquín mandó a decir que levantáramos la huelgas, que no quería que el Ejército hiciera una matazón y que además la empresa no tenía la culpa”, consideró Porfirio Gutiérrez Aldana, quien fue secretario del Trabajo del Sindicato.

Joaquín Hernández Correa, hijo del exdirigente, señaló que lo que querían evitar era una matanza entre obreros y autoridades.

“A mi papá le dijeron ‘dígales a esa gente que acabe la asamblea -permanente- porque si no vamos a venir a barrer a sangre y fuego a la gente’”, sostuvo.

Hace 11 años en prisión y la promesa de no volver a Tamaulipas

Once años después del 10 de enero, La Quina abandonó la cárcel bajo amenaza de no regresar a su casa en Ciudad Madero y por un tiempo así permaneció.

“Hasta el último hálito de su vida, luchó para poder obtener lo que tanto quería que era seguir ayudando a la gente para hacer calles, hacer escuelas, ayudar a tanta gente, aunque no fuera petrolera”, enfatizó María de Lourdes.

Después de 34 años de “El Quinazo”, Joaco, cree saber porque sobre la memoria de su padre pesan algunas historias crueles y negativas.

“Muchos líderes a la fecha no quieren que se les recuerde con cariño porque es una pauta de comparación de lo que hizo mi padre con lo muy poquito que ellos han hecho”, recalcó.

Parece que después de más de tres décadas poco queda de la obra y detención de La Quina, sin embargo, los claros y los oscuros de Hernández Galicia es parte de una historia que no se borra del movimiento petrolero en México.

Mariela Macay | El Sol de Tampico

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