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La Opinión

Una historia de tragedias en Haití

El 27 de julio de 1915, el presidente de Haití, Jean Vilbrun Guillaume Sam fue asesinado por una turba enfurecida después de esconderse en la embajada francesa

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Desafortunadamente tuvo que ser asesinado el presidente de Haití, Jovenel Moïse, para que el mundo volteara hacia esa nación que lleva décadas colapsada, ha soportado varios sismos y huracanes; una epidemia de cólera llevada por los Cascos Azules, quienes se les acusa de una ola de violaciones a menores y una extrema pobreza fomentada en buena medida por las dictaduras de los Duvalier.

Aunque Haití fue el primer país en conseguir su independencia en la región en 1804, nunca ha podido consolidar un sistema democrático maduro, los gobiernos siempre han estado sorteando revueltas y súmele usted que en la región casi nadie habla su idioma, que es el creolle, una variación del francés.

Además, en Haití no se trata del primer magnicidio. El 27 de julio de 1915, el presidente Jean Vilbrun Guillaume Sam fue asesinado por una turba enfurecida después de esconderse en la embajada francesa.

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Así es que el país caribeño ha sufrido décadas de inestabilidad política crónica desde el fin de la dictadura de Jean-Claude Duvalier en 1986, quien fue expulsado por un levantamiento popular y entonces el Ejército tomó el poder.

“Baby Doc” se convirtió en presidente vitalicio a los 19 años de edad en abril de 1971, después de la muerte de su padre, François Duvalier, conocido como “Papa Doc”, quien llegó al poder en 1957 durante unas elecciones amañadas, estableciendo rápidamente un régimen dictatorial apoyándose en los “tontons macoutes”, su milicia personal.

Después de 25 años de exilio en Francia, Jean-Claude Duvalier regresó a Haití en 2011, al año siguiente de un devastador terremoto. Muere en 2014 de un infarto, sin haber sido juzgado a pesar de que la justicia haitiana había abierto unos meses antes una investigación en su contra por crímenes de lesa humanidad.

El 30 de septiembre de 1991, el sacerdote salesiano Jean-Bertrand Aristide, elegido mandatario en 1990, es derrocado por un golpe militar y se exilia. Cuatro años después es restituido en el poder por una intervención militar estadounidense y termina su mandato en 1996, después de haber disuelto las Fuerzas Armadas de Haití (FADH), cuya historia estuvo marcada por golpes de Estado. René Préval le sucede.

De nuevo jefe de Estado desde 2001, Aristide se ve otra vez obligado a dejar el poder en 2004, esta vez bajo presión de Estados Unidos, Francia y Canadá, por una insurrección armada y una revuelta popular. Se exilió en Sudáfrica.

Durante dos años, el país quedó bajo el control de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que desplegó nueve mil 500 Cascos Azules y policías internacionales.

En 2006, René Préval es nuevamente elegido presidente. Al día de hoy, sigue siendo el único líder haitiano que ha terminado los dos mandatos autorizados por la Constitución.

Llegó el turno para Michel Martelly, exfigura del carnaval elegida presidente en 2011, restaurar las fuerzas armadas de Haití en 2015. El 7 de febrero de 2016 finaliza su mandato sin sucesor tras la cancelación de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en octubre de 2015 por disputas y fraude masivo.

Tras una larga crisis electoral, en enero de 2017 se confirma la elección del empresario Jovenel Moïse en una nueva votación en noviembre de 2016. El periodo de su mandato se convirtió en fuente de enfrentamiento político.

Moïse sostenía que su mandato duraba hasta el 7 de febrero de 2022, pero otros afirmaban que terminaba el 7 de febrero de 2021. El desacuerdo se debe a que Moïse fue elegido en una votación anulada posteriormente por fraude. Un año después volvió a ganar las elecciones.

El pasado 7 de febrero, el presidente Moïse había anunciado que la Policía arrestó a más de 20 personas a las que él acusó de intentar asesinarlo y derrocar a su gobierno, incluido el juez de la Corte Suprema, Yvickel Dabrézil, apoyado supuestamente por líderes opositores que exigen la renuncia del mandatario.

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A esta extensa inestabilidad política hay que sumarle el aumento de la violencia provocada por el incremento de pandillas que se dedican principalmente al trasiego de drogas de Venezuela y Colombia con rumbo hacia Estados Unidos.

El puerto de Gonaïves ha sido el epicentro de las operaciones del narco y ha registrado varias revueltas en contra del gobierno en turno, pero incluso se habla que no hay droga de Sudamérica que no pase por esa zona.

Tampoco se puede dejar de mencionar, que más de dos mil mujeres en Haití, muchas de ellas menores, fueron víctimas de abusos sexuales por parte de las fuerzas de paz desplegadas por la ONU en la pequeña isla desde 2004 hasta 2017, según un estudio.

De acuerdo con los testimonios de las denuncias, los militares y otros funcionarios de las delegaciones de Naciones Unidos encargados de restablecer la paz en la zona habrían mantenido encuentros sexuales con incluso niñas de 11 años, aprovechándose de la pobreza y miseria que varios años de guerra civil y catástrofes meteorológicas han provocado entre la población.

La tarde del 12 de enero de 2010 fue otro día trágico, Haití quedó en escombros. Un terremoto de magnitud 7.0 golpeó al país, causando la muerte de unas 316 mil personas, una cifra que nunca se había visto en el mundo por este tipo de desastres naturales.

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Además de la tragedia por la pérdida de vidas, el terremoto destruyó la capital, Puerto Príncipe, devastó la infraestructura y generó una grave crisis económica que se tradujo en más pobreza e inseguridad.

Tras el terremoto, en Haití surgió un brote de cólera –que no se había registrado en el país en más de un siglo– el cual causó la muerte de más de 10 mil haitianos entre agosto y octubre de ese año.
Poco tiempo después se conocieron evidencias que apuntaban a que el cólera había sido llevado a Haití por las propias fuerzas de la Minustah.

Hoy los sospechosos del magnicidio apuntan para muchos lados, entre otros, para los opositores, para las pandillas, la Policía, incluso para el primer ministro Claude Joseph –quien iba ser relevado por Ariel Henry– y además era un abierto opositor de las política de Moïse.

De los ejecutores sólo se sabe que eran extranjeros que hablaban inglés, Criolle y español, pero ellos en todo caso son mercenarios pagados por alguien, hasta el cierre de esta edición se habla de 28 capturados, entre colombianos, haitianos, estadounidenses y faltaban ocho de capturar.

Lo cierto es que el enemigo puede estar acechando en casa, perder la gobernabilidad de un país o abusar del poder con decisiones totalitarias puede resultar muy caro. O usted ¿qué cree?

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