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La Opinión

Haití se desmorona y nadie le ayuda

Las cosas en Haití no parece que tengan una solución a corto, mediano o largo plazo, tendrían que intervenir las naciones con poderío militar para estabilizar

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El ataque a la penitenciaría de Puerto Príncipe, en Haití, era sólo cosa de que las pandillas se decidieran, no es que el fin de semana se hayan sublevado, ya en julio de 2021, mataron al presidente Juvenal Moïse y antes ya tenían bajo su control el trasiego de drogas, que tiene como principal destino Europa. 

En esa prisión vivían casi cuatro mil presos, entre esa comunidad, estaban líderes de las principales pandillas e incluso los autores materiales del magnicidio que dejó acéfalo el gobierno, ya de por sí, debilitado, tras el paso de dos sismos, un huracán, brotes de cólera y una serie de abusos sexuales encabezados por los Cascos Azules de la ONU.

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El domingo sólo quedaban en la Penitenciaría Nacional de Puerto Príncipe un centenar de presos de los cerca de 3 mil 687 que había antes del ataque de las bandas armadas, explicó Espérance. Se desconoce cuántos presos se fugaron, agregó.

Cuando se piensa que lo peor ya pasó en Haití, suceden nuevas atrocidades que se suman a las que ya tenía ese país considerado el más pobre de América Latina, no es que no haya solución a las miles de situaciones que vive esa nación caribeña, más bien, nadie en el mundo se ha tomado la atención de ayudarlos.

Ni siquiera Estados Unidos, los haitianos conforman uno de los flujos más altos de indocumentados que tratan de llegar a esa nación para buscar mejores condiciones de vida o huyen de las pandillas, que han hecho de Haití una nación sin ley, donde sólo se hace lo que ellos dice y cuando lo dicen.

Puerto Príncipe está sometida a violentos ataques de las pandillas que afirman querer la renuncia del primer ministro Ariel Henry, quien se encuentra fuera de la capital.

Las bandas, agrupadas bajo el lema “Vivir juntos”, realizan ataques coordinados en Puerto Príncipe en contra de lugares estratégicos como la cárcel, el aeropuerto internacional y varios edificios policiales.

La semana pasada, el secretario general de la ONU Antonio Guterres sopesó la importancia de lograr una “solución política” en Haití, por encima de la activación de la fuerza multinacional que autorizó el Consejo de Seguridad para enfrentar a las pandillas que asolan al país.

“Necesitamos un progreso político efectivo para una solución política”, dijo a su llegada a San Vicente y las Granadinas para participar en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Pero esas son sólo palabras en los hechos, esa nación se desmorona todos los días y nadie toma la batuta para salvarla.

En enero, la ONU dijo que más de 8 mil 400 personas fueron víctimas de la violencia de las pandillas en Haití el año pasado, incluidos asesinatos, heridos y secuestros, más del doble de las cifras observadas en 2022, eso es lo que más ha hecho Naciones Unidas, bueno a lo mejor no es tan bueno que se acerquen a la nación caribeña, porque tiene cuentas pendiente por la ola de abusos sexuales a menores por parte de los Cascos Azules.

Este nuevo brote de violencia tomó vuelo después de que las tensiones fueron en aumento en los días previos al 7 de febrero, una fecha simbólica para los haitianos, ya que marca el fin de la dictadura que inició François Duvalier y continuó su hijo Jean-Claude hasta 1986 y es la fecha en la que tradicionalmente los presidentes haitianos toman posesión de su cargo. 

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El repetido fracaso en la celebración de elecciones, no solo presidenciales sino también legislativas, significa que Haití no ha tenido un solo funcionario gubernamental electo desde que expiró el mandato de los últimos senadores electos en enero de 2023. En pocas palabras, cada vez se hunde más el barco haitiano.

La frustración y la furia por el vacío político, así como por los importantes niveles de violencia, que según cifras de las Naciones Unidas han desplazado internamente a casi 314 mil personas, han alimentado las protestas.

Además, casi la mitad de la población, 4.7 millones de haitianos, padece de hambre aguda. En la capital, unas 20 mil personas viven en condiciones de hambruna, según la ONU, y el cólera está resurgiendo.

Algunas zonas de la capital, Puerto Príncipe, que está rodeada de montañas, están controladas o regularmente aterrorizadas (algunas estimaciones dicen que el 80%) por pandillas fuertemente armadas.

Estas bandas, con nombres en criollo haitiano como “Kraze Barye” (Barrera-Aplastadora) y “Gran Grif” (Gran Garra) han estado robando, saqueando, extorsionando, secuestrando, violando y matando durante los últimos dos años. El asunto es que lo que roban también se va a terminar y entonces qué va a pasar.

Puede ser que la mancha delictiva empiece a permear República Dominicana o pequeñas células de las pandillas se comienzan a mudar hacia México y Estados Unidos para diversificar sus ingresos a través de la violencia y el tráfico de drogas.  

También es posible que ya esté sucediendo, cada vez con más frecuencia en el centro de la Ciudad de México se aprecia en las calles a gente haitiana, muchas buscando un permiso para viajar hacia Estados Unidos, pero muchos otros buscan asentarse en suelo mexicano, para muestra un botón, la  “Pequeña Haití, en Tijuana”.  

Las cosas en Haití no parece que tengan una solución a corto, mediano o largo plazo, tendrían que intervenir las naciones con poderío militar para estabilizar esa nación, que prácticamente todos los días vive una nueva calamidad. O usted ¿qué cree?

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