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La Opinión

INE se defiende bien de los golpes de AMLO

Los consejeros del INE, Lorenzo Córdova y Ciro Murayama salen a defender a su institución de los embates de Andrés Manuel López Obrador

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Jacques Coste
López Obrador acusa que el IFE, ahora INE, tramó el fraude electoral de 2006.

En lo que va del sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador no ha dejado de desacreditar y denostar al Instituto Nacional Electoral (INE) y a sus consejeros.

Califica al INE como una institución excesivamente costosa, superflua y cómplice en los supuestos fraudes electorales del pasado, y se refiere a sus consejeros como si fuesen miembros de “la burocracia dorada”: funcionarios lejanos a la gente y a la realidad de México, cuyo único fin es
enriquecerse a costa del erario público.

Además, se ha encargado de difundir, en el imaginario colectivo de su base, la narrativa del fraude electoral de 2006. Según López Obrador y sus seguidores, él fue el verdadero ganador de la elección presidencial de ese año, pero el entonces IFE se la robó para entregársela a Felipe Calderón.

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El lopezobradorismo ha comprado esta narrativa y la tiene como verdad incuestionable. Esto ha reforzado los prejuicios que mucha gente tiene respecto al INE y ha exacerbado la desconfianza en los resultados electorales a partir de 2006.

Cuando la Presidencia de la República dio a conocer el documento fundador del famoso Bloque Opositor Amplio (BOA), un documento sin credibilidad alguna, el INE estaba incluido dentro de la coalición de actores políticos que buscaban “desestabilizar” a la 4T.

Esto es sumamente nocivo para la democracia mexicana: ¿qué credibilidad puede tener el árbitro electoral, si el propio presidente de la República lo cataloga como opositor al régimen?

Esto abre la puerta a toda clase de especulaciones y permite que, si Morena obtiene un mal resultado electoral en 2021, atribuya su derrota a la parcialidad del INE.

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Preocupaciones adicionales surgen debido a tres factores:

1) el INE ha sido una de las víctimas más notorias de los recortes presupuestarios que han caracterizado a la actual administración

2) John Ackerman, el lopezobradorista más lopezobradorista de todo el lopezobradorismo,
forma parte del Comité Técnico que evalúa a los candidatos que buscan ocupar los asientos que se renuevan dentro del Consejo General del Instituto

3) en lo que va del sexenio, ha habido rumores de distintas iniciativas legislativas que, de hacerse realidad, mermarían la autonomía del INE.

Los consejeros del Instituto, especialmente Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, han sido muy vocales y activos para defender a su institución frente a los embates del presidente López Obrador y sus huestes.

Córdova y Murayama han sido criticados por este activismo, por aparecer constantemente en medios de comunicación para defender al INE y por usar un lenguaje frontal y duro —si bien respetuoso y democrático— para estos fines.


Estas críticas se fundamentan en la idea de que quienes encabezan al árbitro electoral no deberían de participar en actividades políticas y deberían limitar al mínimo su intervención en el debate público nacional.

También se cimientan en la idea de que los consejeros del INE no habían sido tan asiduos participantes de la discusión pública durante otros sexenios.

Se equivocan quienes sostienen esos argumentos, pues sus ideas no son aplicables para la realidad política actual.

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Las instituciones que se han quedado de brazos cruzados, sometiéndose a los parámetros tradicionales de imparcialidad y restricción de las actividades políticas, han terminado por ser debilitadas por el lopezobradorismo, ya sea mediante recortes presupuestarios o por medio del nombramiento de personajes cercanos al presidente en los puestos clave de esas instituciones.

El ejemplo más claro es el de la CNDH. Luis Raúl González Pérez, antiguo presidente de la Comisión, se comportó “institucionalmente” y limitó al mínimo su activismo político en defensa de la CNDH.

Ahora, Rosario Piedra Ibarra encabeza la Comisión, la cual ha perdido vitalidad, capacidad e independencia en los últimos meses.

Poco podía hacer González Pérez para evitar este nombramiento, pero una defensa más sonora de la CNDH al menos hubiera dificultado que Piedra Ibarra desmantelara la institución apenas al tomar posesión del cargo.

Los consejeros del INE no están participando en política por iniciativa propia. En otros sexenios, no lo hacían porque no era necesario, ya que no tenían que lidiar con las constantes críticas del Ejecutivo federal.

Si el presidente López Obrador y sus seguidores cuestionan la legitimidad del INE y lo desacreditan constantemente, ¿qué se puede esperar?, ¿que los consejeros se queden callados y no respondan?, ¿que asistan pasivamente al debilitamiento del Instituto?

Los consejeros siempre han defendido al INE en términos democráticos y racionales, jamás han incurrido en ataques retóricos y nunca se han posicionado junto a los partidos de oposición ni han cuestionado al presidente López Obrador o a Morena.

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Es decir, aunque han mantenido una posición firme y decidida frente a los embates presidenciales, se han defendido apegándose a sus atribuciones, sin exceder sus facultades, sin fomentar la polarización y sin participar en la dinámica político-partidista.

El INE es un activo invaluable de la democracia mexicana: su actuación como árbitro electoral ha permitido tres alternancias en el poder (PRI-PAN con Fox, PAN-PRI con Peña Nieto y PRI-Morena con AMLO) y tiene la ventaja de que, aunque organiza las elecciones, quien finalmente las vigila
son los ciudadanos.

Por eso, los consejeros hacen bien en defenderlo. No podemos darnos el lujo de que el Instituto pierda su autonomía y sus capacidades institucionales solamente por la actitud revanchista del presidente en turno.

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