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Los rarámuri son los pies ligeros de la Sierra Tarahumara

Poseen una gran resistencia física con la capacidad para correr más de 100 km sin parar

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CHIHUAHUA, Chihuahua. Los corredores rarámuri son un ejemplo excepcional de cómo una tradición cultural puede mantenerse viva a través de la práctica de habilidades físicas debido a una capacidad nata de recorrer distancias extremadamente largas en condiciones desafiantes por escarpados terrenos montañosos, profundas barrancas y a temperaturas extremas, sea calor o frío.

Así se sobrevive en la Sierra Tarahumara del estado de Chihuahua y así lo han hecho por siglos los habitantes de las cuatro etnias: rarámuri, pimas, tepehuanos y guarijíos pero la más numerosa y que defiende sus usos y costumbres es la rarámuri que se distingue por sus corredores con reconocimiento a nivel internacional.

Conocidos como pies ligeros caminan y corren para mantenerse en contacto entre sus comunidades distantes entre sí, una visita al doctor puede implicar tres o cuatro horas de camino, otras más para ir a cosechar el maíz que es su principal alimento, ir a cazar o a los pozos por agua, por esparcimiento de los niños y por su estrecho contacto con la naturaleza.

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Un grupo de rarámuri que en los años 90 decidió salir de la Sierra y participar en maratones como el de Nueva York hizo la diferencia. El mundo volteó a verlos hasta para estudiarlos por su capacidad para correr más de 100 kilómetros sin parar y los científicos siguen estudiando por qué no padecen enfermedades comunes en las zonas urbanas como la hipertensión o la diabetes, incluso si su corazón o pulmones son más grandes.

El uso de huaraches les permite desarrollar una biomecánica de carrera única modificando su forma de correr, con pasos más cortos y una mayor absorción de impactos que disminuyen la tensión en las articulaciones y los músculos

Lo cierto es que sin un plan de entrenamiento físico, ni siquiera el uso de tenis, ellos caminan y corren de manera cotidiana, niños y grandes hasta descalzos o con sus característicos huaraches que amarran hasta la pantorrilla.

De acuerdo con un estudio elaborado por la UNAM, la adaptación a la altitud en la sierra ha llevado a que los rarámuris extendieran la producción de glóbulos rojos y una mayor capacidad de oxigenación de la sangre, lo que es beneficioso para realizar carreras de larga distancia.

A decir de los expertos, su dieta basada en alimentos naturales como maíz, frijoles, chiles, aguacates y nopales proporcionan una nutrición equilibrada y con alto contenido de carbohidratos que se transforma en energía, lo cual favorece la resistencia y la salud en general.

Se establece asimismo que el uso de huaraches les permite desarrollar una biomecánica de carrera única modificando su forma de correr, con pasos más cortos y una mayor absorción de impactos que disminuyen la tensión en las articulaciones y los músculos.

Nada casual que en las carreras de larga distancia llamadas ultramaratones han sido precisamente el terreno donde los famosos pies ligeros se han colocado en medalleros, destacado por su atuendo ellos con un blusón y una tágora de manta a manera de calzón amarrado a la cintura con una faja y una banda en la cabeza y ellas con una blusa, varias faldas y una pañoleta alrededor de la cabeza.

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Hombres y mujeres de acero poseedores de una gran resistencia física que han dejado huella en el planeta. Para ellos, en el nombre llevan la penitencia, pues rarámuri en español quiere decir corredores a pie y lo hacen en este plano de vida y el que sigue, ya que no velan a sus muertos, los entierran sin lápidas y el círculo cercano de esa persona corre para acompañar a su espíritu, a que trascienda y no se quede atascado como un ánima en pena.

Todo empezó con los Chacaritos y los Churos, como llaman de cariño a Cirildo Chacarito y Victoriano Churo, esos corredores que en 1997 fueron los primeros rarámuri en participar en el Ultramaratón de California donde no eran favoritos y debían recorrer 160 kilómetros de veredas y montañas en San Gabriel, cerca del condado de Los Ángeles.

A los originarios de Panalachi, municipio de Bocoyna, los acompañó el sacerdote jesuita Javier El Pato Ávila de la Diócesis de esa región y sólo les dijo a “ése tienen qué seguir”, se refería a Ben Hian, un marine estadounidense que sí era el favorito.

Y eso hicieron, seguirlo y Chacarito ganó para sorpresa de cientos de atletas de diferentes nacionalidades que veían sus huaraches hechos por ellos mismos con gomas de neumático como una rareza y no entendían cómo amortiguaban el paso en el terreno hostil. Menos que no usaran ropa con fibras absorbentes.

Cirildo y Victoriano habían ido porque el padre Ávila les dijo que se trataba de correr y con ese objetivo fueron, se les hizo “cortita” la competencia y cuando le dijeron a Chacarito, entonces de 52 años, que había ganado sólo dijo: ‘Tá bueno.

No sabían que ellos serían el parteaguas para que los ojos del mundo voltearan a verlos y partir de ello ambos fueron invitados a participar en otras contiendas como los 100 kilómetros en México, las 100 millas en Denver, las 100 millas en Davos, Suiza y las 100 millas de Italia.

Por eso les dicen a nivel local los Churos y los Chacaritos porque abrieron la brecha para que a lo largo de las décadas más rarámuri estuvieran presentes en los ultramaratones y se pulieran figuras como la de Lorena Ramírez que ya posee patrocinios deportivos.

Cirildo y Victoriano, a sus más de 80 años, radican actualmente en sus comunidades de Bocoyna, alimentando a sus animales y dedicados a la cosecha de sus propios alimentos, dejando atrás las competencias internacionales y dando paso al surgimiento de nuevas leyendas.

El camino recorrido por Chacarito y Churo en carreras de larga distancia parecía que sería “flor de un día” para los pies ligeros, sin embargo, se sumó un nuevo protagonista con el único propósito de ganar para su comunidad, era Arnulfo Quimare, quien se encargó de situar de nueva cuenta a los rarámuri en el medallero internacional.

En 2006, Micah True conocido como Caballo Blanco y quien se enamoró de la cultura de la Tarahumara y sobre todo de los corredores rarámuri tuvo la idea de poner a competir a los mejores en la Sierra contra el entonces mejor ultramaratonista del mundo, el estadounidense Scott Jurek.

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Jurek había vencido a todos en las más duras competencias como Leadville 100, Badwater, Western States 100 y en la mítica carrera conocida como Spartatlon que comprende una distancia de 256 kilómetros entre las ciudades de Esparta y Atenas en Grecia.

Jurek viajó a Chihuahua, acompañado de otros grandes atletas, esperando colocarse en lo más alto del pódium en la carrera de los 80 kilómetros a través de la Barranca del Cobre sin considerar que un nativo como Quimare lo vencería.

Arnulfo recuerda con entusiasmo esa hazaña, 17 años atrás y a partir de la cual, compitió en varios países. “Se siente bien ganar porque cuando lo hice me llevaron a correr a España, Japón y Estados Unidos”.

Con cierta nostalgia señala que le hubiera gustado tener el apoyo que actualmente tienen los corredores rarámuri, ya que en su época era más complicado hasta para conseguir recursos y hacer los viajes, empero sus ganas de participar para darlo todo en cada kilómetro que recorría.

“Las cosas han cambiado, la gente nos apoya, entonces no era así y todavía nos faltan muchas cosas pero me gusta que los más jóvenes puedan seguir participando, yo sigo corriendo en la Sierra pero poquito más lento”, dice el hombre de 43 años y pocas palabras aunque ya está acostumbrado a las entrevistas pero no le agradan porque insisten en querer saber por qué corren y para él es una pregunta sin respuesta, “porque sí”.

Originario de Batopilas, a 379 kilómetros de la capital chihuahuense y donde está una zona con las barrancas más profundas del área serrana, comenta que “ahora apoyo a la organización del Ultramaratón de Caballo Blanco y seguimos jugando carrera de bola; este año ya hemos ganado dos pero ya son más cortas porque ya no aguanta la gente, antes corríamos más de 24 horas pero ya no”.

La hazaña de Arnulfo Quimare en 2006 hizo que para el 2009 se publicara el libro “Nacidos para Correr”, del periodista Christopher McDougall, quien tuvo la oportunidad de pasar unos días en sus poblados y conocer su modo de vida, se convirtió en un bestseller en la literatura deportiva y dio pauta a que una marca prestigiosa como Nike también se enfocara en los rarámuri.

Así fue como Silvino Cubesare Quimare resaltó en las contiendas junto con Arnulfo e inició una relación con la marca Nike debido a su participación en el Ultramaratón Caballo Blanco de 2006 e impulsado por el corredor mexicano Germán Silva, ganador del maratón de Nueva York en 1994 y 1995.

A la empresa le gustó su estilo de carrera y le ofrecieron a Silvino y a su hermano Juan colaborar en la creación de una línea de zapatillas para correr inspirada en las tradiciones y necesidades del pueblo de la Tarahumara.

“Nike free flyknit” se denominaron las sandalias para proporcionar una experiencia de carrera más cercana al ambiente natural, como lo venían practicado generaciones de rarámuri. El diseño incluía detalles como un empeine de malla resistente y suelas delgadas que permitían mayor sensación del terreno.

El lanzamiento del producto se llevó a cabo en el juego de carrera de bola, Rarajípari en rarámuri, donde dos comunidades compiten al patear una pequeña bola de madera y corren tras de ella.

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Esta colaboración con Nike ayudó a Cubesare a compartir las tradiciones de su cultura al mundo, aunque los tenis no fueron del agrado de los rarámuri y siguieron usando sus huaraches como hasta la fecha.

Reyes Giltro Satevó, sin mucha expresión en su rostro, señala en entrevista que a pesar del apoyo que reciben por parte de dependencias de gobierno para estar en diferentes competencias, aún busca los primeros lugares para quedarse con la recompensa de los premios y tener un sustento para su familia.

El ultramatonista, originario de la región de Choguita, municipio de Bocoyna impuso un récord de 442.2 kilómetros recorridos en 66 horas, en el Backy World Championship 2022 y se coronó campeón nacional, formando parte del representativo de México que estuvo integrado por 14 participantes, entre ellos, seis corredores rarámuri.

Reyes Giltro indica que al competir se trata de darlo todo para conseguir ese dinero, ya que en su comunidad se dedica a la cosecha de sus propios alimentos además de cuidar al poco ganado que posee, donde diariamente recorre más de 20 kilómetros para llegar al poblado más cercano. “Si no estoy trabajando ahí y viajo a competencias, pues mi familia tiene que comer así que más vale ganar”.

De hecho, en el marco del creciente respaldo que se brinda a los corredores rarámuri para que acudan a las competencias se han convertido en un valioso escaparate, los juegos mundiales Master Indígenas realizados en Ottawa, Canadá, donde los pies ligeros siguen mostrando su calidad como atletas y los resultados se hicieron notar al ganar tres medallas de oro y seis en plata y bronce.

Cuando voy corriendo, siento eso, que soy libre no pienso en nada, más que disfrutar el momento porque el espíritu está conmigo, me ayuda a sacar más fortaleza en cada ultramaratón

Para Irma Chávez, quien tuvo la oportunidad de estar en Canadá es importante la oportunidad de dar a conocer que su cultura permanece viva, pues a ella le preocupa que las nuevas generaciones no se sientan tan orgullosas de sus raíces, muchos migran o son obligados a huir de sus comunidades en la Sierra y ya en las ciudades van perdiendo sus tradiciones.

“Recuerdo que en las primeras ediciones del Ultramaratón de los Cañones en Guachochi nos reuníamos en el pueblo para escuchar la carrera por la radio, imaginándonos lo que hacían cada uno de nuestros corredores y no imaginé que después yo estaría corriendo los 63 kilómetros”.

Es su ADN, puntualiza, “siento que esta esencia de poseer una gran resistencia para correr ya lo traemos, desde nuestros ancestros que sobrevivieron hace más de 300 años alejados de las ciudades y nos sentimos a gusto con nuestra tranquilidad, hay que disfrutarla”.

No obstante, Irma acota que de un par de décadas a la fecha no es tan simple, las sequías afectan la siembra y de ciertas zonas de la Sierra se han adueñado grupos criminales que los obliga a moverse, por lo tanto, muchos se van y regresan con malos hábitos. “Necesitamos que amen su cultura”, subraya.

Para Verónica Palma es una cuestión de espiritualidad, correr es una oportunidad única de sentirse libres y comunicarse con la Madre Tierra.

“Cuando voy corriendo, siento eso, que soy libre no pienso en nada, más que disfrutar el momento porque el espíritu está conmigo, me ayuda a sacar más fortaleza en cada ultramaratón”, apunta Verónica quien recientemente ganó la medalla de oro en los Master Indígenas de Canadá.

Sin duda alguna, en 2017 permeó el empoderamiento femenino y se notó en corredoras rarámuri como Lorena Ramírez, quien todavía adolescente acaparó los reflectores internacionales al ganar el primer lugar en el UltraTrail Cerro Rojo en la Sierra Norte de Puebla, un trayecto de 50 kilómetros.

Si bien ella ya había encabezado el pódium del Ultramaratón de los Cañones, en esa carrera resaltó su fortaleza, indumentaria y juventud, con lo cual la prensa de diferentes latitudes se enfocaron en su trayectoria, lo cual se coronó al participar en Tenerife, España donde Lorena quedó en tercer lugar.

En aquella ocasión, la atleta tuvo que atravesar el Parque Nacional del Teide, a 3 mil 500 metros sobre el nivel del mar, destacando entre dos mil 400 corredores provenientes de 38 países.

Tras su competencia, el nombre de Lorena Ramírez fue cobrando más fuerza y el marketing deportivo ha hecho que la corredora reactivara el interés mundial por la cultura rarámuri y a ella ya le tocara ser arropada con patrocinios, algo que Chacarito y Churo no tuvieron pero precisamente pusieron la primera piedra para que ahora ocurra.

Tal ha sido su impacto, dentro y fuera de los ultramaratones que Lorena Ramírez fue invitada por Juan Carlos Rulfo para protagonizar el documental de Pies Ligeros que en 2019 participó en el Festival Internacional de Cine de Morelia, donde si bien no ganó, obtuvo una mención honorífica.

Asimismo, Lorena cubrió la portada de la revista Vogue y el año pasado, la escritora Sonia Estrada Morales editó tres libros basados en ella: “Lorena ultramaratonista”, “Lorena: La corredora” y “Lorena: La de pies ligeros”, que buscan promover la cultura rarámuri en los estudiantes de secundaria en los institutos públicos de Estados Unidos con el apoyo del programa Teachers Discovery.

Así que Lorena y su familia –también corren sus hermanos José Mario y Juanita así como su padre y su abuelo— se ha convertido en embajadora cultural de su comunidad Ciénaga de Norogachi, del municipio de Guachochi, además de posicionarse como una atleta de alto rendimiento.

Sergio Juárez l El Heraldo de Chihuahua

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