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El Extranjero

Migrantes, entre la vida y la muerte al ser cazados navegando hacia Europa

Para los migrantes, hombres, mujeres y niños, incluso los que han cruzado hasta aguas internacionales, el verdadero peligro aún no ha llegado.

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Migrantes, entre la vida y la muerte al ser cazados navegando hacia Europa

Un miembro de mi equipo pasó cinco semanas a bordo de un barco de Médicos Sin Fronteras, grabando sus intentos de rescatar a migrantes en el mar Mediterráneo.

Ahí, fuimos testigos de primera mano de la batalla casi diaria que se libra cerca de las costas de Europa.

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Una carrera desesperada entre las ONG humanitarias y los guardacostas de Libia, creados, equipados, entrenados y financiados por la Unión Europea para interceptar migrantes y alejarlos de Europa.

Para los migranteshombresmujeres niños, incluso los que han cruzado hasta aguas internacionales, el verdadero peligro aún no ha llegado.

Están asumiendo el peor riesgo de todos en el océano sin ley, un viaje que podría ser la diferencia entre la libertad o la muerte.

Estas personas están intentando navegar una de las rutas hacia Europa más traicioneras desde Libia cruzando el Mediterráneo hasta Italia, una distancia inferior a 200 millas náuticas.

Según la ONU, hasta 100 mil migrantes hacen este trayecto cada año. Aunque el número de cruces ha disminuido recientemente, el número de muertos ha aumentado de manera considerable.

“Es la peor forma de migrar. La verdad es que siembre habrá barcos. Llevan años aquí y seguirán durante años… En estos mares hemos perdido a muchos seres queridos. Yo tuve que irme de Siria por la guerra“.

“Fue un viaje horroroso. Mi familia cercana, mi padre, mi madre y mis hermanos, pasaron por la misma experiencia: llegar por mar desde Turquía hasta Grecia… Este mar azul sobre el que se hacen canciones se ha convertido en un cementerio”, me dice Salah Dasuki, mediador cultural de Médicos Sin Fronteras.

En su mayoría, los migrantes son de África subsahariana, pero también hay de Siria y de otras partes de Oriente Medio. Muchos de ellos huyen del conflicto, la violencia, y la persecución, o son migrantes climáticos que escapan de hambrunas y sequías.

En cualquier caso, no han tenido muchas más opciones aparte de confiar en los traficantes que los han traído hasta aquí.

“Cuando estamos en una misión de rescate y miro a los ojos de los migrantes, veo en ellos el horror por el estado en el que se encuentran, y cómo en un segundo esta emoción se transforma en una completamente opuesta”, dice Salah.

“En el segundo rescate había muchos sirios. Con cada persona de mi querida Siria que subía a bordo yo sentía cómo un pedazo de Siria volvía a mí”, agrega.

Mientras los migrantes son registrados a bordo, las amenazas de los guardacostas libios se siguen escuchando por la radio.

De acuerdo con las leyes internacionales, están dentro de las aguas libias de búsqueda y rescate… El barco de Médicos Sin Fronteras tiene cuidado de llevar a cabo rescates solo en aguas designadas como internacionales, pero los guardacostas libios lo cuestionan.

La caída del líder

En 2011, el líder libio Gadafi fue derrocado y asesinado durante una insurrección desencadenada por la Primavera Árabe, y apoyada por la invasión liderada por Estados Unidos.

Las imágenes de los telediarios y los frenéticos vídeos de los móviles hablaban de un país que se había sumido en el caos, cuando las milicias armadas comenzaron a tomar el control.

Ahora, decenas de miles de migrantes usan Libia como punto de partida hacia Europa, y la UE ha subcontratado a Libia para la labor de detenerlos, a un Estado fallido dirigido por milicias.

Se están desplegando enormes recursos para que las personas que huyen de países devastados por la guerra sean interceptadas en el mar y no puedan llegar al continente europeo.

“La ONU cree que las milicias que luchan entre sí en Trípoli están involucradas en el lucrativo tráfico de migrantes africanos a Europa. Algunas tienen estrechos vínculos con los guardacostas libios financiados por la Unión Europea”, dice un reportero de noticias en la TV.

Recelosa del coste político financiero de recibir migrantes de África subsahariana, la UE ha equipado y formado a los guardacostas libios.

Funcionan como el sistema de inmigración en la sombra de la Unión Europea. Una organización casi militar que patrulla el Mediterráneo, saboteando las misiones de rescate humanitarias y capturando a los migrantes antes de que lleguen a suelo europeo.

“Estamos hablando de decenas de millones de euros para la Guardia Costera libia que se emplean en formación y en equipamiento, como barcos. También hablamos de aviones proporcionados por la agencia (de la UE) Frontex y, más recientemente, de drones”, me dice uno de los tripulantes del barco.

Hemos sido capaces de identificar esto como un dron propiedad de la agencia Frontex respaldada por la UE, y capaz de operar de manera continua hasta un máximo de 45 horas.

La agencia Frontex mantiene una vigilancia casi constante del Mediterráneo a través de drones como este.

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Cuando detecta un barco de migrantes, envía fotos y los datos de ubicación a las agencias gubernamentales locales y otros socios de la región, pero por lo general no informa a los barcos de salvamento humanitario.

Una vez que el guardacostas tenga las coordenadas, va a toda máquina hacia los barcos, en ocasiones disparando contra los migrantes o efectuando disparos de advertencia a los barcos de ayuda humanitaria.

“A los que se dicen llamar guardacostas de Libia, por favor, mantengan la distancia… No disparen contra la gente”, dice otra de las tripulantes

La UE y Libia afirman que están salvando a los migrantes de ahogarse. Pero la verdad es que lo que están haciendo es arrestar a gente en aguas internacionales y mandándolos de vuelta a cárceles en una zona de guerra donde abundan los casos de extorsiónviolación asesinato.

He visitado Libia y he visto de primera mano los campos de detención a los que son devueltos los migrantes capturados.

En nuestras imágenes de dron se ve la grabación que hice del campo de Al Mabani, y de los detenidos asustados maltratados.

Una parte del dinero de la UE se ha destinado a financiar algo que se ha convertido en un gulag de nuestros días, un sistema carcelario que la ONU ha considerado como un posible crimen contra la humanidad.

De nuevo en el barco de Médicos Sin Fronteras, un migrante sudanés da su testimonio sobre las condiciones de vida en estos campos.

Los funcionarios de prisiones llamaron a las milicias. En cuanto llegaron, abrieron fuego de manera indiscriminada.

Yo estaba justo delante de la línea de fuego, y sentí el ruido de las balas pasando por encima de mi cabeza, hacían un ruido así…

Y en ese mismo momento, vi a otros dos detenidos caer muertos delante de mis ojos.

Nuestras ropas y nuestros cuerpos estaban manchados con su sangre. Sentí su sangre caliente goteando sobre mi cuerpo.

Los milicianos nos dijeron que nos iban a matar y tirar nuestros cuerpos al mar, y que nadie nos buscaría.

Y es como dijeron. Nadie ha buscado los cuerpos de los muertos que fueron arrojados al mar.

El futuro de estas personas está en un limbo, varados en el mar hasta que algún país les conceda permiso para atracar.

Sus esperanzas, sus sueños de libertad y de una vida mejor son la base de un negocio multimillonario en el que las milicias sacan beneficios gracias a unos brutales centros de detención, y donde los guardacostas mafiosos se mueven con impunidad.

Una cosa está clara, mientras los gobiernos europeos sigan comprometidos con sus programas anti inmigrantes en Libia, las verdaderas consecuencias de esa política seguirán pasando desapercibidas en el punto ciego del océano sin ley.

Ian Urbina | El Sol de México

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