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La Opinión

Machetazo al pensamiento crítico y la meritocracia por parte de la SHCP en plena pandemia del Covid-19

Los jóvenes del Instituto Mora, que habían ganado un lugar por méritos y trabajo duro, no deben pagar el saldo de la crisis del Covid-19

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En abril de 2020, la Secretaría de Hacienda dejó sin dinero al Instituto Mora

Como ha venido sucediendo desde principios del 2019, el Instituto Mora y por lo menos 13 Centros Públicos de Investigación cuyos sindicatos se han manifestado públicamente, sufrió un nuevo golpe presupuestal: la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) reservó los fondos del “capítulo 4000”.

Estos fondos, que ya no llegaron para cubrir el mes de abril, sirven para el Programa de becas, el pago a asistentes de investigación y a los jóvenes que realizan su servicio social. Ese presupuesto estaba aprobado y los centros no cuentan con recursos propios para cumplir con dichos programas.

Este recorte sin previo diagnóstico atenta, una vez más, contra los recursos humanos y el desarrollo científico pero, esta ocasión pone en riesgo el futuro de los jóvenes. Jóvenes brillantes, muy trabajadores y comprometidos.

No hay que darle muchas vueltas a un concepto elemental: la investigación y toda actividad que involucra el pensamiento crítico son la base fundamental para el desarrollo. También es fácil entender que los jóvenes con intenciones y capacidad de obtener un alto nivel de estudios son la punta de lanza de múltiples soluciones por venir. Ellos deben llevar el bastón de mando. Ni ellos ni sus familias gozan de una situación económica que les permite financiar los pasos hacía donde los van encaminando su inteligencia y talento.

Hacerles la vida más fácil, pavimentar la calle para que den el salto es deber del Estado, sobre todo de un gobierno que se los debe porque se los prometió.

El mundo está sufriendo una pandemia sin precedentes. Nuestro futuro es incierto y es vital dar prioridad a esta emergencia, salvar vidas. Pero los jóvenes estudiosos, con mérito, que cumplen con su trabajo, no tienen por qué pagar el saldo de la crisis.

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En diferentes foros, la opinión pública, científicos de alto nivel y expertos en temas económicos y asuntos de salud han propuesto distintos caminos para paliar la desgracia que enfrentamos. Ninguno implica sacrificar a la juventud pensante como lo hace esta medida.

Concentro mi atención en el Programa de Becas del Instituto Mora, porque desde hace 15 años he experimentado sus virtudes y puedo asegurar que es una preciada estrategia institucional que sostiene a estudiantes que destacan en la vida académica y a temprana edad se interesan por la investigación.

El objetivo del programa es promover la elaboración de tesis de licenciatura, maestría y doctorado en temas afines a las líneas de investigación que se desarrollan en el Instituto, así como formar jóvenes investigadores en el conocimiento y la práctica de las metodologías y técnicas de investigación, bajo la conducción de profesores investigadores del Instituto Mora en la Ciudad de México.

Los alumnos tienen que cumplir con ciertos requisitos: tener promedio de 8, haber alcanzado un porcentaje de créditos y presentar el proyecto de tesis en el caso de los tesistas.

No es un apoyo universal, sino una beca ganada por méritos académicos. Los becarios se comprometen a trabajar 16 horas semanales adscritos al proyecto de algún investigador y a entregar avances de tesis.

El investigador revisa los avances de tesis del alumno y lo guía en las tareas de investigación. Mi colega Cristina Sacristán resume así las bondades del programa: “algunos estudiantes se han formado junto a un investigador, después el investigador los ha integrado a sus grupos de trabajo y han realizado publicaciones o participado en congresos. Los becarios apoyan al investigador y con ello ayudan a elevar la productividad de la institución”.

Este programa es un mecanismo que sirve para asegurar la eficiencia terminal, provoca vínculos interinstitucionales, construye una relación de aprendizaje y colaboración entre profesores de alto nivel y alumnos principiantes que trasciende a las aulas, e integra la producción de conocimiento en grupos de investigación.

Año tras año, este programa ha alimentado la meritocracia: un camino al ascenso social basado en el talento. Personalmente, he aprendido mucho de los becarios, los admiro y les estoy agradecida.

Hoy, la partida reservada iba a destinar 3 millones 590 mil 472 pesos para 78 becarios (73 de licenciatura, 4 de maestría, 1 de doctorado). Nueve de ellos están inscritos en la licenciatura en Historia del Instituto Mora, el resto viene de otras instituciones públicas.

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Para ahondar en el significado personal de este programa, he reunido el testimonio de algunos becarios del Instituto Mora con los que todavía tengo relación.

La primera becaria que recuerdo con el mayor respeto es Eneida Martínez.

Eneida es una investigadora nata, con intuición y agallas para adentrarse en la ruta necesaria para encontrar respuestas a los problemas sociales más agudos.

Eneida se ha dedicado hace años a estudiar la experiencia de vida de los guerrilleros que combatieron en Guerrero junto con Lucio Cabañas.

Sin duda, una aportación fundamental a la historia social y agraria de nuestro país, a la que contribuyó en su momento la beca del Mora.

Hoy es una colega profesora de la Universidad Pedagógica Nacional. Eneida no ha podido continuar tan fácilmente su investigación, porque ha tenido que trabajar con una carga docente muy pesada.

Clara López dice que “ser becaria del Instituto Mora representó una excelente carta de presentación ante otras instituciones. Implicó un proceso de aprendizaje y formación sobre cómo realizar investigación histórica, consultando fuentes bibliográficas, hemerográficas, de archivo y bases de datos.

Fue el inicio para involucrarme en el mundo laboral. Recibir un apoyo económico era básico pues cubría gastos de alimentación y transporte”. Minerva Martínez, recuerda que su experiencia como becaria fue una oportunidad para percibir un ingreso desenvolviéndose en un ambiente de su área profesional: “Pude poner en práctica los conocimientos que obtuve en la carrera, adquirir nuevas herramientas y aprender sobres temas diversos. El programa de trabajo me hizo posible continuar mi tesis y realizar avances significativos.

El pago percibido, me permitió cubrir los gastos de traslado para realizar las actividades asignadas como becaria, gastos académicos, personales y familiares.

David Bolaños, que hoy es alumno de la maestría en Historia y se está postulando para entrar al doctorado, reconoce su participación en el programa como una gran experiencia formativa”.

“Pude mejorar notablemente mis técnicas de investigación, se ampliaron mis conocimientos sobre el siglo XX y otras formas de ver la historia social.

El acceso a los materiales bibliográficos del Instituto, así como la posibilidad de trabajar en uno de los cubículos de investigación también ayudaron enormemente a la elaboración de mi tesis de licenciatura. Siendo becario conseguí titularme.

La beca me permitió tener el tiempo suficiente para dedicarme a crear una tesis de licenciatura de calidad. Mis recursos no permitían que yo  me dedicara a mi investigación, ya que los gastos familiares requerían que yo me independizara.

El apoyo económico y formativo que me proporcionó el programa repercutieron en que pudiera acceder a un posgrado, el que actualmente estoy terminando”.

Julio Pacheco dice que la beca le ayudó para tener experiencia y aprendizaje en la investigación”. Ese dinero fue imprescindible para cubrir sus gastos de alimentación y traslado a los archivos para la investigación que sustentó su tesis de licenciatura.

Brenda Ramírez dice que la beca le ayudó principalmente a iniciarse en la metodología de investigación. “Las visitas a hemerotecas y archivos históricos y el contacto con las fuentes primarias me enfrentaron a los retos principales de la ciencia histórica”. El apoyo económico la ayudó a independizarse de su familia, aportar a su hogar y lograr su titulación.

Dos de los afectados el recorte anunciado describen lo que van a perder. Samantha Bennets, explica que la beca le ha permitido aprender diversas técnicas de investigación. Forma parte de un seminario donde ha adquirido conocimientos teóricos y metodológicos para el desarrollo de su tesis de licenciatura y ha podido solventar sus gastos de vivienda y alimentación.

Erick Aguirre no tendrá cómo pagar la renta el mes que viene. “Perderá –dice- la tranquilidad de tener un espacio asegurado para concentrarse en los asuntos escolares.

Añade elementos cualitativos importantes: “Muchos aspectos de la formación de científicos y especialistas reproducen el viejo sistema artesanal en el que el aprendiz trabaja directamente con el maestro para conocer los secretos del oficio. Las becas de formación tienen el propósito de prepararnos como futuros investigadores. Cancelarlas significa no sólo poner en aprietos nuestra vida cotidiana, sino que restringe nuestra capacidad para incidir en la solución de los problemas del mañana”.

Por: Ana María Serna Rodríguez

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