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David Toscana cosecha premios por su virtud de relacionar lo singular mexicano con lo universal

David Toscana es ingeniero de formación y escritor por vocación.

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David Toscana cosecha premios por su virtud de relacionar lo singular mexicano con lo universal

Los reconocimientos que va sumando David Toscana no cesan, el último ha sido el Premio Bienal Vargas Llosa, uno de los galardones literarios más importante de Latinoamérica, algo que más que a su talento como narrador se debe a la “virtud de relacionar lo singular mexicano con lo universal y a saber abordar los problemas del mundo con fino sentido del humor”, como destacó el jurado.

Tampoco el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa dudó en calificar a David Toscana por El peso de vivir en la tierra (2022) como el autor que “ha escrito una de las mejores novelas del idioma español”, en la entrega del galardón que lleva su nombre, una novela que se llevó también el premio Mazatlán de Literatura por “su gran fuerza innovadora y por contar con una notable variedad de recursos narrativos”, según resaltó el jurado.

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Nacido en Monterrey, Nuevo León, David Toscana es ingeniero de formación y escritor por vocación, además de que posee también el Premio a la Excelencia a las Letras José Emilio Pacheco.

El autor confiesa en sus entrevistas que los dos primeros libros que leyó ya como adulto fueron El Quijote y Crimen y Castigo, las cuales ha leído en varias ocasiones y que desde entonces ama la literatura rusa porque es muy imaginativa, valiente, rica, innovadora y, sobre todo, muy humana, cargada de una filosofía que te lleva a lo que verdaderamente es el ser humano y no simplemente a cuestionamientos extraños, complicados.

Con el circo como metáfora de la civilización, en Santa María del Circo, una de sus novelas de calado más profundo y constructivas, se entrecruzan diferentes historias que le dan pie a reflexionar sobre los temas que le preocupan: la condición humana, la pobreza, los extrarradios del mundo, el concepto de belleza, la sensación de ser diferente a los demás, la soledad, la vejez, la fatalidad, la imposibilidad de futuro, el lenguaje o el azar.

La obra es un relato de un delirio colectivo: cuando los hermanos que regentan un circo se pelean y se separan, algunos de los artistas descubren en su peregrinaje por el desierto un pueblo abandonado donde edifican una especie de sociedad, transgrediendo todos los límites, aceptando los papeles que el azar les impone y el intento esperanzador de renunciar incluso a la propia identidad y ser otro.

Pero es también un alegato contra la crueldad, la crueldad entre los personajes devastados por el hambre y la pobreza extrema, la crueldad con los animales; la crueldad del espacio desolado, desértico, infértil.

Aún así se atisba un rastro de esperanza: el deseo y la ilusión que representa el espectáculo circense como una manera de corregir y desafiar la realidad en un viraje de la novela al ensayo, el circo es otro tema central: se recuperan acontecimientos circenses memorables y las hazañas de algunos artistas reales.

Pero si hay algo que no le gusta tratar en sus novelas es la vida actual, la realidad cercana, el aquí y el ahora. Para ello tendría que hablar -cuenta- del mundo tecnológico, de los móviles, etc., una realidad que ya tiene oportunidad de tratar en sus artículos periodísticos semanales.

Y así llegamos a su última novela, hasta ahora, titulada El peso de vivir en la tierra, la cual es todo un homenaje a la literatura rusa, de la que es lector -reincidente- desde hace más de 40 años, en la que unos jóvenes mexicanos para combatir el aburrimiento tienen la genial idea de convertirse en los personajes de novelas o cuentos rusos, una transformación sorprendente y absolutamente eficaz sobretodo contando con que se convierten en personajes de Tolstói, Pasternak o Pushkin.

Esta historia nació de una voluntad de “rendir tributo a tantos escritores que dieron la vida por la literatura, especialmente los autores rusos como el poeta Ósip Mandelshtam” quien, antes de que lo detuvieran por segunda y ultima vez en 1938, pues murió ese mismo año y dejó escrito “que en ningún lado la poesía es tan importante como en Rusia porque en ningún lado matan a tantos poetas como en Rusia”.

En un mundo con poca tendencia a lo poético, esta obra recuerda que los libros salvan. Toscana explica que en su caso tiende más a releer a sus autores favoritos, entre quienes están Homero, los trágicos griegos, Joseph Roth, los del boom latinoamericano y poetas de varias lenguas.

“Los libros le dan a uno la dignidad del ser humano, la libertad, la individualidad. Nos dan cosas más allá que contarnos una historia; están cargados de humanidad, de deseo de libertad…. “No se lee para evadirse de la realidad, sino para echarse un clavado más profundo”, confiesa.

Amalia González Manjavacas | El Sol de México

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