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La Opinión

¿Y Ricardo Anaya?

Ricardo Anaya tiene interés por contender por la presidencia de la República en 2024 y, desde ese momento, se ha dedicado a hacer campaña en México

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Jacques Coste

En 2020, Ricardo Anaya publicó un libro titulado El presente, pasado y futuro de México, con el que regresó a la vida pública luego de dos años de ausencia, después de su estrepitosa derrota en la elección presidencial de 2018.

El libro me pareció un ejercicio loable, ya que presenta un esbozo de programa político o, si se quiere, una posible plataforma de gobierno. En el escrito, Anaya plantea los principales problemas de México y enseguida ofrece soluciones de política pública para atenderlos.

En un ambiente político caracterizado por la polarización y la estridencia, con una oposición carente de ideas y sin rumbo, aprecié el esfuerzo de Anaya, que al menos expuso algunas propuestas concretas, así como ciertas alternativas a los planteamientos del presidente López Obrador.

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No obstante, a un año de la publicación del libro, la figura de Anaya se ha ido diluyendo y su discurso se asemeja cada vez más al del resto de la oposición, que se centra, ante todo, en antagonizar con el obradorismo.

En el libro, Anaya asegura que no está obsesionado con la presidencia de la República y que no escribió su obra con el afán de relanzar su candidatura. Mintió: pocos meses después de su publicación, Anaya anunció su intención de contender por la presidencia

nuevamente en 2024 y, desde ese momento, se ha dedicado a hacer campaña.

Desde ahí empezó mal. Se incurre en deshonestidad intelectual cuando se escribe un libro con fines políticos sin aceptarlo abiertamente.

Por supuesto, es muy válido acompañar una campaña electoral con un libro para difundir las ideas del candidato o para apuntalar la imagen del autor.

El problema está en fingir que el libro es una obra intelectual, académica, casi desinteresada, cuando en realidad es un manifiesto de campaña.

Además, conforme avanzaron las campañas rumbo a la elección de 2021, Anaya fue perdiendo peso político.

De pronto, aparecía por aquí y por allá respaldando a candidatos del PAN y de la alianza Va por México, pero la realidad es que su papel fue muy discreto, sobre todo al tratarse de quien desea ser el candidato presidencial de la oposición en 2024.

¿Alguien recuerda alguna elección a gobernador donde la presencia de Anaya haya hecho la diferencia para el candidato de la coalición opositora? ¿Alguien tiene presente algún mitin o evento de campaña con un discurso memorable de Ricardo? ¿Alguno de sus decenas de videos en redes sociales movió la aguja o atrapó a los electores indecisos?

Una vez más, Anaya fue derrotado por sus propias ambiciones presidenciales. Ya le ocurrió en 2018, cuando era claro que no tenía la fuerza política ni el reconocimiento público para ser el candidato a la presidencia del PAN, pero aun así movió hábilmente los hilos de la política interna del partido para conseguirlo. Ya todos conocemos el resultado.

En mi opinión, Anaya es un político hábil, talentoso e inteligente. Es consciente de muchos problemas del país y tiene claridad sobre cómo resolverlos o atenuarlos.

Además, es un orador articulado y cuenta con capacidad para el diálogo, la negociación y el debate.

Sin embargo, su falta de paciencia, su egoísmo y sus ambiciones desmedidas opacan estas cualidades. Hubiera resultado mucho más provechoso que compitiera por una diputación federal en estas elecciones.

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Así, hubiera participado activamente en las campañas y no como un mero animador de los eventos de otros candidatos. Hubiera podido ser uno de los líderes de la oposición en el Congreso, en vez de ser un opositor a medias, como influencer en las redes sociales.

Sin darse cuenta, su decisión de lanzarse a la presidencia antes de las elecciones intermedias terminó por debilitarlo y menguar sus aspiraciones. Marko Cortés, su otrora leal escudero, salió fortalecido de este proceso electoral. Es probable que se reelija como presidente del PAN y su liderazgo dentro del blanquiazul parece más consolidado que nunca. Otros cuadros panistas —diputados, senadores o gobernadores— también se han fortalecido.

Dudo que esos cuadros apoyen de buena gana a Anaya en 2024: si llevas haciendo trabajo político desde hace años, ¿por qué respaldarías a alguien que no quiso ensuciarse las manos en el último proceso electoral? También dudo que Marko Cortés apoye a Anaya ciegamente: si tu liderazgo dentro del partido ya tiene un peso político propio, ¿aceptarías mantenerte en el papel de segundón?

Si Anaya quiere ser un verdadero activo para la oposición, debe aprender a jugar en equipo. Debe dejar a un lado sus ambiciones y contribuir a la construcción de un proyecto político alternativo. Es uno de los pocos opositores que ha enarbolado ideas y propuestas.

Ahora, debe impulsarlas, pero no para fines personales, sino para que formen parte de la plataforma de oposición rumbo a 2024, sin importar quién encabece la candidatura presidencial.

Twitter: @jacquescoste94

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