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La Opinión

El neoliberalismo murió, ¿y su certificado de defunción?

El neoliberalismo aplicado a rajatabla en América Latina y en México ha exacerbado las desigualdades y ha generado una gran concentración de la riqueza en unos cuantos

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El neoliberalismo murió ¿Y su certificado de defunción?

El 24 de octubre de 2019, la cuenta oficial del gobierno de Andrés Manuel López Obrador tuiteó: “El modelo neoliberal impuesto en América Latina y el mundo está agotado, ha resultado un fracaso, por eso la rebeldía y manifestaciones de los pueblos. Es tiempo de cambiarlo. Hoy en México estamos demostrando que se puede gobernar de manera distinta”. 

Además, colgó un video de casi cuatro minutos en el que el presidente López Obrador embiste contra el “llamado modelo neoliberal” y declara que “es tiempo de cambiarlo” para que “el gobierno ponga por delante el bienestar del pueblo”, porque es la única manera de alcanzar “la paz social”.

Minutos después, John Ackerman, el vocero principal del lopezobradorismo, tuiteó: “Si Anaya, Meade o El Bronco fueran presidentes hoy, México estaría viviendo un momento de inestabilidad política como en Chile o Ecuador. Hay que darle las gracias al pueblo por recuperar la democracia y derrotar al neoliberalismo”.

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Asimismo, varios intelectuales morenistas, como el mismo Ackerman, Gibrán Ramírez Reyes y otros, celebraron la victoria electoral de Evo Morales en Bolivia y festejaron las manifestaciones de protesta por la desigualdad socioeconómica en Chile.

Es curiosa la narrativa que López Obrador, sus colaboradores y los intelectuales cercanos al gobierno están construyendo en torno a los acontecimientos actuales de América Latina.

Decretan el fin del neoliberalismo y festejan que en México se logró este desenlace gracias al voto popular. Sin embargo, felicitan a Evo Morales por su triunfo electoral, aun cuando hay muchas dudas sobre la legitimidad del resultado de los comicios y se habla de un posible fraude.

Festejan que en Chile también está despertando el “pueblo bueno y sabio”, que al fin se está dando cuenta de que el modelo neoliberal es el culpable de todos sus males. No obstante, han expresado una y otra vez que los gobiernos extranjeros no deben pronunciarse sobre la situación interna de México. Incluso, el 23 de octubre de 2019, AMLO declaró que los funcionarios estadounidenses no tenían por qué opinar de la la estrategia de seguridad de su gobierno tras el penoso episodio de Culiacán.

Por último, declaran que en México se están haciendo las cosas diferente y que ya se sustituyó el régimen neoliberal del PRIAN por uno nuevo, más humano y más justo. Dicen que, si México hubiera seguido por la misma ruta, en este momento habría una situación de inestabilidad y descontento social como en Chile o Ecuador.

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El discurso de López Obrador y su círculo cercano respecto al neoliberalismo y la situación actual de efervescencia social en América Latina es ambiguo y contradictorio.

Por un lado, celebran la democracia y los movimientos sociales cuando sirven para pronunciarse contra el modelo neoliberal y a favor de un gobierno o una agenda política de izquierda. Por el otro, felicitan a Evo por su victoria, pese a que se produjo en unos comicios dudosos e impugnados por la oposición.

Desde un frente, critican la injerencia de Estados Unidos en los asuntos internos de México. Desde el otro, enaltecen las protestas en Chile y Ecuador, entrometiéndose ellos mismos en los asuntos de otras naciones.

Hacen malabares para declarar que en México se está gestando “la cuarta transformación de la vida pública nacional” que derivará en un “cambio de régimen”, pero son incapaces de explicar en qué consistirá ese nuevo régimen y cuáles son las reformas políticas, económicas y sociales que construirán esta cuarta transformación.

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¿Paz social?, ¿bienestar del pueblo?, ¿combate a la corrupción?, ¿revitalización del campo? ¿Qué no  Vicente Fox llegó al poder en el año 2000 con esas mismas promesas?

¿Crecimiento económico con inflación moderada y sin grandes alzas en el endeudamiento público?, ¿inversión en proyectos de infraestructura y en programas sociales?, ¿generar condiciones de confianza y certidumbre en el empresariado para la inversión? ¿No eran esos mismos los objetivos de Luis Videgaray, José Antonio Meade y José Antonio González Anaya en la Secretaría de Hacienda durante el sexenio de Peña Nieto? ¿No buscaba esos propósitos Agustín Carstens al frente del Banco de México?

El modelo neoliberal, aplicado a rajatabla en América Latina y en México, ha exacerbado las desigualdades, ha generado una gran concentración de la riqueza, ha fomentado el ensanchamiento de las brechas socioeconómicas y ha disminuido las posibilidades de movilidad social.

Evidentemente, es necesario combatir la corrupción y hacer mejoras en las instituciones y las prácticas políticas mexicanas. Desde luego, las condiciones de vida del grueso de la población mexicana deben mejorar, los servicios públicos se deben extender en todo el país y las oportunidades laborales y de crecimiento social se deben garantizar a todos por igual.

Nadie, o casi nadie, cuestiona que todo esto es necesario y urgente en un país con tantos problemas como el nuestro. Sin embargo, más allá del discurso de las mañaneras, no sabemos cuál será la estrategia de este nuevo régimen para garantizar “la paz social y el bienestar del pueblo”.

Tampoco sabemos cuál será el nuevo modelo económico que reemplace al neoliberalismo y que asegure un crecimiento económico alto e inclusivo, así como una mejor distribución de la riqueza. Desconocemos cuáles son las políticas sociales que mejorarán las condiciones de vida de los mexicanos.

Quieren destruir el edificio neoliberal, pero todavía no tienen los planos de construcción de lo que van a erigir en su lugar. Se ha decretado la muerte del neoliberalismo, pero aún no tienen su certificado de defunción.

Por Jacques Coste Cacho

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