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Tlaxcala

Don José Hernández Castillo “Cheché” es la memoria viva de Huamantla, Tlaxcala

Desde su infancia, la herrería ha sido una constante en su vida, gracias a la dedicación de su padre

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TLAXCALA, Tlaxcala. Se llama José Hernández Castillo, pero sus conocidos lo llaman simplemente “Cheché“, un sobrenombre que ha llevado con orgullo durante los últimos 90 años de su vida, y gracias a su dedicación a la crónica y a la historia, se ha ganado el título de la “memoria viva” de su querida Huamantla.

Tiene 97 años recién cumplidos y cuatro décadas de servicio como cronista del Pueblo Mágico, “Cheché” disfruta de una salud envidiable, una mente lúcida y un gran optimismo en el desempeño de sus labores diarias, que incluyen tanto la herrería como la narración de la historia local.

A lo largo de su vida, ha desempeñado roles diversos, desde comandante y socorrista hasta instructor militar y presidente municipal. Su trayectoria ha sido reconocida con más de 200 premios y medallas, los cuales guarda con cariño junto a reliquias, fotos, carteles y libros con más de cien años de antigüedad, éstos últimos herencia de sus abuelos.

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Tiene un taller de herrería -oficio que aprendió de su pade- y un modesto “museo” que refleja su pasión por los toros, los títeres, las calderas de vapor y su devoción a la Virgen de la Caridad.

– Cuénteme, ¿quién fue el hombre o mujer que le puso por primera vez “Cheché”?

– Cuando era acólito, he de haber tenido como ocho o diez años (…) fue el padre Pedro María Ginés, era el capellán de la Caridad. Así me decían todos los acólitos, porque todos éramos primos.

– Usted se ha desempeñado como socorrista, herrero, cronista, ¿en realidad qué es usted?

– Sigo siendo herrero, aunque también fui alcalde de mi pueblo.

– ¿Cómo le gusta que le digan?

– Me dicen por el apodo, uno de mis nietos me hizo una cerveza tipo alemán, pero con mi apodo.

– Ha dedicado usted mucha parte de su vida a la Cruz Roja, al altruismo, incluida la política…

– De política en realidad fue muy poco tiempo, en ese tiempo no había reelección, pero querían (simpatizantes) que fuera diputado. El último año que estuve (como presidente de Huamantla) fue cuando sucedió la tragedia en la carrera de las carcachas, una carrera clandestina que la hicieron sin el permiso de la autoridad.

– ¿Qué le gusta a usted más, la herrería o ser cronista?

– Cuando ya uno llega a la edad en la que no se puede tener la misma fuerza en la herrería, si hay oportunidad de conseguir un dato, de acompañar a colegas de otros municipios, la crónica; me gusta investigar.

– Leí que usted ha recibido como unos 200 reconocimientos de diferentes tipos, ¿nos puede decir de alguno que le tenga un aprecio especial?

– Cuando me nombraron cronista el 25 de octubre de 1984, era entonces el presidente municipal Cristóbal Sánchez; me llamaron para invitarme a la reunión con el presidente de la República, Enrique de la Madrid, y me encargaron entregarle la copia del decreto que iba a firmar de zona monumental en la que era Casa de la Cultura.

– Usted es un personaje no solamente de Huamantla, sino también del estado, ahora con el homenaje que le hicieron en Los Ángeles California habla también de usted, ¿la gente lo reconoce, lo ve cuando sale usted a la calle?

– Sí, todos me saludan, por eso me tardo como media hora llegar de mi casa a la presidencia municipal, en el camino me van parando -dijo entre risas-.

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Desde su infancia, la herrería ha sido una constante en la vida de “Cheché”, gracias a la dedicación de su padre, Manuel Hernández Farfán, quien se entregó a este noble oficio durante muchos años. “Cheché” absorbió los conocimientos necesarios para dar continuidad al taller, donde ha creado una amplia gama de productos, desde barandales y marcos de puertas hasta rejas.

Curiosamente, cada pieza que sale de su taller se entrega sin ningún distintivo personal, sin una placa que proclame: “Esta obra fue creada por José Hernández Castillo”.

No obstante, don Cheché ha ganado reconocimiento por sus creativas cruces, las cuales adornan el camposanto municipal del barrio de Jesús. Las más de 90 cruces, más allá de su función simbólica, se convierten en obras de arte personalizadas.

Los epitafios y ornamentos, meticulosamente adaptados a la profesión u ocupación del difunto, confieren una singularidad especial a cada cruz. Estas piezas únicas son entregadas a los familiares nueve días después del fallecimiento, añadiendo un toque conmovedor a la artesanía de “Cheché”.

Entre las reliquias que conserva don José destacan fotografías, libros y, en especial, un antiguo torno alemán que una vez perteneció a su padre, Manuel Hernández. Este arcaico artefacto descansa en una esquina de su modesto taller de herrería, acompañado por las fotografías en blanco y negro de su progenitor y abuelo.

La máquina aún funciona, evoca los mejores momentos de “Cheché” como tornero, así como de personajes que compartieron con él el noble oficio. Uno de ellos es hoy un famoso compositor, originario de Veracruz, pero que radicó en la bella Huamantla.

Esta pieza única se suma a una variada colección de objetos históricos que “Cheché” ha acumulado desde su infancia, algunos adquiridos a través de la crónica y otros legados por sus abuelos, tíos y padres.

A pregunta expresa sobre algún objeto al que tenga un afecto personal e íntimo, respondió con nostalgia:

Algunas cosas de mi papá, como calderas de vapor chiquitas, para mover los generadores de luz que no había en ese tiempo

A pesar de tener familiares apasionados por la cultura y la literatura, “Cheché” ha heredado no solo conocimientos sino también valiosos libros. De su padre guarda libros de mecánica y física, mientras que, de su abuelo ejemplares con más de cien años de antigüedad, pero que conservan su vigencia en el conocimiento de la electricidad.

Ante la sugerencia de la creación de un museo personal revela que no le sería posible, pues maquinaria antigua la donó a una universidad y otros objetos valiosos como carteles taurinos al actual Museo Taurino.

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Lo que sí puede ofrecer a quienes lo visitan es un detallado inventario de su vasta colección, organizado en carpetas por temas que abarcan desde cruces y momias hasta la revolución tlaxcalteca y la historia de la iglesia. “En la iglesia hemos participado (familia) desde niño como acólitos hasta la ancianidad con la confección del vestido a la Virgen de Caridad”.

El cronista ha desempeñado roles diversos, desde comandante y socorrista hasta instructor militar y presidente municipal. Tiene 200 premios y medallas que ha recibido a lo largo de su trayectoria, los cuales guarda con cariño.

Máximo Hernández / El Sol de Tlaxcala

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