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El Nido que nació como un Arca de Noé para proteger especies en peligro de extinción

El Nido es como nombró a este santuario su fundador, el investigador mexicano Jesús Estudillo López.

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El Nido que nació como un Arca de Noé para proteger especies en peligro de extinción

En un refugio de siete hectáreas, en el corazón de Ixtapaluca, Estado de México, surgió hace 50 años un espacio pensado para ser un Arca de Noé para aves.

Hoy, El Nido, como nombró a este santuario su fundador, el investigador mexicano Jesús Estudillo López, alista su reapertura tras una clausura de más de 15 meses.

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“Este espacio fue concebido como un banco genético, el principio del Arca de Noé. La finalidad de El Nido, era poder tener aquí parejas, principalmente de aves, reproducirlas y cuidarlas en un ambiente de paz”.

“Para que en algún momento que el ser humano quisiera cuidar los bosques y las selvas, quisiera remediar su daño medioambiental, aquí poder tener a los individuos para poder repoblar los bosques y las selvas“, contó a El Sol de México, Marco Antonio Silva, colaborador del aviario.

En este refugio natural, la familia Estudillo inició una granja de pollos llamada “La Siberia”, un negocio que sirvió para financiar durante décadas lo que más adelante sería un santuario que cuidaría de al menos 300 especies distintas de animales, varias de ellas en peligro de extinción. 

En un inicio, contó Marco Antonio, el proyecto que llevaba por nombre “Vida Silvestre”, albergó varias especies de crácidos, un ave con aspecto muy parecido a un pavo, que logró capturar la mirada del también médico veterinario zootecnista de la UNAM Jesús Estudillo.

Al tener un número significativo de crácidos, hubo zoológicos y otras reservas naturales que mostraron interés en hacer intercambios y es así como otros espacios dedicados al cuidado de animales ayudaron a nutrir la gran variedad de ejemplares con la que cuenta lo que hoy es El Nido.

“Llegó un momento en donde nuestro fundador ya tenía una cantidad muy amplia de crácidos y otros zoológicos y otras reservas le empezaron a proponer intercambios, es decir, yo te intercambio una pareja de guacamayas por una pareja de tus crácidos”.

“Fue así como empezaron a entrar aquí una gran cantidad de aves”, dijo el también procurador de fondos del santuario.

¿Quién fue Jesús Estudillo, fundador de El Nido?

Pero, para entender la fascinación de Estudillo por esta especie, hay que viajar años atrás. En 1975, mientras estaba en Bolivia, su trabajo lo llevó a descubrir uno de los ejemplares más raros en el mundo, el cual fue nombrado Crax Estudilloi en su honor.

Actualmente, los crácidos que el científico mexicano preservó en su reserva viven y comparten espacio con varias aves, incluida una garza japonesa, un águila arpía, guacamayas, tucanes, flamingos, entre otras.

La admiración de Estudillo trascendió también a las aulas, pues la máxima casa de estudios lo incluyó en su plantilla de profesores, y con la materia de Patología aviar se hizo famoso entre los alumnos por su característica forma de enseñar.

A lo largo de su carrera, el científico mexicano recibió diferentes premios, como el reconocimiento al mérito del Fondo Mundial para la Vida Silvestre y el Premio Global 500 de la ONU en Beijing, China.

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“El hombre que nació para volar” en defensa del quetzal

De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), México cuenta con mil 722 Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA) que, según la dependencia, son predios de propietarios o poseedores que voluntariamente los destinan al aprovechamiento sustentable de las especies silvestres que ahí habitan.

Marco Silva, quien lleva 12 años como parte de este proyecto de procuración animal, explicó a esta casa editorial que El Nido fue una de las primeras UMA en México, lo que significa que aún cuando no existía este concepto, este espacio ya trabajaba en la misión de preservar las especies animales.

Incluso, fue inaugurado antes de que se creara la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).

A 5 décadas de aquel momento, y gracias a las investigaciones de Estudillo, este santuario logró lo que muchos intentaron sin éxito: aumentar el número de ejemplares del quetzal, una especie en peligro de extinción.

El hombre que nació para volar, como se le bautizó al científico mexicano, descubrió la forma de criar a esta ave en cautiverio, para después lograr su reproducción.

De acuerdo con Marco Silva, su importante labor de preservación hizo que el santuario le regalara al mundo más de 10 quetzales, dos de los cuales viven en El Nido.

Además de aves, este rincón natural alberga animales decomisados por la Profepa que llegaron aquí para tener una mejor calidad de vida, como es el caso de Rocko, un mono capuchino que a pesar de haber padecido los malos tratos del ser humano, no teme acercarse a las personas que lo visitan.

Para RockoEl Nido ha sido una segunda oportunidad de vida: es uno de los animales más delicados del santuario de Estudillo, quien falleció hace 10 años.

“Rocko fue comprado por una familia para ser una mascota. Empezó a tener crisis de ansiedad porque no estaba recibiendo la atención que él quería. Entonces, se empezó a volver hostil y a morder a las personas, ¿qué fue lo que hicieron los dueños? Pues si Rocko está mordiendo, hay que limarle los dientes. Le rebajaron todos sus dientitos”, relató Silva.

Como consecuencia, ahora no es posible determinar la edad de Rocko, pues para calcular cuántos años tiene un primate es necesario revisar sus dientes.

Las secuelas físicas con las que cuenta este ejemplar ahora, como la falta de pelo en varias partes de su cuerpo y no tener dentadura que le permita alimentarse bien, se suman al hecho de que tampoco puede convivir con otros monos, por lo que vive de forma solitaria en el espacio que fue designado por el santuario.

El Nido se encuentra en peligro de extinción

Con el cierre de La Siberia, la familia Estudillo siguió financiando este proyecto de forma independiente, pero al no tener los ingresos suficientes, en 2003 tomaron la decisión de abrir este espacio, que era exclusivo para investigadores, al público, además de empezar recibir donaciones y fondos de visitas guiadas con el fin de mantenerlo abierto y seguir siendo un Arca de Noé en medio del territorio mexiquense.

“El objetivo sería solventar una parte del coste del santuario. El santuario nunca ha sido rentable. No ha habido un solo mes desde que se abrió al público, en el que las visitas cubran el 100 por ciento de los gastos. Pero sí fue una gran ayuda realmente”, relató Marco Antonio.

De este modo, aunque la situación económica tenía temporadas críticas sin el respaldo de la granja de pollos, este refugio silvestre se mantuvo como un lugar seguro para los animales por más de 20 años, hasta que en 2022, la Profepa le dio un revés que puso en riesgo su existencia.

En septiembre de ese año, autoridades de dicha dependencia acudieron al santuario para hacer una inspección en la que solicitaron documentos originales que los encargados no tenían a la mano.

Por no poder comprobar cierta información en ese momento se determinó como medida preliminar, a manera de sanción, que el aviario tendría que ser clausurado de forma temporal, estableciendo un plazo de cinco días hábiles para entregar la documentación requerida.

Aun cuando las autoridades de El Nido entregaron los papeles en ese plazo, la clausura se extendió de cinco días a más de 15 meses, lo que puso en riesgo su existencia, pues al subsistir de donaciones y dinero que se recauda de visitas guiadas, a la fecha es muy complicado realizar los trabajos de manutención y pago de salarios sin afectar el bienestar de los animales.

Esta situación, sumado a las afectaciones económicas que se acarrearon tras dos años de pandemia por Covid-19, provocaron que El Nido se encuentre en un camino en el que sólo las donaciones de la sociedad civil mantendrían en pie este proyecto.

Durante este tiempo, sólo 12 colaboradores de El Nido realizaron las labores que en otro momento, hubieran hecho más de 30 personas; también pausaron las investigaciones que años atrás, permitieron que cada uno de los animales tuviera una dieta especial para su bienestar.

Del mismo modo, trabajaron largas jornadas, la mayoría de las veces sin recibir una remuneración para, por ejemplo, seguir alimentando a Galaun tucán de pecho azulado o a Reina, una grulla coronada.

Después de un largo camino repleto de burocracia y campañas para reunir fondos con la esperanza de seguir siendo un espacio seguro que pudiera conservar a los animales, la dependencia dio luz verde para que su apertura esté cada vez más cerca.

Fue el jueves 8 de febrero de 2024, es decir, más de año y medio de incertidumbre después, que El Nido informó que la Profepa les permitirá la apertura a partir del próximo 17 de marzo, una situación que le da un respiro a la misión que Jesús Estudillo inició hace más de 50 años.

Sin embargo, Marco Antonio Silva explicó que, aunque Profepa haya permitido la reapertura, la emergencia de El Nido sigue siendo muy grande, pues si la situación económica no se restablece, podría provocar que las aves y el resto de los animales requieran un cambio de hábitat, lo cual los pondría en peligro.

Actualmente, El Nido, el espacio que ha hecho grandes aportaciones a la fauna silvestre, resguarda y protege a 120 especies de animales, incluyendo los ejemplares decomisados que la misma dependencia que los mantuvo en vilo con el cierre total, les entregó para su cuidado, como un puma, un jaguar, un capibara y centenares de animales más que suman más de mil individuos.

Por último, Marco Antonio Silva recalcó a El Sol de México, que la única forma en la que El Nido puede seguir siendo un lugar que preserva la vida de los animales, es que la sociedad pueda seguir haciendo donativos y, que ahora que abrirá de nuevo sus puertas, puedan visitarlos.

Brenda Barrera | El Sol de México

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