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Seguridad

Nueve de cada 10 policías en Morelos viven con daño psicológico

Los mayores problemas son las adicciones y el suicidio

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CUAUTLA, Morelos. Nueve de cada 10 policías en el estado tienen un padecimiento mental con daño psicológico y en el estado ninguna comandancia municipal cuenta con departamento de atención a estos problemas derivados de las experiencias de la propia actividad.

Arturo recuerda con una claridad inquietante la primera vez que enfrentó la muerte en su cruda realidad: “La primera vez que me tocó un muerto… obviamente me causó impacto”, confiesa con una voz que lleva el peso de incontables noches sin sueño.

La imagen del cuerpo sin vida, perforado por balas, se incrustó en su memoria, un recuerdo que desdibujó las líneas entre lo cotidiano y lo extraordinario: “Uno va viendo normal el ver a los muertos, las personas acuchilladas o desmembradas, pero no debería ser así, porque se pierde la sensibilidad humana”, reflexiona y su voz es una mezcla de resignación y rebeldía ante la brutal rutina que ha ido deformando su percepción del mundo.

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Arturo es un nombre ficticio para proteger la identidad de este policía en Morelos, quien cada vez que llega a casa se esfuerza por dejar todo atrás y ser un hombre amoroso con los suyos.

En un estado como Morelos que enfrenta una de sus peores crisis de seguridad en años, la vida de los policías es un constante vaivén entre el deber y la vulnerabilidad humana

De acuerdo con la asociación civil Ciudadanos Uniformados, nueve de cada 10 policías en Morelos viven con daño psicológico, lo que afecta negativamente su desempeño laboral, pero también su vida personal.

En los peores casos, la falta de atención psicológica encamina a los policías al alcoholismo, las adicciones e incluso al suicidio, convirtiéndolos en víctimas de un sistema que a menudo exige más de lo que ofrece a cambio.

“Excepto por los policías de Cuernavaca y Cuautla, así como los elementos de la Comisión Estatal de Seguridad, el resto de policías municipales no tienen seguro social”, dice Iván Chávez Espejel, presidente de la asociación.

Pero ese es solo el comienzo de la larga lista de deficiencias que acompañan a los uniformados morelenses en el día a día: trabajan mucho, su salud se deteriora rápido, ganan poco (10 mil pesos mensuales, de los que se les retienen 800 por concepto de impuesto sobre la renta), entre otros factores.

“Siempre vamos a ser criticados por la ciudadanía que, lejos de sentirse protegida, siente miedo. La gente dice que no trabajamos, que andamos robando, pero no ve las circunstancias, siempre ve lo malo. Por desgracia no ve lo bueno. Graban lo que les conviene y las obras buenas que uno tiene no las ven”, dice Arturo.

¿La salud mental no existe?

En Morelos ninguna comandancia municipal cuenta con departamento de atención psicológica, un problema grave que subraya la desconexión entre las necesidades de los oficiales y los recursos disponibles.

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Esta ausencia de apoyo no solo perpetúa el estigma asociado a la salud mental, sino que deja a los policías sin las herramientas necesarias para manejar el estrés y el trauma inherentes a su trabajo.

Para Samuel Islas, secretario del Consejo Mexicano de Psicología, es un problema grave que no ha alcanzado a ser percibido por las autoridades mexicanas.

“Los policías enfrentan una gran carga, porque son el primer contacto en situaciones de violencia, lo que conduce a problemas como estrés postraumático, trastornos de ansiedad, obsesivos compulsivos y del estado de ánimo, entre otros. La clave para atender este problema es una investigación certera para entender y abordar la problemática actual. No hay una estrategia única, pero el enfoque debe ser holístico y basado en investigación”, dice el especialista.

A su vez, propone la creación de coordinaciones municipales, estatales y nacionales de psicología. Durante la administración 2016-2018, el gobierno municipal dio los primeros pasos en ese rumbo, asignando un psicólogo a la policía municipal, pero no hubo continuidad.

Para quienes pueden costearlo, siempre está la opción de pagar uno particular. Y quienes no, los grupos de autoayuda de Alcohólicos Anónimos también han sido una luz entre la oscuridad.

“Definitivamente, en la secretaría no te apoyan con ese tipo de situaciones. Yo estuve yendo con una psicóloga particular y también a un grupo de autoayuda para trabajar mis emociones, para no quedarme solo con todo esto, porque a veces uno va guardándoselo”, dice Alberto, otro testimonio de un policía anónimo.

Cuando cubría el turno de la mañana, Alberto iba a su grupo de autoayuda por las tardes. Cuando tenía vacaciones, iba todos los días. Hablaba de lo que veía: el dolor inconsolable de quienes pierden a un ser querido, la sangre derramada en las calles, el caos y la confusión que siguen a la tragedia. Al desahogarse, este policía libraba una batalla contra un destino que no quería que fuera el suyo, porque ya lo había visto de cerca.

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“Hay compañeros que se guardan todas esas emociones y al final repercute en ellos. Se refugian en las adicciones, se separan de sus parejas”, dice Alberto, quien, a fuerza de la terapia y el apoyo de su familia, logró concluir la carrera de abogado y hoy sueña con seguir profesionalizándose para ayudar a sus compañeros.

Con el tiempo, ha visto a varios de sus compañeros abandonar las filas azul marino: cuando reprueban los exámenes de control y confianza, una de cuyas evaluaciones es psicológica, los policías son cesados de sus funciones.

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Aunque la promoción de un amparo puede alargar el proceso, las cosas no vuelven a ser como antes: la batalla legal aumenta el estrés, los mandos pueden tomar represalias contra ellos por buscar protección legal y se les prohibe usar armas.

Esto ha causado que hoy el 30 por ciento del total de policías municipales en Morelos (dos mil 168) salga a las calles desarmado. Y aun hay otra forma de abandonar la policía: el suicidio.

“Tuvimos el caso de un policía del estado que vivía en Jonacatepec, que se privó de la vida. Y en Cuautla, tuvimos el caso de un policía de tránsito. Fue en su domicilio”, dice Iván Chávez.

Las luchas internas de los policías morelenses contra los traumas y las adversidades no son el único peligro que enfrentan, ya que la realidad local revela una estadística aún más sombría: de 2018 a septiembre de 2023, 57 policías habían perdido la vida en el estado, la mitad de ellos asesinados.

“Son familias truncadas, destrozadas y un recordatorio fatal de los riesgos inherentes al trabajo de un policía”, concluye Chávez.

Emmanuel Ruiz | El Sol de Cuautla

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