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El cambio climático pone en riesgo la producción de vino mexicano

Los productores se están adaptando al drástico cambio en los patrones de temperatura de los últimos años.

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El cambio climático pone en riesgo la producción de vino mexicano

La sequía provocada por las olas de calor y los inviernos menos fríos y más cortos, alteran la producción del vino, principalmente en el Valle de Guadalupe, en Baja California, aseguró Claudia Turrent, socia fundadora de la vinícola Anatolia, durante el conversatorio Vino mexicano frente al cambio climático.

En el evento auspiciado por la Iniciativa Climática de México (ICM), se discutió sobre la forma en cómo el calentamiento global afecta el cultivo de la vid, no sólo en cuanto la producción de la uva, sino también en la calidad del vino que se produce.

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En entrevista, Turrent señala cómo productores de otras latitudes se están adaptando al drástico cambio en los patrones de temperatura de los últimos años.

“En Europa se ha ido más hacia el norte la producción de vinos, por ejemplo, ahora los alemanes están haciendo buenos vinos tintos, que normalmente eso no sucedía porque el clima no era lo suficientemente cálido para que las uvas tintas maduraran y eso mismo nos está pasando a nosotros en el Valle de Guadalupe”, señaló.

Añadió que para buscar variedades más resistentes de vid, se han acercado a productores de Cerdeña y Sicilia, en Italia, para conocer las prácticas más responsables y combatir los efectos negativos de la producción de vino en el medio ambiente.

Juan José Villacís, agrónomo de Anatolia, explicó que no sólo el calentamiento global y la falta de agua afectan la producción vitivinícola, pues la complejidad de este cultivo radica en que no sólo se necesitan climas calurosos para que la vid florezca, sino que también se quiere de temporadas de frío para que ésta se restablezca.

“No solamente nos está afectando el calor en el verano y la sequía, también los inviernos cada año se han vuelto menos fríos y duran menos, eso también es importante para el cultivo; hay una necesidad para la vid de horas de frío por año, que es cuando la planta realmente descansa un año y se prepara para la siguiente cosecha”, dijo Villacís.

Agregó que como la uva es un cultivo perenne —se siembra una vez y la planta produce muchos años— es complicado variar el tipo de uva que se produce, sin embargo, en las nuevas áreas de cultivo optaron por usar variedades más resistentes a las condiciones climáticas nuevas o usar portainjertos.

“Los portainjertos son variedades de raíces que no producen uva para vino, son simplemente de la familia de la vid, pero son mucho más resistentes y mucho más silvestres, tienen mucho más tolerancia a la sequía y a la salinidad, y sobre éstas nosotros injertamos la variedad de uva que queremos producir para vino”, apuntó el agrónomo.

Sobre cómo enfrentar el aumento de la demanda de vino por parte de los consumidores, a través de buenas prácticas en el cuidado del medio ambiente, Claudia Turrent señala que Anatolia busca vender el 90 por ciento de su producción en sus viñedos.

“Esto va a generar una menor huella de carbono… La idea de Anatolia es que todo lo que produce esa tierra se debería de vender ahí”, dijo, y recalcó que el Valle de Guadalupe es la única región del país que produce la calidad de uva necesaria para sus vinos por el tipo de clima que tiene.

Agregó que otro de los efectos indeseables del cambio climático es la presencia de lluvias fuera de temporada.

“En los últimos dos años hemos tenido dos huracanes, eso no existía en Baja California. Los huracanes son tormentas tropicales que vienen del sur y que se producen en el verano, que es cuando realmente la uva necesita la mayor resequedad para poder controlar los hongos y algunas otras problemáticas de la planta”, señaló.

Añadió que el Valle de Guadalupe es ideal para el cultivo de la uva pues tradicionalmente tiene lluvias en invierno y veranos muy calurosos y secos, situación que está cambiando por la variación del clima.

Además de los problemas derivados de la contaminación, el cultivo de la uva en el Valle de Guadalupe padece los efectos de una inadecuada gestión gubernamental, pues se complican la regularización de las concesiones de agua, se están entregando permisos de construcción en exceso y el Gobierno desatiende el tema de la seguridad.

“Anatolia tienen cuatro años de haber gestionado la reubicación de un pozo y tengo cuatro años de no recibir respuesta, y por ese motivo perdimos ya 21 hectáreas plantadas de viñedo. Es realmente preocupante porque no hay un control real del acuífero”, dijo Turrent.

Recalcó que la falta de aplicación de la ley es un tema medular para que el Valle de Guadalupe pueda sobrevivir, no sólo en el tema del agua, sino también en el de desarrollo urbano, turístico y seguridad.

“Están prohibidos los conciertos masivos y siguen sucediendo, están prohibidas las bardas que deterioran horriblemente el paisaje y las siguen haciendo. De verdad es desesperante ver como se nos escurre este paraíso entre los dedos porque nuestras autoridades no han entendido lo valioso que es… Tienen una visión a corto plazo y la viticultura no es de corto plazo”, acusó.

Mariana Díaz, líder del proyecto Contribución Determinada a Nivel Nacional desde la Sociedad Civil de ICM, señaló que el desarrollo inmobiliario en la región está afectando la vocación vinícola de Baja California.

Cada vez hay más permisos para crear viñedos, eso significa más explotación de recursos naturales en general, no sólo del agua… Todo lo que tiene que ver con el proceso de transformación de las uvas”, dijo.

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Mencionó que si las políticas públicas pactadas por los gobiernos al más alto nivel, como el Acuerdo de París, no se cumplen, entonces los ciudadanos sufren los efectos.

Si los países que lo firman (el Acuerdo de París) no lo cumplen, entonces Claudia en Anatolia tiene un problema de gestión de agua; entonces el productor de ganado bovino en el sur de Chiapas tiene un problema de agua o tiene un problema de uso de suelo, o un problema de narcotráfico”, sostuvo.

Agregó que al firmar el Acuerdo de París, México está obligado a que su contribución obligada a nivel nacional para revertir los efectos del cambio climático se actualice cada cinco años y sea más ambiciosa.

Sobre la idea de vender la mayor parte de su producción in situ, Claudia Turrent señala que no representa una complicación para el consumidor, ya sea para encontrar sus vinos ni por los traslados para ir al viñedo de Anatolia.

“El vino tiene un componente emocional muy importante y es muy distinto comprar en el supermercado una botella de vino, que ir al Valle de Guadalupe, entender la tierra, entender la agricultura y comprar una botella de vino ahí”. 

Entiendo que la contaminación la va a hacer mi consumidor, pero también tiene un doble filo esa navaja, ese doble filo de entender el paisaje, entender el contexto, entender la agricultura y participar en ella”, concluyó.

Omar Rivera | El Sol de México

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