Los atentados terroristas del 11/S reconfiguró la política mundial  

Han pasado 22 años y el recuerdo de los peores atentados terroristas –11 de septiembre de 2001 (11/S)– que ha sufrido Estados Unidos sigue muy vivo, un acto que dejó unos tres mil muertos, entre ellos 16 mexicanos, pero también representó un parteaguas en la geopolítica mundial y marcó la pauta de nuevas alianzas y rivalidades entre las llamadas potencias.   

No hay que olvidar que el 11/S puso al descubierto que el sistema de seguridad estadounidense fue incapaz de prever el ataque terrorista y que los sistemas de defensa convencionales, pensados para afrontar amenazas de otros estados, no podían garantizar la seguridad.  

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Los atentados provocaron cambios en las relaciones internacionales y en las políticas de defensa y migratorias, por cierto, no siempre en la dirección adecuada. En un primer momento, revitalizaron el debate entre seguridad y libertades concebidas como vasos comunicantes, propugnando que para garantizar la primera hay que restringir las segundas.  

En esta línea, el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush proclamó poco después de los ataques la USAPatriot Act, que permitía restringir las libertades y las garantías constitucionales para facilitar la lucha contra el terrorismo.  

Esa ley, provista de plazos para su revisión, fue renovada en 2005 y, a pesar de las promesas de Barack Obama, de nuevo en 2015 y 2020, con algunas modificaciones relativas a los servicios de inteligencia –y por ello rebautizada como USA Freedom Act. 

Una de las primeras medidas a escala mundial, tras el 11/S, fue el inmediato y tangible cambio en los aeropuertos de todo el mundo. Volar de un país a otro significaba esperar una larga fila ante el control de seguridad, Hace 22 años subirse a un avión no era nada parecido a lo que es hoy en día. 

El impacto del 11/S en la aviación se sintió de inmediato. Bush firmó una ley por la que se creaba la Administración de Seguridad en el Transporte, un cuerpo de inspectores federales de aeropuertos que sustituía a las empresas privadas que las aerolíneas contrataban para encargarse de la seguridad. 

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Y es que fueron cuatro aviones secuestrados que volaban en el interior de Estados Unidos los que fueron secuestrados por los terroristas de Al-Qaeda con los que tocaron el corazón de la primera potencia del mundo.  

Dos de ellos impactaron a las hoy desaparecidas Torres Gemelas, otro al Pentágono y uno más que tenía como objetivo Washington, pero fue desviado, desde entonces volar se volvió un asunto engorroso y en donde todos resultaban sospechosos.  

Inició una escalada de introducción de medidas de seguridad aeroportuaria en todo el mundo. A los pasajeros se les prohibió subir más de 100 mililitros de líquido al avión, se les pidió que permitieran revisiones aleatorias de equipaje y que sus enseres personales fueran escaneados, o que se quitaran el cinturón para pasar por debajo del arco de seguridad. Entre otros. 

Aquellos atentados a las Torres Gemelas también llevaron a una criminalización de los inmigrantes en Estados Unidos, sobre todo en ese momento, a los procedentes de países árabes y de mayoría musulmana. Más tarde, la tendencia alcanzó a los latinoamericanos, incluidos los mexicanos, en el rechazo a ingresar a ese país de manera legal e ilegal.  

Hoy esa xenofobia, es una de las principales herramientas de los republicanos en su intención de retomar los hilos conductores de la Casa Blanca, de la mano de Donald Trump, quien explota el discurso de rechazo a los migrantes hasta su máxima expresión, pese a que Estados Unidos es un país cimentado por migrantes. 

Antes del 11/S, la inmigración ya era considerada como un problema de seguridad, pero el ataque en Nueva York fue el pretexto perfecto para el fortalecimiento de este tipo de políticas que se empezaron a aplicar de forma indiscriminada, de acuerdo con el investigador Alejandro Velez.  

Pero sin duda, el efecto más importante de los atentados del 11/S fue que se convirtieron en el Pearl Harbour que necesitaban los neocons para convencer a la opinión pública de la necesidad de reorientar la estrategia internacional de Estados Unidos hacia el rearme, y una política más agresiva y contundente contra las organizaciones o países que amenazan la paz mundial, los intereses de EU o el sistema de valores occidentales.  

Además, dio pauta a otro fenómeno que se creía erradicado o al menos minimizado, la extrema derecha tomó un nuevo impulso desde ese fatídico 2001, menos de dos décadas después vieron encumbrados sus esfuerzos con la llegada al poder en EU de Donald Trump, en Brasil de Jair Bolsonaro, en Hungría de Viktor Orban o en Italia de Georgia Meloni. 

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El asunto es grave, porque los movimientos ultraconservadores siguen creciendo de manera acelerada. Hoy uno de los dos partidos llamados grandes en España, si quieren formar gobierno, debe negociar con los pro-franquistas y ultraderechista de Vox y su líder Santiago Abascal. 

O más recientemente, hemos presenciado el surgimiento de Javier Milei en Argentina, el candidato más votado en las elecciones primarias de cara al relevo presidencial, quien ha dejado claro que él es un liberal-libertario. Un ultraconservador que ha seducido a los más jóvenes. 

Han pasado más dos décadas y, sin duda alguna, la política mundial tuvo un cambio de 360 grados, hoy Estados Unidos ha elevado su nivel de xenofobia y el mundo busca nuevas alianzas para no seguir bajo la paternidad de la principal potencia del mundo, que pelea codo a codo con China la superioridad. El 11/S sigue dañando nuestras vidas. O usted ¿Qué cree?