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Aguda y pertinente es la mirada de Pablo Und Destruktion y su contracultura

De visita en México por primera vez, ofrecerá recitales en la Ciudad de México, Guadalajara y Querétaro

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El cantautor y profesor asturiano Pablo García, mejor conocido como Pablo Und Destruktion, lleva más de una década de publicar y compartir su obra, que es una suerte de folk aderezado con psicodelia que se puede rastrear en seis discos de larga duración, siendo el más reciente Ultramonte (2022).

Por primera vez está de visita en México, donde ofrecerá recitales en la Ciudad de México, Guadalajara y Querétaro, además de un taller sobre mitología de la música popular contemporánea, cuenta que presentará una combinación de sus seis discos antes de iniciar un año sabático en el que se dedicará a componer.

“Es un momento para valorar todo lo hecho hasta ahora, que son muchas canciones en estos 12 años que llevo como Und Destruktion. Me motiva bastante, era lo último que me quedaba por hacer en lo musical (visitar México), llevaba muchos años queriendo venir”.

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Pero Pablo es un hombre que provoca la reflexión y la conversación sobre múltiples temas. Por ello, el artista conversó con Víctor García Zapata y con varios seguidores de su música en la tienda de discos capitalina Venas Rotas, en un encuentro en el que se tocaron varios tópicos, entre ellos las ideologías, las crisis de valores y la contracultura, a la que Pablo ve de un modo singular:

“La veo como un término escurridizo, por cómo se ha absorbido en cierta manera una contracultura que yo creo que comienza más o menos en el ‘68, con los movimientos que ocurrieron en México, Francia, República Checa y España.

Yo creo que hubo una deriva generacional de los jóvenes que entonces plantearon ese movimiento contracultural contra antiguos valores que en aquella época se podían considerar obsoletos, y que en cierta manera ahora ellos mismos están en el poder, por una lógica casi biológica de maduración y de conquista de determinados lugares, y por la lógica también del capitalismo, cuya moral es el rendimiento económico, y que pone al servicio de ese rendimiento económico cualquier cosa, también a la contracultura, entonces bueno, yo por una voluntad dialéctica de contreras creo que ahora todo eso se complica”.

De acuerdo con Pablo, para definir cómo sería una contracultura actual habría primero que tratar de definir qué es lo que caracteriza a la cultura dominante actual, revisando incluso algunos tipos de rebeldías:

“Esas rebeldías se nos presentan como: ¿tú qué quieres hacer? Pero si tú eliges una cosa entonces ya puedes pertenecer a otras, ¿no? Así es como tienes “rebeldías permitidas” o controladas, que ya están establecidas con parámetros definidos de cómo te debes comportar para hacer tal cosa y de que si tú eres ajeno a cualquiera de esas cosas entonces te cancelo, así es como están funcionando”.

Asegura que en todo este proceso ha tenido mucho que ver la digitalización de la cultura y el auge del internet y los teléfonos móviles, los cuales considera un arma de doble filo, en medio de un entorno en el que ya no hay una exclusividad real, sino sólo una preponderancia del beneficio económico.

“Con los smartphones hay una dependencia ya obligatoria, por ejemplo, para hacer trámites administrativos; yo puedo aceptar el smartphone como un electrodoméstico, pero no, el Estado te obliga a tenerlo y llevarlo siempre contigo”.

En ese sentido dice que nunca se había visto la imposición de una sociedad de control como actualmente, en donde todas las calles de todas las grandes ciudades tienen millones de cámaras con reconocimiento facial permanente que hacen que todos nuestros movimientos estén perimetrados.

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“Yo creo que es una de las claves de la cultura hegemónica y que un punto de partida y un mínimo común denominador para una contracultura sería escapar de eso”.

Regresando a los grupos contraculturales, comenta que por cómo funcionan las cosas, ahora puede haber ciertos grupos que podrían ser considerados de ese modo, como los del fundamentalismo islámico en Europa.

Al mismo tiempo pone en tela de juicio algunos tipos de activismo como lo que él llama “ecologismo mainstream”, que asegura, “hace un lavado de cara de esas luchas y en el caso de Europa interviene directamente en las partidas presupuestarias, por lo que se trata de “un movimiento muy perverso” para luchar contra el cambio climático.

Y hablando de transgresiones, pone como ejemplo que el ser gay y exponerlo abiertamente implica una transgresión, lo mismo que no tener redes sociales.

“Hay un ejercicio de honestidad personal que simplemente creo que debería de estar favorecido desde la propia contracultura como algo comunitario, porque decir la verdad es muy sencillo, y asumir las consecuencias, aunque sean unas consecuencias que no van a ser a corto plazo las más favorables, porque te tienes que enfrentar al poder y desde ahí”.

Una mirada incómoda

“Además de hacer canciones y tocarlas también doy clases… Tengo ese defecto profesional -bromea-, doy clases en la universidad en España, donde estoy dando un postgrado a los alumnos egresados de Periodismo, y yo les hice una pregunta:

¿Por qué creéis que en España un niño de 10 años puede acceder a cualquier tipo de contenido pornográfico, pero no puede ver el noticiero de Rusia Today? Y debido a eso me llamaron de la dirección y tuve que explicar lo que quería decir, porque hasta mi puesto de trabajo corrió un riesgo”.

Recientemente la cuenta de Instagram de Pablo fue suspendida, aunque desconoce el motivo

“Me da igual, aunque no pueda dar conciertos, doy clases. Yo por eso empecé a dar clases, y si no puedo dar clases arreglo cuadras en mi pueblo, o limpio jardines”, dice tajante.

Y en la misma línea de lo que podría resultar incómodo para muchos, surgió una idea por demás provocadora: “la izquierda es la nueva derecha”, esto al hablar de que actualmente en muchos países se le juzga a la gente con respecto a esos dos términos, con base en el partido que se encuentre en el poder.

“Ese es el problema de los conceptos de izquierda y derecha, el propio Lenin tenía un artículo llamado “El izquierdismo como enfermedad infantil del socialismo”, en el que ya negaba esos conceptos de izquierda y de derecha, precisamente porque son muy traicioneros y porque han provocado un proceso de vaciamiento de contenido y sustitución de un contenido político obrero real por un contenido estético, pero que en esencia son los mismos:

O sea, son gente que está siempre ávida de permanecer en una esfera del poder y ahí se quedan hasta que se mueren.

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Comenta que gracias a estas polarizaciones es que solemos creer que la derecha es la contraparte de la izquierda y que la izquierda es la contraparte de la derecha cuando no es así, pues las dos forman parte de una dualidad, que es el sistema, el cual se nutre de esos dos lados para poder salir adelante.

No es época de movimientos contraculturales

Esta es una de las conclusiones a las que llega el artista, argumentando que la capacidad organizativa de la sociedad es mínima, además de que ve un debilitamiento en cada nueva generación.

“Yo noto como por ejemplo yo, con respecto a mi abuelo tengo mucha menos fuerza física y mucha menos capacidad de concentración. También tenemos mucha menos capacidad de amar, que es algo muy importante también, y de mantenernos fiel a lo que amamos…

E intuyo que es algo que continuará en las generaciones venideras, por mucho que pensemos que la única ética es la del dinero, no va a ser así, porque se están produciendo ya colapsos. En España, por ejemplo, hay muchísimos puestos de trabajo que quedan desiertos, aunque haya un paro bestial, porque no hay la fuerza suficiente para agarrar ese puesto de trabajo y desempeñarlo”, alerta.

La apropiación cultural

Como era de esperarse, tampoco el gremio de la música se salva en el análisis de Pablo:

“Yo estoy en guerra abierta con muchos artistas que creo que están vaciando todo de contenido, en esa tradición de dejar unas cuantas palmas flamencas y un cante o algo así, y vaciar todo lo que hay detrás…

Para mí no importa que tengan una guitarra o una caja de ritmos, eso da igual, lo que importa es el fondo, pero creo que este fenómeno de protección cultural hace lo contrario: da importancia a las formas y las reconvine con elementos novedosos mientras vacía todo el contenido espiritual, ético y trascendental”.

Y aunque pudiera parecer un pesimista, en realidad Pablo es un idealista que está esperando ver de nuevo cómo el arte y el conocimiento sirven para algo más que empolvar museos o bibliotecas:

 “A veces puede parecer que soy raro o conservador, pero hay movimientos como el straight edge, que ha apelado a la nobleza, al control y que de alguna manera es un buen punto de partida para que surjan otros grupos, presentes y futuros”, concluye.

Este 21 de julio, Pablo se presenta en Guadalajara, Jalisco; el 22 en León, Guanajuato y, el 23 en el Foro El Tejedor, de la Ciudad de México.

Alejandro Castro / El Sol de México

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