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José Clemente Orozco se convirtió en el muralista de fuego

Destacó que “la técnica de la pintura se halla aún en su infancia después de 10 mil años de civilización”

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GUADALAJARA, Jalisco. La noticia de que José Clemente Orozco fue declarado el 4 de agosto de 1942 por los más eminentes críticos de arte de Estados Unidos el “Primer pintor de América” fue dada a conocer en primera plana de El Occidental, donde también colaboró.

Originario de Zapotlán o Ciudad Guzmán, Jalisco, el muralista del fuego -elemento predominante de sus murales- destacaba entonces que “la técnica de la pintura se halla aún en su infancia después de 10 mil años de civilización”.

Con la humildad que le caracterizaba, destacó “parece increíble que la ciencia y la industria no hayan proporcionado al artista mejores materiales para su trabajo”.

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Criticó: “La gama de colores no son permanentes a pesar de lo que pretenden los fabricantes. Los lienzos, la madera, el papel a pesar de lo que pretenden los fabricantes. Los lienzos, la madera, el papel, los muros, están expuestos a una continua destrucción debido a la humedad, a los cambios de la temperatura, a las reacciones químicas, a los insectos y gérmenes”.

Clemente Orozco, que respondía entonces a una invitación especial del consejo editorial, plasmó en primera plana que “los óleos, los barnices, la cera y las gomas son substancias sucias que están continuamente oscureciendo, cambiando, agrietandose y desintegrándose”.

Mientras tanto a nivel internacional era reconocido, El Occidental presumía en su nota principal que “nació en Jalisco” y además que “Y es para El Occidental motivo de satisfacción en este primer número abrir la galería de nuestros grandes valores artísticos con el pintor cuyo genio es gloria de Jalisco”.

El zapotlense, que terminó su primera carrera a los 17 años como agrónomo, estudió luego Matemáticas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la Ciudad de México y dibujo arquitectónico en Bellas Artes, reapareció luego en su ciudad natal para decorar con sus murales edificios como la rectoría de la Universidad de Guadalajara, el Palacio de Gobierno y el Hospicio Cabañas, todo en cuatro años.

Su artículo que acompañaba ya el reconocimiento internacional de su carrera apareció en el año de 1946 y tres años después murió.

La obra de Orozco se enmarca en el grupo de pintores y muralistas mexicanos como Diego Rivera y Siqueiros, quienes se anticiparon a las tendencias de 1960.

El Hidalgo de Orozco. En 1937, Clemente Orozco pintó en la Bóveda de la Escalera del Palacio de Gobierno de Guadalajara, un retrato del Padre de la Patria, Miguel Hidalgo, de los más expresivos en la historia. Del sable del promotor de la independencia surgen las llamas.

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El hombre en llamas. En las bóvedas del hoy Museo Cabañas, declarado por la Unesco patrimonio de la humanidad, Clemente Orozco pintó entre 1937 y 1939 los cuatro elementos de la naturaleza: Agua, aire, tierra y fuego. La joya de la corona sin embargo es el hombre en llamas que está en la cúpula central, a 27 metros del suelo, y que representa al dios griego Prometeo.

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El hombre rebelde. Y como si fuera una visión futurista de nuestro Jalisco y México, Clemente Orozco plasmó en los muros y la cúpula del Paraninfo de la Universidad de Guadalajara dos grandes obras: El hombre creador y rebelde y El pueblo y sus falsos líderes, obras que reflejan al libre pensamiento y, por otro lado, al pueblo frente a sus principales enemigos que apuestan a la ignorancia y están en contra de la educación.

La obra realizada en el año de 1935 representó un gran reto para el maestro Orozco debido a que por primera vez se enfrentó al uso de la perspectiva en una superficie cóncava.

Víctor Manuel Chávez Ogazón | El Occidental

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