La Opinión
Morena y el viejo PRI
Se debe tener cuidado al comparar a Morena con el viejo PRI, ya que nos pueda llevar a ignorar la realidad política mexicana actual
He escuchado diversas comparaciones de rasgos entre la realidad política actual de México y el régimen posrevolucionario del partido hegemónico y diferentes símiles entre Morena y el viejo PRI.
Estas comparaciones tienen cierto fundamento, pero me parecen desproporcionadas e inexactas en términos históricos y políticos.
Es verdad que Andrés Manuel López Obrador, fundador de Morena, se formó en el echeverrismo y heredó varios elementos del priismo setentero e incluso algunas particularidades de la visión de país, la ideología y el discurso de Luis Echeverría. Si alguien lo duda, échele un vistazo a El estilo personal de gobernar, obra maestra de Daniel Cosío Villegas.
También es cierto que muchos de los miembros prominentes de Morena hicieron buena parte de su carrera política en el PRI, como es el caso de Porfirio Muñoz Ledo y Manuel Bartlett, también de cuadros más jóvenes, como Marcelo Ebrard, que fue discípulo de Manuel Camacho Solís, en tiempos de Carlos Salinas de Gortari.
Así pues, es indudable que muchos miembros de Morena (incluido el propio López Obrador) tienen influencia del priismo.
En AMLO, esto es muy notable. Es claro que retomó el ideal de “justicia social”, que era una de las piedras angulares del régimen posrevolucionario, y lo trajo al siglo XXI, junto con algunas prácticas del viejo PRI, como el mantenimiento de clientelas electorales a través de programas sociales, las prácticas corporativistas, el hiperpresidencialismo, el disgusto por los contrapesos constitucionales y la retórica nacionalista con alusiones históricas.
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Pese a que Morena tiene estos elementos del viejo PRI, insisto, las comparaciones entre ambos partidos y entre la realidad política del México actual y el régimen político mexicano del siglo XX me parecen inexactas por las siguientes razones:
- El México de hoy es un lugar muy distinto al México en el que se forjó, se consolidó y, posteriormente, operó el régimen posrevolucionario.
En ocasiones, parece que el propio López Obrador no se da cuenta de esto —como cuando nos instó a criar gallinas en nuestros patios para salir de la crisis económica del coronavirus—, pero el México de hoy atravesó por una transición democrática que trajo consigo un entramado institucional que le hace frente al poder presidencial.
Estas instituciones nunca fueron perfectas. Siempre tuvieron fallas y ausencias. Además, el lopezobradorismo las ha debilitado. Aun así, el aparato institucional democrático de México es mucho más robusto de lo que parece a simple vista.
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Los presidentes del viejo PRI jamás tuvieron que lidiar con una Suprema Corte independiente (por más que haya varios ministros afines a AMLO), con un Congreso convertido en un verdadero órgano legislativo (por más que AMLO cuente con mayoría parlamentaria), con un Instituto Nacional Electoral ciudadano y autónomo, o con gobernadores que ostentan un poder real en sus estados y que pertenecen a partidos de oposición.
- El México gobernado por Morena está mucho más conectado con el exterior que el México del viejo PRI.
López Obrador no muestra interés alguno en las relaciones internacionales. Con mantener contento al gobierno de Trump, es más que suficiente.
Sin embargo, en la actualidad, la economía y la vida social de México están notablemente ligadas con el exterior. Lo que ocurre en México le importa al mundo y lo que ocurre en el extranjero afecta a los mexicanos.
Además, el rasgo principal de nuestra economía es la interdependencia con Estados Unidos. Por eso, un modelo económico centralmente planificado basado en la sustitución de importaciones y en la acción económica del Estado era viable durante el siglo pasado; hoy en día es imposible.
- Ésta es la diferencia más importante: el régimen posrevolucionario era un sistema político consolidado, sólido y estable (lo cual no le quita lo autoritario y antidemocrático); el gobierno de López Obrador no lo es.
López Obrador es un presidente que cuenta con una legitimidad social importante y ha concentrado más poder que sus antecesores inmediatos. Además, cuenta con una amplia base de apoyo electoral y con un partido de corte personalista: Morena se creó y existe en torno a su figura.
Eso no es comparable a la maquinaria refinada, sofisticada y poderosísima que fue el viejo PRI: un partido-gobierno con capacidad para gestionar la economía, gobernar con estabilidad, controlar las tensiones sociales a base de un sistema corporativista y mantener el ideal de la Revolución mexicana vivo y adaptado a las distintas coyunturas que atravesaba el país.
Los símiles históricos son útiles para entender nuestra realidad y para tener referentes con los cuales comprender situaciones actuales por medio de la comparación con hechos pasados.
Debemos tener cuidado al comparar a Morena con el viejo PRI, ya que esa comparación nos pueda llevar a ignorar las particularidades de la realidad política mexicana actual y a confundir algunos rasgos nuevos con características viejas.
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