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El Extranjero

La hambruna se convirtió en una epidemia silenciosa en Argentina

En enero de 2020, la crisis económica en Argentina ya cobró la vida de siete niños wichí, algunos de ellos no llegaron a vivir ni los dos años de edad

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La crisis económica vivida en Argentina provoca tintes sociales graves, en el primer mes de este 2020 ya cobró la vida de siete niños wichí, algunos de ellos no llegaron a vivir ni los dos años de edad, porque murieron de hambre y de sed en Salta, una provincia en el extremo norte de ese país que colinda con Bolivia, Chile y Paraguay.

Los titulares de los medios en el mundo abundan en anuncios sobre la epidemia del coronavirus, pero el hambre es una depredador silencioso que no ha logrado acaparar los reflectores porque no es contagiosa, aunque se extiende a pasos agigantados por todo el mundo, hablamos de una pandemia.

De acuerdo con datos de la Universidad Católica Argentina (UCA), el 13 por ciento de los chicos y adolescentes pasó hambre en esa nación en algún momento de 2018 por problemas económicos. Unicef reveló que el 48 por ciento de los menores de 18 años era pobre el año pasado en Argentina, en un estudio que mide variables sociales además de las económicas.

Según los últimos datos conocidos de la  Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) hay 821 millones de personas en el mundo que están subalimentadas. De este número 39.3 millones habitan en América Latina y el Caribe y 256.5 millones en África. Dentro del universo mayor 142 millones de personas pueden morirse de hambre.

El más reciente deceso en la zona salteña de Argentina, fue un menor wichí de un año y nueve meses y vivía con su madre en una comunidad de 150 familias indígenas wichís en el municipio de Embarcación. Murió durante el traslado entre dos centros de salud.

El gobierno salteño informó de que el pequeño estaba en un estado general grave, con fiebre, deshidratación severa y diez días de vómitos y diarrea. “Tenía una enfermedad de base: desnutrición crónica”, admitieron las autoridades.

Los wichís o wichíes, son los integrantes de una etnia indígena del Chaco Centraly del Chaco Austral, en el centro de América del Sur. Son uno de los pueblos originarios más numerosos de los que habitan el actual territorio argentino.

Casos como este se suceden año a año en Salta, donde el verano es duro y las sequías se turnan con las inundaciones para dejar sin alimentos a las comunidades indígenas más aisladas. El estado provincial, liderado por el peronismo –hoy representado por el kirchnerismo– durante 32 de los últimos 36 años de democracia, declaró la emergencia sociosanitaria.

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En el hospital de Tartagal, Argentina, había el mes pasado diez niños ingresados por malnutrición, informó la ministra de Salud provincial, Josefina Medrano. La funcionaria admitió que los problemas de salud en el chaco salteño “se repiten año tras año”, como un karma.

El gobernador Gustavo Sáenz declaró la emergencia sociosanitaria en la zona, en un intento por atajar la crisis. El político peronista está en el cargo desde el 10 de diciembre pasado, cuando sucedió a otro peronista, Juan Manuel Urtubey, quien estuvo 12 años en el cargo, y al final de su mandato ocupó buena parte de su tiempo en promocionar su candidatura presidencial.

Sus planes quedaron truncos por el poder electoral de la dupla Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner, ganadores de las elecciones presidenciales frente al expresidente Mauricio Macri. Desde el final de la dictadura militar en 1983, la provincia ha sido gobernada por diferentes corrientes del peronismo, con nombres que se repitieron durante varios períodos, como Romero y ahora Urtubey.

Salta es rica en recursos y poderoso polo turístico, pero las noticias de niños muertos por hambre son una constante salteña. En esos parajes desolados faltan agentes sanitarios, como se llama al personal que visita regularmente a las familias casa por casa. Se mueven en bicicleta, con una mochila, y recogen información sobre peso, talla, vacunación y enfermedades del grupo familiar, que luego vuelcan en una ficha.

En el chaco salteño el acceso al agua potable, que es un derecho humano esencial para la ONU desde 2010, es una deuda histórica. Los puestos sanitarios que pasan meses sin agua son una noticia casi normal y frecuente. Y en muchas comunidades perdidas en el monte hay que andar horas a pie hasta encontrar un grifo.

La pobreza es estructural en los hogares indígenas, que tienen los peores indicadores educativos, sanitarios y sociales de Argentina, en cifras de Unicef. De ellos, los de Salta y Formosa están entre los más postergados.

Un país proveedor

La paradoja es que Argentina es uno de los mayores proveedores mundiales de alimentos, pero como exporta muchos de sus principales productos -maíz, trigo, soja y carne-, los valores locales suben cuando se deprecia el peso.

“Hasta la fecha hay una diferencia muy considerable entre el aumento promedio de precios de alimentos y el aumento en promedio del resto de los productos y servicios”, explicó Sergio Chouza, economista de la Universidad de Avellaneda.

El alza anual de los alimentos es cercana al 60 por ciento, con algunos productos básicos como lácteos con aumentos de entre 80 por ciento y 90 por ciento en los últimos 12 meses, según el experto.

“Eso redunda en un deterioro de la alimentación y para mucha gente en quedar debajo de la línea de la indigencia”, explicó.

La pobreza –que era del 32 por ciento  en 2018– alcanzó al 35.4 por ciento de los argentinos en el primer semestre de 2019 y Chouza estimó que llegaría al menos al 38 por ciento a fin de año.

La indigencia, que mide a quienes no logran comprar los alimentos básicos, era del 7.7 por ciento en el primer semestre, en un país que históricamente ha tenido una clase media hegemónica.

El comedor Caritas Felices, ubicado en el suburbio pobre de Claypole, al sur de Buenos Aires, alimenta dos veces por semana a 128 chicos, frente a los 20 que recibía cuando abrió sus puertas en abril.

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Si la ONG -que no recibe ayuda estatal- logra donaciones o dinero suficiente, hace una tercera comida a la semana. Sin embargo, en los últimos meses le ha resultado difícil.

“Hay menores que no llegan al alimento de la noche. A veces si tienen para el mediodía comen y a la noche ya no tienen para comer. Todas esas cosas se ven acá, en este barrio”, dijo a Reuters Elena Escobar, de 53 años, una de las encargadas del comedor.

La privatización de Yacimientos Petrolíferos (YPF) , los desmontes, la extracción maderera, los desalojos. Parece un plan genocida de parte del estado nacional y provincial, que en buena medida acrecenta la hambruna y muerte que avanza en Argentina.

Por: Alfonso López Orrante

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