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El novillero Arturo Gilio se prepara en Aguascalientes para regresar a los ruedos
El novillero Arturo Gilio no deja de torear para estar listo en el momento en que la fiesta brava se reanude tras la epidemia de Covid-19
AGUASCALIENTES, Aguascalientes. El novillero de La Laguna Arturo Gilio continuó con sus actividades en una tienta en el rancho El Peñolito, localizado en el municipio de Mapimí, Durango, donde se ubica la ganadería de su padre, el diestro retirado Arturo Gilio Hamdan.
En la tienta Casa Toreros, encargada del manejo del novillero, intervinieron el aguascalentense Arturo Saldívar y el propio Gilio, cada uno encargado de tres toros del encaste español de Parladé, que tenían edad y trapío y sobresalieron dos con nota alta entre los seis que se probaron.
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Mientras se extienden las restricciones por la pandemia de Covid-19 el coahuilense Gilio sigue preparándose para sus próximos compromisos y estar a punto en el momento en que la fiesta de los toros regrese a la normalidad.
Gilio tenía programado un encierro el sábado pasado en Querétaro, sin embargo, tuvo que suspenderse debido a que aún no se han autorizado las corridas en forma.
Apenas el 24 de octubre se dio el regreso a la actividades del lagunero quien a principios de ese mes sufrió una lesiones en el cuello y la nariz durante una tienta en el campo bravo.
Las primeras plazas de toros en Aguascalientes datan de la primera mitad del siglo XIX. Eran arenas improvisadas con láminas, tubos y madera, las cuales debían ser circulares, aunque la de Calvillo extrañamente rompía esta regla con su forma octagonal.
El lugar preferido para instalarlas era el predio que hoy ocupa el mercado Terán, algo que suena lógico porque a unas cuadras se encontraba el famoso Parián, donde se llevaba a cabo la gran feria de Aguascalientes en el mes de noviembre.
Los festejos taurinos se celebraban cuando el gobierno los autorizaba a particulares, quienes daban funciones durante la feria.
La creciente afición a la fiesta brava de los aguascalentenses, el atrayente palenque de gallos y el salón de exposiciones provocaron la fundación de la plaza de toros del Buen Gusto, en 1851.
Los visionarios empresarios José María López de Nava, “el patriarca de los liberales en el Estado”, y los hermanos toreros José María y Mariano Ávila aprovecharon que la llamada “función de San Marcos” fue trasladada del Parián a la amplia explanada de San Marcos, para edificar este nuevo ruedo que comparado con los anteriores, improvisados y portátiles, era muy aristocrático. Aunque frente al coso de la capital del país, resultaba humilde y pequeño.
Podía albergar hasta 2 mil personas y contaba con un redondel a manera de cerca. Tenía gradas y unas sillas de tule que se encontraban en lo más alto. Aquí se presentaron lidiadores de renombre como Toribio Peralta, Ponciano Díaz y los hermanos Ávila.
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