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De niño me inducían a ser artista, pero me decían que si lo hacía iría directo al fracaso: Arnaldo Coen

El artista plástico es uno de los últimos sobrevivientes de la Generación de la Ruptura

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Ahora de regreso, con una retrospectiva de seis décadas que presenta en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, Arnaldo Coen aprecia las matemáticas desde el punto de vista del arte, como una referencia abstracta que se refleja en su obra.

Es una figura medular del arte en México, sobre todo de la segunda mitad del siglo XX. Fue partícipe de los principales grupos, movimientos y eventos que desafiaron el canon de la modernidad plástica y que junto con otros creadores definió los nuevos rumbos de la visualidad y la creación artística, con una obra que invita al juego, la sensualidad, el cambio y la transgresión.

Parte de esa producción artística, que ya abarca más de seis décadas de trayectoria, se está presentando en una exposición que propone una visión antológica que da cuenta del complejo entramado de motivos que la animan y que no pueden entenderse como elementos aislados, sino como un entramado complejo y en constante movimiento.

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La muestra se compone de 322 objetos repartidos en 128 obras (pintura, guaches, litografía, libros de artista, escultura y gráfica) y 168 documentos y materiales de archivo, que fueron seleccionados por el equipo del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, donde presenta esta exposición hasta el 17 de septiembre.

Maestro Arnaldo Coen, ¿de dónde salió el título de esta muestra?

De una de las piezas que están ahí y que es como una broma, porque es una bandera mexicana-americana, y que en las barras tiene una frase que dice que todo en el mundo está dividido en dos partes, de las cuales una es visible y la otra invisible, y que aquello visible no es sino reflejo de lo invisible.

Está celebrando más de seis décadas de producción artística. ¿En todo este tiempo ha cambiado alguna idea o concepción suya sobre el arte?

Bueno, al principio tenía una idea de lo que pensaba hacer, pero una cosa era pensar y otra cosa hacer, entonces decidí dejarme llevar por el hacer, porque es como dialogar con una tela o con una hoja de papel y ponerse a trabajar, pero hay veces que se enoja y hay veces que si lo acepta y todo va bien… Es ahí cuando acabo con el cuadro… O él acaba conmigo.

¿Qué destacaría Arnaldo Coen de lo que veremos en esta muestra?

Hay distintos tipos de trabajos, en la mañana que estuve en el Museo, salieron unos estudiantes para comentarme que todo lo que vieron les había abierto una puerta para poder hacer ellos lo que querían, y eso es justo lo que creo que es más importante: el artista tiene que tener espectadores y debe conocer a sus espectadores, porque eso va a enriquecer sus obras.

Siempre que se habla de usted, se le menciona como un miembro de la Generación de la Ruptura, pero esto que acaba de contar refleja más una gran unión con el espectador.

Sí, hubo en algún momento de la historia esa ruptura con lo que había antes, pero al mismo tiempo siempre existe una unión también con los amigos con los que hemos logrado hacer obras al alimón, como con Mario Lavista, que trabajé mucho la parte musical tratando de encontrar un lenguaje musical que se pareciera al pictórico…

Experimentamos muchas cosas. Sobre lo de la ruptura, creo que es muy importante que no se quede ahí, porque nos perdemos de tantas obras de artistas mexicanos, que más bien deberíamos rescatar; hay virtudes en cada uno de los artistas que nos antecedieron y también hay virtudes en muchos de los artistas que nos preceden.

Ya que habla de ello ¿Arnaldo Coen está al tanto de la producción artística de las nuevas generaciones? ¿Y si es así, qué opinión le merece?

Bueno, yo pienso que si actúan con honestidad y con libertad, entonces van a poder aprovechar una cantidad de herramientas que están surgiendo ahora y que puede abrirnos ventanas a otras experiencias. Hace unos días me encontré con un amigo y decidimos ver cosas en la computadora.

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Él es matemático, y realmente lo que se ha descubierto con las matemáticas desde el punto de vista del arte es fascinante, porque son tan geniales que convierten los números en unas representaciones de lo abstracto que son fascinantes, entonces creo que por ahí también hay una beta… Pero además de pensar en los jóvenes, pienso que yo también tengo muchos años por delante y que puedo trabajar con esas herramientas.

Y eso es lo que mantiene vigente a un artista. Ya que estamos en ese tema, ¿qué opina Arnaldo Coen del uso de la inteligencia artificial y sus diferentes aplicaciones en el arte?

Hace muchísimos años me preguntaban si yo creía que la fotografía era un arte. En ese entonces yo contesté que no, que ni la fotografía ni la escultura ni la danza ni la música ni nada de eso era un arte, que eran más bien herramientas que nos permiten trabajar.

Creo que con la inteligencia artificial tenemos opciones en el espacio virtual que nos pueden llevar a concretar un espacio que ya se está mercantilizando… Yo creo que es muy importante abrirse a cualquier técnica y a cualquier sorpresa que nos puedan dar esas herramientas.

La obra de Arnaldo Coen forma parte de relevantes colecciones y acervos en recintos como el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de Arte Mexicano en Chicago y el Banco de México, por mencionar sólo algunos.

Además de que ha realizado importantes exposiciones individuales en el Museo de Arte Moderno y en la Sala Nacional del Museo del Palacio de Bellas Artes, y su obra ha sido exhibida en diversos países tanto de Europa, como de África, Asia y América Latina.

En 2014 se hizo acreedor del Premio Nacional de Ciencias y Artes que otorga el Gobierno de México y en 2022 de la Medalla Bellas Artes. Es miembro de la Academia de Artes y del Seminario de Cultura Mexicana.

Si Arnaldo Coen sólo pudiera destacar una obra de esta muestra, ¿cuál elegiría?

Una foto donde aparezco pintando a Pilbar Pellicer, semidesnuda, y que es parte de la transición de cuando tomé el torso como punto de partida para que se fuera transformando en diferentes expresiones y en cada paso que daba con las siluetas de los cuerpos, como los de los maniquíes que me iba encontrando aquí en los tiraderos de México.

Y de ahí salió un proyecto para hacer mi pintura sobre los cuerpos, es decir, pintar sobres los cuerpos y esa es una secuencia que es interesante observar, pero yo creo que cada pieza tiene lo suyo.

Pero lo mejor es que el espectador se dé una vuelta y se pare ante cada una, no para preguntarse qué quise decir, sino qué quiere decir para él, porque no existe una obra si no existe un espectador claro y creo que si tenemos espectadores que actúen con atención, entonces este se vuelve un espectador creativo, no pasivo… Lo más importante es que esa obra dialogue con cada quien como a cada uno le plazca.

Hablando de retroalimentación, ¿alguna vez un espectador le dijo algo sobre alguna de sus obras que usted no hubiera advertido o reflexionado?

Yo creo que desde un principio acepté la crítica, tanto de críticos como de compañeros colegas, y siempre nos retroalimentamos. Lo importante es aceptar los errores.

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Yo me acuerdo de que de niño por un lado me inducían a ser artista y por el otro lado me decían que si lo hacía iría directo al fracaso, así que desde el principio yo pensé en incluir al fracaso como parte de mi proyecto de vida, y creo que de alguna manera eso me ha hecho sentir que todo lo que pase ya sea ganancia.

Esta muestra está dividida en cuatro ejes temáticos que son: Transgresión, El cuerpo como territorio, Serialidad y transformación y Cuestionamiento de la obra de arte, ¿a qué se refiere esta última?

Al desafío del estatus del objeto artístico, pero le voy a platicar mejor una de ellas, que es la de robarte el arte. Fernando Gamboa, que era un gran museógrafo y que estaba muy conectado con el mundo del arte, conoció a uno de los personajes que salió de la escuela de la Bauhaus y que fue fundador de Documenta.

Y me tocó la suerte de que Fernando nos mandara con una carpeta de dibujos y unas ideas para proponerle a la Volkswagen, así que nos lanzamos a Alemania en 1972 y ahí propusimos eso de robarnos el arte. Y entonces los alemanes nos dijeron:

¿Ustedes saben en dónde están parados? Y nosotros les dijimos que sí, porque no nos íbamos a robar el objeto, sólo el arte… Y eso le gustó muchísimo, así que compramos rollos de 35 milímetros, contratamos unos camarógrafos y recorrimos todas las obras de la arquitectura utópica, de los minimalistas, los hiperrealistas y todo lo que había ahí, con todas esas obras habían sido una lucha para la conquista de la libertad del arte.

Visto así, entonces todos, artistas o no, nos robamos el arte cuando vamos a un museo o una galería, porque salimos empapados e inspirados en lo que vemos.

Pues bienvenidos, porque el arte que se van a robar es el que vieron… Y que son ellos mismos… Todo eso hay que guardarlo muy bien, porque si algo los hizo ser espectadores creativos, para mí es fascinante porque enriquecen la obra y ellos también.

Alejandro Castro / El Sol de México

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