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El Extranjero

Los abrazos seguirán en el limbo por la pandemia de Covid-19

Mike Ryan, director ejecutivo de la OMS, dice que la pandemia de Covid-19 ha limitado muchas actividades cotidianas de los seres humanos, como los abrazos

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Los abrazos seguirán en el limbo por la pandemia de Covid-19
El mundo vive su primera ola de Covid-19. Foto: Nacho Ruiz/Cuartoscuro.

Pese a que muchos países en el mundo están en su etapa de desconfinamiento, tras relajar sus controles contra la pandemia de coronavirus (Covid-19), los abrazos entre personas tendrán que esperar durante algún tiempo más para evitar nuevos contagios.

El Covid-19 se transmite por la gotitas que expulsa un infectado por la nariz y la boca y puesto que no existe ningún tratamiento ni vacuna, limitar los contactos es la única opción junto al lavado de manos y el uso de mascarilla para frenar la epidemia.

El director ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Mike Ryan, afirmó que “en este momento, no estamos en la segunda ola” de contagios por Covid-19, pero sí “en el medio de la primera ola a nivel mundial”.

“Todavía estamos en una fase en la que la enfermedad está en aumento“, dijo Ryan, tras señalar a América del sur, Asia del sur y otras partes del mundo como preocupantes. En estos regiones deberían mantenerse las medidas de aislamiento, consideró en videoconferencia el representante del organismo.

Ryan señaló que entiende que hay gestos que se extrañan, como darse la mano o abrazarse, pero “hay que seguir siendo cautelosos” conociendo el potencial de contagio del virus.

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La pandemia por el Covid-19 ha limitado muchas actividades cotidianas de los seres humanos, pero una de las que más se extraña es el contacto físico, “ello nos priva de la hormona de la felicidad”. 

El tacto es algo “verdaderamente fundamental” para los humanos y, vivir sin él, debilita nuestras relaciones más cercanas, le dijo a la cadena BBC, Robin Dunbar, profesor de Psicología evolutiva de la Universidad de Oxford.

“El tipo de contacto más íntimo –el brazo alrededor del hombro, una palmada en el brazo y este tipo de cosas reservadas para amistades más cercanas y miembros de la familia– son realmente importantes”, destacó el científico.

Millones de personas en el mundo recurren hoy a los medios tecnológicos para mantener el contacto con los seres queridos a la distancia, pues no es recomendable visitarlos, las medias de preventivas de sanidad nos obligan a permanecer en casa.

No en todas las culturas la gente se abraza y besa con la misma frecuencia e intensidad, pero en todas se tocan, dice Dunbar. “Nos hace sentir más felices, satisfechos y confiar en los demás”.

El tacto es el primer sentido que se desarrolla en el útero, e investigaciones han mostrado que el contacto físico con otros reduce el efecto del estrés.

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Dunbar dice que la razón por la que los humanos necesitan contacto físico es debido a nuestro pasado evolutivo como primates. “Todos los primates son intensamente sociales y, probablemente los más intensamente sociales de todos los animales del planeta”.

“Ellos construyen este tipo de relaciones y amistades entre sí a través del tacto social, que toma la forma de aseo social, que consiste en revisar el pelaje del otro. Y nosotros todavía lo hacemos”, destacó el investigador.

Mientras que la mayor parte de nuestro pelaje ha desaparecido, los humanos hacemos los mismos movimientos en exactamente las mismas neuronas cuando acariciamos, abrazamos y damos palmadas”, explicó Dunbar.

Esto estimula la producción de endorfinas, las sustancias químicas que nos hacen sentir bien y que actúan en el cerebro para acallar el dolor.

Robyn Munday, quien como tantas otros millones de personas, está atravesando la cuarentena sola, le dijo a BBC que estar sin contacto físico con otras personas es una experiencia particularmente dura.

“Soy de esas que abrazan, abrazo a todo el mundo”, dice Munday, de 57 años, desde su casa en Victoria, Australia.

La nueva realidad

El jefe de epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, Antoni Trilla, advirtió que “cada uno de nosotros va a tener que aprender a convivir con esta nueva realidad.

“Los abrazos y los besos y toda esta manera que tenemos de relacionarnos aquí volverán algún día, pero no serán la norma en las próximas semanas y meses”, advirtió.

Rodolfo Llinás, uno de los científicos del cerebro humano más reputados en el mundo, no duda y dice que pasada la crisis retornarán los besos y abrazos, y el confinamiento de meses no alterará el funcionamiento cerebral.

Llinás, quien ha sido incluido en la lista de candidatos al Premio Nobel de Medicina, enfatizó a la agencia AFP que “cuando esto pase, en cuatro o cinco meses, quizás un poco más, se va a olvidar como se han olvidado todas las pandemias”.

Advirtió que “sí, les va a dar miedo por un par de semanas. La situación de relación humana es sumamente fuerte. Una vez que pasen un par de meses y que la gente se pueda besar y no le pase nada, pues empezarán a besarse y abrazarse de nuevo. Si no, ¿cómo vamos a sobrevivir?.

El asunto es que las expresiones faciales se vuelven un enigma escondido tras las pobres mascarillas incapaces de traslucir una sonrisa, el desagrado, o la mueca graciosa que se experimenta cuando alguien gasta una broma, lo que deja al interlocutor vacío de sensaciones y expuesto al fallo intuitivo que imposibilita ver con claridad cuál respuesta debe ser la adecuada para la adaptación óptima a nuestra forma de relacionarnos.

En muchos países, la población pasó del confinamiento por la pandemia de Covid-19 en casa al confinamiento de “sí mismo”: los reencuentros se hacen a distancia, sin abrazos, se evitan las concentraciones y las calles se ven privadas de la efervescencia social.

¿Por qué poner una distancia, contraria al instinto gregario del hombre? “Para evitar el contacto: la palabra “contagio” viene del latín y alude al hecho de tocar”, explica a la agencia francesa AFP Anne-Marie Moulin, doctora e historiadora francesa.

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El término “distanciamiento social”, traducido del inglés, fue empleado por primera vez en 1918 durante la pandemia de la “gripe española”, en Misuri (Estados Unidos), cuando el médico Max Starkloff decidió prohibir las reuniones de más de 20 personas.

“Lo que hoy es inédito es que debamos distanciarnos en el seno de nuestro propio grupo”, afirmó la economista francesa Marie-Claude Villeval.

Se cuestiona incluso la esencia del grupo, lo que “cambia por completo la naturaleza de la ciudad”, y nos preguntamos “por qué conservarla”, analiza la geógrafa urbana Lise Bourdeau-Lepage. 

La epidemia puso en evidencia además la necesidad del otro y del contacto físico, que hasta ahora las costumbres sociales satisfacían.

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