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Baja California

Los médicos y enfermeras de Playas de Rosarito luchan contra la depresión y miedo al Covi-19

No solo son médicos y enfermeras los que arriesgan su salud y vida: también está el personal de limpieza y lavandería, camilleros, operadores de ambulancias y afanadoras.

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Insomnio, estrés y pérdida de sueño son algunos de los malestares que aquejan al personal de salud de Baja California. Crédito: Yolanda Morales

TIJUANA, Baja California. El personal del Hospital General de Playas de Rosarito que lucha contra el coronavirus libra también una batalla contra el miedo, la depresión y los cambios emocionales al atestiguar la muerte en primer plano. Muchas veces dan ganas de llorar.

Margarita Gallardo es una de esas trabajadoras esenciales en la pandemia, quien durante 14 de sus 60 años de edad ha trabajado en este centro hospitalario.

A pesar de que su trabajo representa estar expuesta en mayor medida al contagio, doña Margarita decidió continuar sus labores y hacer su parte para combatir la enfermedad.

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“Me meto a desinfectar, a juntar la basura, soy de limpieza; sí me da miedo, pero es mi trabajo, hay momentos de alegría y de tristeza porque uno aquí ve de todo”, comentó.

También están los operadores de ambulancia, los que trabajan en la lavandería, las afanadoras y los camilleros, quienes coinciden que el Covid-19 les ha cambiado la vida y tiene consecuencias en su salud emocional al lidiar de cerca con la muerte.

Los valientes guerreros que luchan contra el Covid-19 son médicos y enfermeras, pero también personal de limpieza, lavandería, camilleros y operadores de ambulancias
Los valientes guerreros que luchan contra el Covid-19 son médicos y enfermeras, pero también personal de limpieza, lavandería, camilleros y operadores de ambulancias.

A muchos les quita el sueño, viven con temor. Sin embargo, saben que su trabajo puede salvar vidas y eso es lo que los motiva, dice Keve Zepeda, un operador de ambulancia.

“Es frustrante, provoca dolor de cabeza, insomnio, es bastante estresante”, mencionó. “Uno cree que no afecta, pero aparecen los dolores de cabeza que usualmente uno no tiene, cuando empezamos a toser o con flujo nasal, uno mismo cree que es Covid-19; no es una vida normal, es una vida de miedo“, dice Zepeda.

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 “Yo he tenido poca pérdida de sueño, ahorita vamos entrando en el turno normal, es un poco lamentable porque te toca a veces mover a un paciente, hablas con él y a las dos horas ya tienes que sacarlo al cuarto frio porque falleció. Ves a la persona y de pronto ya no la ves“, dijo por su parte Romeo, quien por 20 años ha trabajado como camillero.

Pero a pesar del miedo y de estar a diario en contacto con la muerte —y de que muchos de ellos tuvieron la opción de quedarse en casa— todos están orgullosos y satisfechos por realizar un trabajo que está salvando muchas vidas.

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