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La Opinión

Los otros datos de la economía mexicana

El presidente de la República debe aclarar como combatirá la desigualdad, pobreza, hambre y miseria, en momentos donde la economía mexicana está sin crecer

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El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio a conocer que la economía mexicana se contrajo 0.1 por ciento en 2019. Si bien se trata de una caída menor, es el peor desempeño económico de México en la última década.

Lo más preocupante es que este decrecimiento no se gestó en el marco de una crisis económica global como ocurrió en 2009, sino que sus causantes principales son la desconfianza de los inversionistas y el mal ejercicio del gasto público, factores que dependen por completo del accionar gubernamental.

El dato es aún más relevante si se toma en cuenta que el presidente Andrés Manuel López Obrador prometió al inicio de su sexenio que el país crecería a una tasa de 4 por ciento anual, además de que no se cansó de acusar a la política económica de los gobiernos neoliberales que sólo lograban una tasa de crecimiento de 2 por ciento anual en promedio.

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La cifra de la que tanto se mofaba el eterno opositor al régimen de Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón y Vicente Fox ahora luce inalcanzable cuando él se ha convertido en gobierno.

A pesar del ligero decrecimiento y de las pobres previsiones económicas para lo que resta del sexenio, hay que destacar que los factores macroeconómicos (como la inflación y el tipo de cambio) se han mantenido estables. Pero la economía mexicana no crece.

Sin embargo, cuando el presidente habló sobre la economía mexicana en su conferencia mañanera del 30 de enero de 2020, no se refirió a esta estabilidad macroeconómica para apaciguar a quienes lo cuestionaban.

Tampoco dio cuenta de las acciones que su gobierno pretende poner en marcha para reactivar la economía. Y aunque dijo: “Sí va haber crecimiento, por eso integramos el gabinete para fomentar el crecimiento”, no dio mayores detalles al respecto.

Además, agregó que no le importan los indicadores de crecimiento, ya que “yo tengo otros datos”. “Ya se esperaba, pero están cambiando los parámetros para medir si tenemos bienestar en México, en nuestra sociedad, y como tengo otros datos puedo decirles que hay bienestar. Puede ser que no haya crecimiento, pero hay desarrollo y bienestar”.

Le pregunto: ¿cuáles son esos otros datos, señor presidente?.

¿En qué se basa para decir que hay desarrollo y hay bienestar, si usted desmanteló al Coneval, la institución encargada de evaluar los resultados de las políticas de desarrollo social?

¿Cuáles son esos nuevos parámetros para medir si tenemos bienestar en México?

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¿Acaso se va a ceñir a los criterios internacionales para medir el desarrollo social? O, más bien, ¿va a salirnos con el cuento de que las instituciones internacionales (como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo o la Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas) impusieron esos criterios, pero, como provienen de organizaciones neoliberales, no deben tomarse en cuenta?

¿Cómo va a medir el éxito de sus programas sociales si éstos no tienen reglas de operación, ni metas cuantificables, ni lineamientos claros para su ejecución? ¿Lo va a medir en términos de las ganancias electorales que impliquen para Morena? ¿O los va a medir a la luz de los miles de millones de pesos que se repartan directamente, sin intermediarios, o a razón de que el pueblo bueno y sabio se encuentre feliz, feliz, feliz?

¿Cómo nos va a demostrar que está combatiendo la desigualdad y la pobreza, señor presidente? ¿Igual que como nos demuestra que está combatiendo la corrupción, es decir, hablando de ello en cada mañanera, pero sin mostrar resultados tangibles? ¿Espera que confiemos ciegamente en su palabra también en esta cuestión?

Los ciudadanos mexicanos tenemos el derecho de plantearle éstas y otras preguntas, señor presidente. Y usted tiene el deber de responderlas.

Pero no lo va a hacer, como nunca lo ha hecho. Porque, al contrario de lo que su gobierno asegura, las conferencias matutinas no son un ejercicio democrático de rendición de cuentas ni una demostración de transparencia.

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Son una oportunidad que usted aprovecha para apoderarse de la tribuna, dictar la agenda pública, dirigirse a sus bases para no perder su apoyo, desprestigiar —y, si hace falta, insultar— a sus opositores y responder preguntas a modo que siempre lo conducen a los asuntos de los que usted se siento cómodo hablando: la ignominia de los gobiernos neoliberales, la corrupción de los funcionarios de las administraciones anteriores y las peroratas moralinas de cada mañana.

Sí, señor presidente, es urgente que se combate la desigualdad, que exista una mejor distribución de la riqueza, que se terminen la pobreza, el hambre, la miseria y la precariedad en las que viven decenas de millones de mexicanos.

Pero es igual de urgente que nos aclare cómo piensa lograr todo esto, para que nosotros, los ciudadanos —o, si prefiere, “el pueblo”—, podamos evaluar sus políticas y quienes creemos en un México más justo nos podamos sumar a sus esfuerzos.

De otra manera, todo queda en palabras, en unos cuantos millones de pesos repartidos por aquí y por allá, y en la misma desigualdad de siempre, pero con una economía mexicana que no crece.

Por Jacques Coste Cacho

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