:)

La Opinión

El futbolista que no sabe gobernar

El futbolista Cuauhtémoc Blanco, gobernador de Morelos, se divierte hablando y jugando fútbol, mientras su estado se cae a pedazo

Published

on

Al leer el título de esta columna, probablemente todos saben a qué futbolista me refiero.

Sí, a ese gobernador que se toma el tiempo de jugar partidos amistosos de beneficencia cada mes, de hacerse fotografiar junto a Ronaldinho, de invitar a sus excompañeros de la selección nacional a jugar al Coruco Díaz, el estadio del Zacatepec, en donde, por cierto, se hace presente frecuentemente para ver los partidos de este equipo de la Liga de Ascenso del futbol mexicano. 

Ese futbolista que opina sobre la situación actual del América, hace pronósticos de los resultados de la Liga MX, dice quién debería ser convocado al ‘Tri’ y se queja de que la generación actual de futbolistas mexicanos es “muy tibia” y “no tiene liderazgo”.

Lee: El nuevo partido de Felipe Calderón puede ser “un peligro para México”

Mientras el futbolista convertido en político se divierte hablando de futbol, que, al parecer, es lo único que le interesa y le preocupa, su estado se cae a pedazos. 

Cuauhtémoc Blanco Bravo fue un ídolo como futbolista, pero es una vergüenza de gobernador. 

En sus épocas de jugador, se distinguió por cualidades meramente futbolísticas, como su gran talento, su exquisita técnica individual y su destacada visión de campo. Pero también se convirtió en ídolo por algunas características que iban más allá de la cancha, como un estilo envalentando, una simpática personalidad y una historia de vida que causaba empatía en muchos sectores de los aficionados a este deporte. 

Esos atributos extrachancha, aunados a su enorme fama, lo llevaron, primero, a la presidencia municipal de Cuernavaca y, después, a la gubernatura de Morelos. En ambos cargos ha obtenido resultados desastrosos. 

‘El Cuauh’ entregó el gobierno de Cuernavaca a su sucesor, Francisco Antonio Villalobos, con diversas irregularidades en las cuentas y en la construcción de obras públicas del municipio. Además, la inseguridad de la capital morelense, ya de por sí deteriorada desde antes de que tomara posesión en 2015, aumentó durante su mandato, el cual concluyó en 2018, año en que fue elegido gobernador.

Lee: Prensa chayotera

Tras poco más de un año en el poder, sus resultados al frente del gobierno estatal han sido aún peores. 

Ha permitido que sus desavenencias personales con el alcalde Villalobos mermen la relación entre el gobierno estatal y el municipal, lo que ha dificultado la coordinación y la ejecución política en Cuernavaca. 

Se ha cansado de demostrar su completa ignorancia sobre el problema de inseguridad. Por ejemplo, les pidió a los criminales que “se subieran al cerro a darse balazos”, en lugar de pelearse en lugares públicos. 

Ha exhibido un nepotismo flagrante, al colocar a personajes de su círculo cercano en posiciones estratégicas de su administración. Por ejemplo, delegó a su medio hermano, Ulises Blanco, labores de cabildeo legislativo. 

De acuerdo con datos de Consulta Mitofsky, tan sólo 18.6 por ciento de los morelenses aprueba la gestión de Cuauhtémoc Blanco. De esta manera, ‘el Cuauh’ se encuentra en el lugar número 29 de 32 en el ranking de popularidad de los gobernadores que elabora esta casa encuestadora.

Lee: La polarización y la decadencia del debate público

Según Semáforo Delictivo, Morelos es la tercera entidad federativa del país que más secuestros reporta y el séptimo lugar en materia de homicidios dolosos, además de que la presencia de los cárteles del narcotráfico está cada vez más asentada en el estado. 

Si bien la situación de inseguridad en Morelos ya era precaria desde antes de que Blanco gobernara, ésta ha empeorado durante su gestión. En los primeros seis meses de su gobierno, la tasa de homicidios dolosos sufrió un incremento de 33 por ciento, la de secuestros, 375 por ciento, y la de extorsiones, 680 por ciento. 

Es cierto que estos índices disminuyeron en los siguientes meses de su administración, pero permanecen más altos que en el gobierno de su predecesor, Graco Ramírez, quien también tuvo un desempeño deplorable. 

En México, es muy común que se elijan a candidatos más por sus atributos personales que por su trayectoria profesional, sus propuestas o sus proyectos.

Fox es un buen ejemplo de ello. Ganó la presidencia con base en la exaltación de sus cualidades personales. Se presentó como un ranchero machín y valentón, dispuesto a ponerse al tú por tú con el PRI. Pero también se mostró como un católico devoto y como hombre honrado, cercano al pueblo, dispuesto a escuchar a la gente.

Lee: El neoliberalismo murió, ¿y su certificado de defunción?

El mismo López Obrador fue elegido, en buena medida, por sus atributos personales. No sólo eso, sino que él designa a sus funcionarios cercanos con base en sus rasgos personales, sin importar sus credenciales profesionales. 

Como botón de muestra, basta con recordar que el mandatario declaró: “a nosotros lo que más nos importa de todo es la honestidad. Si hablamos en términos cuantitativos, 90 por ciento honestidad, 10 por ciento experiencia. ¿Cómo la ven?”

Ojalá que la sufrida experiencia del estado de Morelos bajo el mandato de Cuauhtémoc Blanco nos enseñe una valiosa lección a los votantes mexicanos: los atributos personales y la fama de futbolista no se traducen en una buena gestión en la administración pública. 

Por Jacques Coste

Publicidad

Trends

Publicidad