:)

El Extranjero

La cara dura de la Unión Europea

La Unión Europea ha conservado su lado profundamente idealista, pero ha mostrado otra faceta más realista y más pragmática, como cuando se opuso al movimiento independentista de Cataluña.

Published

on

La cara dura de la Unión Europea

El fundamento histórico-ideológico de la Unión Europea (UE) es muy simple. Después de las dos guerras mundiales surgió la idea de que una Europa unida era sinónimo de una Europa en paz.

A partir de ese momento, el continente europeo ha ido avanzando en un ejercicio de integración cada vez más amplio en cuanto a sus alcances político-económicos y más extenso en cuanto a la cantidad de países que participan en él.

Por el origen profundamente idealista de la UE —después de todo, ¿Qué puede ser más idealista que desear la paz duradera en un continente que por siglos se caracterizó por los conflictos y la guerra? —, los Estados habían sacado provecho de su membresía conforme a su interés nacional, pero habían ignorado las pautas de la Unión en asuntos que les resultaban incómodos.

Por ejemplo, Hungría y Polonia, dos países altamente beneficiados por el financiamiento europeo, invierten ese dinero en mejorar los servicios de educación, transporte, salud e infraestructura para el beneficio de sus ciudadanos. Pero los gobiernos nacionalistas y populistas de ambos países incumplen las directrices de la UE para la recepción de migrantes y refugiados.

La Unión Europea se había mostrado impotente para tratar con esta clase de dinámicas, pues no siempre había encontrado las herramientas necesarias para meter en cintura a los Estados miembros.

Esto ha cambiado en los últimos años, ya que la UE ha conservado su lado profundamente idealista, pero también ha mostrado otra faceta más realista y más pragmática.

Se trata de dos caras de una misma moneda. De un lado están esos ideales de democracia, paz y desarrollo para todo el continente. Del otro, está la cara dura de la Unión, que no duda en usar los recursos que tiene para impulsar su agenda y perseguir sus intereses.

Hay muchos ejemplos de este otro rostro de la UE, pero los dos más claros son la negociación para el Brexit y la independencia de Cataluña.

En 2016, el gobierno británico organizó un referéndum para determinar si Reino Unido debía permanecer en la Unión Europea. Desde entonces, Londres ha estado negociando su “divorcio” con Bruselas.

Los británicos buscan dejar de ser miembros de la Unión, pero sin perder el acceso preferente al mercado europeo. La Unión Europea se ha negado a otorgarle estas y otras concesiones a Reino Unido.

Bruselas sabe que, si permite que uno de sus Estados miembros salga sin consecuencias económicas, entonces otros buscarán seguir el mismo camino para deshacerse de la injerencia política de la Unión sin dejar de disfrutar los grandes beneficios del mercado europeo.

De ninguna manera puede permitir que esto ocurra, de ahí su férrea posición en la mesa de negociación: realismo político puro.

En 2017, el gobierno local de Cataluña celebró un plebiscito para decidir si esta región debiese independizarse de España. El gobierno español desconoció la validez de la consulta e impulsó toda una serie de acciones para reprimir al movimiento independentista catalán.

A pesar de que muchas de esas acciones podrían ser consideradas antidemocráticas o violatorias de los derechos humanos, la Unión Europea se mantuvo al margen de la situación y no sancionó al gobierno español.

Muchos criticaron la actuación de la UE por incongruente. Sin embargo, Bruselas sabía que, si Cataluña se independizaba, después podían seguir el País Vasco en la misma España, Flandes en Bélgica o Cerdeña en Italia.

Una vez más, realismo político puro. Uno de los principios políticos más elementales es la integridad territorial de los Estados. Prácticamente ningún gobierno, por liberal que sea, permitirá que una región se desprenda de su territorio por medios pacíficos.

La Unión Europea no fue la excepción. No podía apoyar al nacionalismo catalán. Una oleada de movimientos independentistas desestabilizaría a Europa y pondría en riesgo el proyecto de integración continental.

Estos ejemplos no buscan probar que la UE abandonó sus ideales y se convirtió en una entidad maquiavélica. Más bien, demuestran que la Unión está dispuesta a proteger sus principios con todos los medios a su alcance.

La Unión Europea se ha vuelto más pragmática y más realista, pues ha aprendido a utilizar un repertorio amplio de herramientas en pro de los ideales de democracia, paz y desarrollo regional que tradicionalmente ha enarbolado.

Por Jacques Coste Cacho

Publicidad

Trends

Publicidad