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Inclasificables

Esta es la historia de Eleazar, el ferrocarrilero que vivió 29 años sobre los rieles

Se encargaba de mantener en perfectas condiciones el tránsito del transporte ferroviario  

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TULANCINGO, Hidalgo. Originario de Honey, Puebla, Eleazar Hernández Solís es un ferrocarrilero jubilado que en 1978 entró a trabajar en diversos lugares de lo que era la división México, tenía casi 18 años, pero la extinción del tren acabó con su oficio.

“Recorrí varios lugares de la división México que se componía desde Lecherías a Honey, Beristaín y Apulco, y al final me dieron la planta en la Estación del Ferrocarril en Tortugas“, cuenta.

Un señor de su natal Honey, de quien no recuerda su nombre, lo invitó a él y a varios jóvenes para entrarle al oficio, eran como 15 o más personas que llegaron a trabajar, todos vivían en campamentos que les brindaba la empresa.

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Platica que su tarea principal era la conservación de las vías del tren para que éstas se mantuvieran en perfectas condiciones. Su cuadrilla se conformaba de seis personas, quienes se encargaban de cambiar durmientes y rieles cuando era necesario y, cuenta que para estas maniobras, se transportaban en un auto armón.

Explica que el auto armón era un vehículo ferroviario ligero, conducido e impulsado por los propios conductores utilizando manos y pies, tenía pedales, así como un brazo o balancín que giraba y que subía o bajaba sobre una base.

Todos los días del año, aún con las inclemencias del tiempo, afirma que la cuadrilla salía sobre el auto armón, el medio perfecto para realizar la inspección, vigilancia, conservación y protección de la vía ferroviaria.

Eleazar señala que en cada lugar que trabajó no faltaba quién le enseñara, aunque asegura que era un trabajo duro, “lo más difícil de las maniobras era cambiar rieles, ya que eran muy pesados”.

Cada cuadrilla tenía por lo menos 14 kilómetros que cuidar y conservar, de ahí seguía otra, y de cierta distancia otra cuadrilla”, comparte.

Destaca que diariamente realizaban el mantenimiento de la vía y su jornada de trabajo comenzaba a partir de las siete de la mañana hasta las tres de la tarde, “había que cambiar rieles, durmientes, lo que ordenara el mayordomo”.

Sostuvo que primero entró como reparador de vías, después fue guardavías y logró ser mayordomo de la cuadrilla, “cuando llegue como mayordomo tocó cambiar todos los rieles desde Zototlán hasta Apulco”, recuerda con gusto.

Refiere que tuvo varios accidentes. Uno de los más graves fue cuando se lastimó un pie pues se le cayó prácticamente toda la vía, “estaban pesando el gato de 15 toneladas, cuando metí el pie en la cabeza del durmiente”.

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En su trayectoria, Eleazar cuenta que sólo presenció dos accidentes menores, uno de ellos se registró antes de llegar a Estación de Apulco, donde se descarriló el tren, y el segundo fue un choque, que se presentó en Jaltocán.

Su empleo ferroviario le gustaba, pero cuando supo que sería liquidado en primer momento sintió bonito, pero tiempo después le entró la nostalgia, “se le echa de menos al trabajo y a los compañeros, a la vida que llevábamos”.

“Nos empezaron a avisar con tiempo que los ferrocarriles se iban a terminar, pero tenemos la creencia que tiene que regresar a los 50 años porque lo concesionaron por este tiempo, esperemos que se haga realidad”, comparte.

Sostuvo que una vez que lo jubilaron en el año de 1996 siguió trabajando el tren año y medio más, pero ya sin trabajadores. Señala que el oficio les hizo mucha falta a muchos empleados, y varios tuvieron que migrar para buscar oportunidades laborales.

Al perder el empleo, dijo que se dedicó a la producción de leche como un medio de sustento para su familia, sólo lo hizo por tres años, después comenzó a trabajar en el jitomate, a lo que actualmente se dedica.

Durante 29 años de su vida, Eleazar se dedicó a ese oficio, pero con la desaparición del ferrocarril, reitera que acabó con la mayor parte de los trabajos nacidos al albur del nuevo medio de transporte en el siglo XIX.

Asegura que le gustaría que volviera a esta región el tren mixto, aunque no cree que él pueda volver a ser parte de ello como en sus años mozos, ya que ahora tiene 72 años.

En su lugar de trabajo, en la comunidad de Tortugas, municipio de Metepec, conoció a la que ahora es su esposa y con quien tuvo cuatro hijos, “todo fue una muy bonita vida de trabajo, porque aprendí mucho y conocí a mi esposa”, recuerda con nostalgia.

Ivet Pasquel/ El Sol de Tulancingo

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