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La Opinión

La paradoja de López Obrador y Morena

En noviembre de este año, se renovará la dirigencia de Morena, por primera vez desde que AMLO llegó al poder

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En noviembre de este año, se renovará la dirigencia del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Será la primera vez que esto ocurra desde que López Obrador llegó al poder en diciembre de 2018. Los principales aspirantes al cargo son Yeidckol Polenvsky, la actual dirigente del partido, Bertha Luján, cercana colaboradora de AMLO desde que éste gobernó la Ciudad de México, y Mario Delgado, el coordinador de la bancada morenista en la Cámara de Diputados.

Aún no está del todo claro el proceso por medio del cual se elegirá al nuevo presidente nacional del Movimiento. López Obrador se ha pronunciado a favor de la realización de una encuesta tan abierta como sea posible, pero algunos sectores del partido han mencionado que este mecanismo podría resultar poco organizado, dar cabida a la intervención de agentes externos y arrojar resultados poco confiables. Por eso, han propuesto mecanismos de elección similares a los que se usan en el PAN y otras formaciones políticas.

Sea cual sea el mecanismo electoral que se aplique, una complicación que sembrará dudas y generará desconfianza es la nula claridad respecto al número de afiliados al partido, el cual ha crecido tan rápidamente que las autoridades partidistas no han logrado sistematizarla y ordenarla, por lo que no se sabe a ciencia cierta la cifra exacta de militantes.

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A esto debe agregársele otra complicación: el fin de semana del 12 y 13 de octubre se registraron disturbios en distintas asambleas estatales. Destacaron los casos de Jalisco, donde un ataque armado en medio del evento partidista dejó seis heridos, y Sinaloa, en donde un líder regional fue amagado con una pistola.

El debate sobre qué mecanismo de elección se debe utilizar y los disturbios en las asambleas estatales han ocasionado que Polenvsky, Luján y Delgado se acusen mutuamente de no estar a la altura de las expectativas de la cuarta transformación y de sólo querer el liderazgo partidista para su beneficio personal.

Además, desde que AMLO llegó a la presidencia, se han gestado varias pugnas en el interior de Morena. Quizá la más llamativa —pero de ninguna manera la única— fue la que se dio entre Ricardo Monreal, coordinador morenista en el Senado, y Martí Batres, legislador de ese partido, en torno a la renovación de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores. López Obrador tuvo que meterse en la disputa para poner orden y mantener la unidad del partido.

Estos conflictos intrapartidistas han ocasionado fuertes disgustos en Palacio Nacional, al grado de que el presidente advirtió que, si el partido se desvirtúa y cae en la “politiquería”, entonces saldrá de él.

Los conflictos dentro de Morena y los problemas en el proceso de renovación de la dirigencia nacional han puesto de manifiesto la fragilidad del partido. En buena medida, esta fragilidad se debe a que el Movimiento fue creado por López Obrador para López Obrador. Es decir, AMLO fundó el partido con el único fin de ganar la presidencia, por lo que es una formación política que carece de un programa concreto y de principios claros. Su proyecto es el proyecto lopezobradorista —sea cual sea— y su ideología no es otra que el discurso presidencial.

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En ese sentido, Morena es una formación política altamente personalista: su único núcleo aglutinador es la figura de López Obrador, por lo que los miembros del partido buscan ganar el favor y el oído de su líder a toda costa. Por ello, salvo honrosas excepciones, rara vez se verá a un morenista planteando propuestas propias o mostrando su desacuerdo con una idea del presidente, más bien, siguen las directrices del Ejecutivo, y dan muestras constantes de lealtad con tal de permanecer cerca de AMLO.

Eso se podría interpretar como signo de fortaleza y cohesión partidista, pero, en realidad, es síntoma de debilidad. Si lo más importante para los miembros de un partido es permanecer cerca de su líder, entonces se generan un sinfín de pugnas internas para decidir quiénes son los grupos y las personas con vínculos más estrechos con el presidente. Esto crea facciones y alianzas que se meten el pie unas a otras con tal de evitar que una de ellas tenga una relación preferencial con López Obrador. 

Este patrón se está manifestando en el proceso de renovación de la dirigencia nacional, pero se verá con mayor claridad cuando se tenga que seleccionar a los candidatos que representarán a Morena en las elecciones legislativas de 2021 y, sobre todo, en la elección presidencial de 2024.

Otro factor que abona a la fragilidad del Movimiento y a que éste sea propicio a las pugnas internas es que muchos de los personajes que acompañaron a López Obrador en la fundación de Morena son políticos oportunistas cuyo máximo interés no era formar parte de un proyecto político progresista con tintes de reivindicación social, sino aprovechar el arrastre electoral lopezobradorista para obtener cargos de elección popular o valerse de su cercanía con AMLO para ocupar puestos en el gabinete.

En el contexto actual y ante la ausencia de una oposición fuerte, uno de los máximos retos que enfrenta AMLO es mantener el orden y la unidad dentro de su partido. Si no lo logra, el resquebrajamiento del Movimiento en distintos bloques hará que sea difícil gobernar y comprometerá su proyecto político, aunque cuente con mayoría legislativa y con un fuerte apoyo popular.

La complejidad del asunto radica en que, para mantener la unidad, López Obrador debe seguirse erigiendo como núcleo aglutinador del partido, pero, al mismo tiempo, el motivo de las pugnas ha sido que los morenistas pelean entre sí por mantenerse cercanos y leales a él. Vaya paradoja…

Por Jacques Coste Cacho

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