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La Opinión

La ola de violencia es la otra pandemia en América Latina

Gabriel Boric, presidente de Chile, se va topar con la prioridad de una creciente de violencia, luego de la pandemia de Covid-19

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Con la invasión de Rusia a Ucrania, dice Vladirmir Putin, para limpiar ese país de los grupos neonazis y represores, se perdió del radar una serie de problemas pospandemia que atraviesan las diferentes regiones en el mundo, una de ellas, es la preocupante de ola de violencia que está creciendo en toda América Latina.

Sin duda, un reto mayúsculo para los mandatarios que ya están en funciones, aunque muchos de ellos se niegan a reconocer esa problemática, o los que están llegando para tomar las riendas de sus países –como el chileno Gabriel Boric–, que se va topar con la prioridad de una creciente de violencia.

Los cierto es que, la mayoría de los países de América Latina experimentó en 2021 y lo que va de 2022 un acentuado incremento de los asesinatos, sobre todo, después del levantamiento de algunos confinamientos estrictos por la pandemia de Covid-19, esas restricciones que hoy brillan por su ausencia en casi toda la región, sin que la crisis sanitaria haya terminado aún.

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Un importante sector de la población latina se hundió más en la pobreza, lo que agravó ciertos males sociales, como el consumo de alcohol y drogas, dado que las escuelas tardaron en reabrir sus aulas, los adolescentes regresaron ociosos a las calles, muchos de ellos bajo el cobijo de programas económicos de apoyo, que por supuesto le dan manga ancha a la “flojera”.

Una de las causas de ese incremento de la violencia y delincuencia en Latinoamérica, tiene que ver con las instituciones policiales que se redujeron ante la pandemia, pues los agentes se enfermaron o se requirieron para otras funciones específicas de la crisis sanitaria, que se agudizó en varios países de la región por la falta de protocolos adecuados o de vacunas.

De acuerdo con InSight Crime, los grupos del crimen organizado encontraron nuevas oportunidades a medida que el mundo reemergía. El tráfico de cocaína aumentó y las pandillas cometieron asesinatos para apoderarse de las esquinas de venta de drogas.

En Ecuador, ubicado entre dos países productores de cocaína y con un importante puerto para el contrabando de drogas hacia Europa, se duplicaron los asesinatos y se presentaron los motines de pandillas carcelarias más sangrientos de su historia. 

En Costa Rica, antes uno de los países con menos índices de violencia incluso sin Ejército, los asesinatos aumentaron en provincias útiles para el contrabando de cocaína. Los asesinatos por sicarios aumentaron también en Paraguay y Perú, este último país atraviesa por una falta de gobernabilidad que tira de un día para otro a los presidentes sean elegidos o designados.

México, en estas pocas semanas del presente año, vive una terrible violencia de carteles que, a manera de pequeños ejércitos, se enfrentan por el territorio, y un día sí y otro también, se registran matanzas por el control de espacios, para no ir tan lejos, Michoacán parece estar fuera de control con el asesinato de autoridades locales y con la detección de minas antipersonales. 

A lo largo de la anárquica frontera entre Colombia y Venezuela, actores armados de todo tipo lucharon entre sí, dejando regueros de muertos y miles de desplazados. Por supuesto, los actores principales son los grupos disidentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y los diferentes carteles de la zona.

Recientemente, las fuerzas de seguridad de Venezuela fueron acusadas de matar a ciudadanos por doquier, tanto en distritos urbanos como en pueblos remotos. Los países del Triángulo Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras) siguieron siendo algunos de los más violentos de la región. Una zona controlada prácticamente por las maras o pandillas. 

Con 29,568 homicidios reportados de enero a septiembre de 2021, según el Monitor de Violencia de Globo, Brasil podría llegar a casi 40 mil asesinatos en promedio por año. Esto lo ubicaría como el país con el mayor número de homicidios el año pasado, por encima de México, Colombia y Venezuela; sin embargo, el país es además el más poblado de la región y las Favelas cada vez se hacen más poderosas.

Jamaica fue aporreada por una violencia tal, que el primer ministro del país se vio medio perdido en cuanto a lo que debía hacer. Y Haití, incluso antes del asesinato del presidente en el mes de julio, ya había entrado en conmoción, y tuvo su año más violento en una década, no hay duda alguna que detrás de la violencia en Haití está la mano negra del narco.

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Por su lado, los países que suelen tener las tasas de homicidios más bajas, como Argentina, Chile y Uruguay, al parecer están minimizando los datos relacionados con violencia en 2021, con cifras oficiales difíciles de interpretar, pero que ya generan preocupación por los inusuales niveles de violencia.

El asunto, se torna más grave desde el punto de vista de que muchos gobernantes, prefieren en el menor de los casos, minimizar esta tendencia regional de violencia, que sigue creciendo como una bola de nieve y que ignorándola no va a desaparecer. 

Se necesitan medidas gubernamentales reales para frenar la violencia, no sirven señalamientos, como ese de que se va a acusar a los delincuentes con sus papás o abuelos, eso en la vida real no sirve para nada, más bien, es en cierto sentido tiene un tono de ironía para un problema de tintes alarmantes y que toca a todas las esferas de la sociedad. O usted ¿qué cree?    

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