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Más que una amenaza, los insectos son aliados en la conservación de la vida

La mayoría aporta grandes beneficios ambientales, culturales y económicos

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Foto: Unsplash

Los insectos forman parte del grupo de animales más diverso del mundo y aunque para muchas personas es normal encontrar un insecto y aplastarlo, es importante reflexionar sobre su origen y el beneficio que ese pequeño animal puede representar a la comunidad.

De los conocidos como artrópodos (“de pies articulados”) se conocen poco más de un millón de especies de insectos, aunque especialistas de National Geographic han señalado que aún quedan por descubrir unos 30 millones de especies en el mundo.

Los insectos poseen un par de antenas que cumplen funciones como el tacto, el olfato y en algunas ocasiones la audición. Aunque se pueden encontrar en casi todos los lugares del planeta, pocas especies han sobrevivido a la vida en los océanos. Tienen un rol dentro de cada ecosistema.

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El especialista en fauna urbana, introducciones biológicas y líder climático en The Climate Reality Project, Sebastián Gay Escalante, cataloga a los insectos como la base de todo ecosistema.

“Si los ecosistemas fueran grandes edificios los insectos serían los cimientos que sostienen la construcción, sin ellos no podría existir nada dentro de su entorno”, dice en entrevista.

Cada especie provee diferentes servicios ecosistémicos que se traducen en ganancias económicas, ambientales y culturales.

Entre los servicios ecosistémicos más visibles que brindan está la polinización, un proceso de vital importancia para la reproducción de la mayoría de especies de plantas con flores.

El principal insecto polinizador en zonas naturales, agrícolas y urbanas son las abejas. Ellas son las encargadas de la producción de manzana, pera, nuez, fresa, pimiento, tomate, calabaza, arándano y melón.

Gracias a su estructura especializada en recolectar polen, las abejas tienen la capacidad de almacenarlo al mismo tiempo que buscan su alimento.

De acuerdo con datos del College of Agricultural Sciences de Pensilvania, cerca del 70 por ciento de los cultivos depende de la polinización por insectos para la producción de frutas y semillas.

“Aunque no todos los alimentos que consumimos fueron directamente polinizados, todos necesitan la labor de un insecto durante su periodo de producción para que el alimento que tenemos en la mano haya llegado hasta nosotros”, asegura René Villanueva, fundador de Historia Natvrae, un proyecto basado en la historia natural a partir de la educación y el arte.

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Si bien la mayor parte de la polinización se le atribuye a los insectos, también existen animales como los murciélagos y los colibríes que desempeñan la misma función.

Otro de los servicios que proveen los insectos es la forma y estructura de los suelos. Esto lo hacen por medio de la descomposición de la materia orgánica, lo que contribuye a que los minerales y compuestos se degraden, aportando nutrientes al suelo y propiciando el nacimiento de nuevas plantas.

“Es más fácil que la gente comprenda a los insectos de acuerdo con su funcionalidad, así los asocian con los servicios que brindan, los cuales en algunas ocasiones no son tan visibles”, añadió Sebastián Gay.

Además, los insectos forman parte del grupo de alimentos básicos para algunos animales, lo que da circularidad a la cadena alimenticia de cada ecosistema. También, en diversas culturas son el platillo principal de muchas personas alrededor del mundo.

Tan sólo en México, el consumo de insectos se remonta a la época precolonial, siendo los gusanos de maguey y los escamoles, los que más han nutrido la gastronomía mexicana.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), reconoce a México como el país líder en la revolución insectívora, gracias a las más de 300 especies de insectos comestibles dentro de su territorio.

Aunque forman parte de uno de los grupos más antiguos de la Tierra, en la actualidad las poblaciones de insectos se ven cada vez más amenazadas.

Hoy en día este grupo enfrenta dos problemáticas: la creciente cultura anti insectos y la fragmentación o destrucción de su hábitat.

“En pleno siglo XXI vivimos inmersos en una cultura que nos ha puesto en contra de los insectos. A diario se nos presentan matamoscas e insecticidas que utilizamos indiscriminadamente sin ser conscientes de que estamos afectando a toda la naturaleza”, expresó Villanueva.

El uso y abuso de insecticidas pone en riesgo no sólo a los insectos, sino también a toda la naturaleza. Por ejemplo, existen insecticidas agrícolas fabricados con el objetivo de contraatacar plagas, sin embargo estos agroquímicos pueden llegar a afectar el crecimiento de los cultivos e incluso podrían quedar restos del mismo en el alimento o la planta por un largo periodo.

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Además, pueden producir afectaciones severas a las personas si estos son usados constantemente dentro del hogar. Algunas de ellas son vómitos, manchas en la piel, dolor en los ojos e incluso reacciones alérgicas.

Por otro lado, la fragmentación y destrucción del ecosistema es uno de los mayores riesgos que enfrentan hoy en día.

Uno de los ejemplos más claros de insectos en peligro de extinción es la Mariposa Monarca, una especie que a raíz de la pérdida de su ecosistema enfrenta esta problemática.

La mariposa emprende un viaje de cuatro mil 500 kilómetros desde el este de Estado Unidos hasta el sur de México, en donde por factores ambientales se ven atraídas a los bosques de oyamel, principalmente en la región de Michoacán y el Estado de México.

Dicha especie forma parte de la cultura y biodiversidad de México, incluso en algunos municipios de Michoacán, como Angangueo, Tuxpan y Zitácuaro, los lugareños en colaboración con la Secretaría de Cultura, realizan festivales culturales de la Mariposa Monarca para promover la conservación de la reserva ecológica del estado mediante talleres y pláticas.

Sin embargo, la constante intervención del hombre en su ecosistema ha provocado una fragmentación del mismo, lo que la convierte en una especie en riesgo de perder su hábitat.

“Un hábitat fragmentado es un ecosistema que ha sido dividido en varias partes pequeñas, esto hace que las poblaciones de cada uno de los fragmentos no puedan interactuar con la otra, por consiguiente, las poblaciones son más pequeñas y tienen menor posibilidad de sobrevivir a desastres naturales, los cuales son cada vez más comunes”, expresó Gay.

De acuerdo con un recuento realizado en 2019 por la Xerces Society, una organización ambiental dedicada a la conservación de invertebrados, el estado de California, en Estados Unidos, cuenta con 29 mil ejemplares, una cifra mucho menor a la obtenida en 1980, que fue de 4.5 millones de ejemplares.

Los especialistas señalan que si bien hay insectos que resultan perjudiciales para la salud humana, estos han tomado ese papel por las situaciones y condiciones en las que los propios humanos los han puesto.

“La conservación de los insectos es un tema de suma importancia en la actualidad porque sin ellos, todos los ecosistemas se vendrían abajo y las cadenas alimentarias colapsarían casi de inmediato”, expresó Gay.

Para lograr un ambiente sano en el que tanto insectos como humanos puedan prosperar, se deben llevar a cabo diversas acciones que aborden el ámbito social y político.

“Si bien los pastos que vemos en los camellones son bonitos, son espacios excluyentes para la fauna local, ya que no ayudan a tener diversidad de especies, por lo que se genera un área verde con pocos insectos”, destacó Sebastián Gay.

Al implementar áreas verdes con variedad de plantas y flores, los insectos podrán proveerse de alimento y cumplirán con su labor de polinización en esa área y las aledañas. También otras iniciativas son los techos verdes y jardines salvajes.

“Muchos piensan que la gente no cuida lo que no conoce, pero no es necesario conocer de todo para cuidarlo; el no conocer algo no te da el derecho de matarlo o descuidarlo, los grandes cambios comienzan desde la acción individual”, puntualizó Villanueva.

José Carlos Román / El Sol de México

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