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La Opinión

Donald Trump: Es la narrativa, estúpido

Donald Trump es un maestro del engaño, de las verdades a medias y de las mentiras, algo que ya se vio durante la crisis del Covid-19 en Estados Unidos

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Jacques Coste

La estrategia de Donald Trump para salir victorioso de las elecciones presidenciales de noviembre y permanecer otros cuatro años en la Casa Blanca se cimienta en dos objetivos: por un lado, busca culpar a otros de la crisis y de la tardía respuesta de su gobierno; por el otro, pretende difundir la idea de que su respuesta en realidad fue oportuna, adecuada y hasta salvadora. 

Hablé del primer objetivo la semana pasada en este espacio; hoy, analizaré el segundo. 

El republicano George H.W. Bush tenía una posición sólida rumbo a las elecciones de 1992. Incluso, llegó a registrar 90 por ciento  de aprobación. Pero el demócrata Bill Clinton lo logró derrotar contra todo pronóstico.

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Una de las claves de la campaña de Clinton fue su famosa frase “Es la economía, estúpido”, que ahora es mundialmente famosa. El eslogan hacía referencia a que, mientras la gran popularidad de Bush se basaba en sus éxitos de política exterior, su gobierno había hecho poco por mejorar la economía familiar de los estadounidenses. 

Ahora, en las elecciones de 2020, uno de los factores decisivos para los votantes será su percepción sobre la respuesta del gobierno de Trump frente a la crisis económica y de salud ocasionada por el Covid-19. 

Aunque es evidente que esa respuesta fue tardía y ha sido errática, eso no importa para Donald Trump. Lo verdaderamente relevante para él es la narrativa. Su eslogan de campaña bien podría ser “Es la narrativa, estúpido”. 

Donald Trump es un maestro del engaño, de las verdades a medias y de las mentiras. No tiene escrúpulos y posee una habilidad inusitada para borrar sus declaraciones y acciones pasadas de un plumazo, como si no hubiesen existido. 

Basta con el ejemplo más reciente. El 24 de abril de 2020, declaró “Lo que veo es que el desinfectante, que mata [al virus] en un minuto –¡en un minuto!– igual hay una manera de hacer algo así inyectándose en el interior, casi como una limpieza., porque como pueden ver, [el virus] penetra en los pulmones y tiene un efecto enorme.

Sería interesante probarlo. Habrá que usar médicos para hacerlo, pero a mí me parece interesante”. El 29 de abril de 2020, Donald Trump expresó que él no dijo eso en serio, sino “como una pregunta sarcástica, muy sarcástica, a los reporteros”.

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Se han registrado cientos de casos de intoxicación y envenenamiento de personas que siguieron las recomendaciones de Donald Trump y se inyectaron desinfectante, pero eso no le importa al presidente. Él dice que lo dijo como un chiste, como una broma sarcástica y eso es todo lo que importa. Los cientos de intoxicados no fueron su culpa, ni siquiera de sus declaraciones imprudentes. El culpable es quien las malinterpretó. 

Así es como opera Trump. Esa es su naturaleza. Externa alguna declaración imprudente, desafortunada, impulsiva o hasta mentirosa y lo arregla rebajando tono lo que dijo o desdiciéndose unos cuantos días después. Toma una decisión equivocada, ejecuta una política inadecuada o se ve involucrado en un escándalo y lo arregla diciendo que fue una gran política, que gracias a ella se ahorraron millones de dólares, se salvaron miles de vidas o se mejoró la vida de cientos de familias. 

Así actuó durante su época de hombre de negocios, lo continuó haciendo como conductor del reality show “The apprentice”, también como candidato republicano en las elecciones de 2016 y lo ha seguido haciendo como presidente de Estados Unidos. En eso mismo consistirá la estrategia que denominé “Es la narrativa, estúpido”. 

Trump ha cometido error tras error en el manejo de la crisis del Covid-19 y ha acertado muy poco. Podríamos dividir su enorme catálogo de yerros en tres categorías: 

  1. Minimizar el riesgo que implicaba la pandemia. Al no entender la amenaza que representaba el virus, no se preparó a tiempo y no tomó acciones preventivas. Esto ocasionó que Estados Unidos es el país más afectado por el Covid-19 en el mundo (en términos absolutos) y uno de los más golpeados (en términos relativos). 
  2. Preponderar la economía sobre la salud en medio de esta crisis. Trump se tardó en implementar medidas de distanciamiento social debido a que no quería detener la actividad económica de su país. Ésa fue otra de las razones de la fuerza de la irrupción del virus en la Unión Americana. Ya durante la pandemia, ha repetido frecuentemente que espera regresar a la normalidad cuanto antes, lo que ha ocasionado que diversos grupos de sus seguidores se manifiesten en contra del confinamiento. Esto, a su vez, ha dificultado que los gobernadores mantengan la cuarentena en sus estados y ha esparcido los contagios entre los miembros de dichos grupos. 
  3. Declaraciones imprudentes o infundadas. Fiel a su estilo, Trump no se ha cansado de esgrimir declaraciones imprudentes sobre la pandemia. La recomendación de inyectarse desinfectante es sólo una de ellas, pero ha hecho otras declaraciones que dan cuerda a las teorías conspirativas, que exacerban la xenofobia, que desinforman a los ciudadanos, que contravienen a las indicaciones de los expertos en salud o que, de plano, son totalmente falsas. Incluso, se han registrado ataques a ciudadanos estadounidenses de ascendencia asiática que han estado fundamentados en sus declaraciones sobre el origen chino del Covid-19.

En resumen, salvo por el paquete de acciones para paliar las consecuencias económicas de la pandemia y reactivar la economía una vez que ésta pase, el accionar de Trump en medio de la crisis ha sido desastroso.

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Pero el presidente de Estados Unidos pretende borrar todos esos errores de aquí a noviembre de 2020. Es obvio que no los puede borrar de la realidad, pero sí puede desaparecerlos de la mente de muchos electores. Y no sólo desaparecerlos, también remplazarlos por una narrativa totalmente diferente, una narrativa triunfalista y salvadora. 

En esta nueva narrativa, la respuesta del gobierno federal estadounidense no fue errática, sino acertada y decidida; no se perdieron miles de vidas por la tardía acción gubernamental, sino que miles de personas se salvaron gracias a ella; el virus golpeó fuertemente a la economía, pero el impacto hubiera podido ser mucho peor de no ser por las medidas impulsadas por el presidente Donald Trump y Estados Unidos no fue uno de los países más afectados por la enfermedad, sino uno de los que mejor la combatió. 

A esta narrativa triunfalista, sólo le falta un ingrediente, que también es típicamente trumpista: la victimización. “No es justo que me critiquen por mi respuesta ante el Covid-19. Los medios difunden fake news para desestabilizar a mi gobierno. Los demócratas tratan de sacar réditos políticos de una tragedia en la historia estadounidense. Los verdaderos patriotas americanos respaldan a su presidente en un momento de crisis”. 

Con esto, se completa la estrategia electoral trumpista. Simple, pero efectiva hasta ahora. ¿Le volverá a dar resultado en noviembre o, en esta ocasión, la realidad se impondrá? ¿Qué puede hacer el Partido Demócrata para desarticular esta narrativa? Preguntas difíciles que tratarán de responderse en estas páginas durante las próximas semanas.

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