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El Extranjero

Los millennials ante la pandemia

Los millennials no son un grupo que corra especial peligro, ya que hay un índice de mortalidad bajo. Sin embargo, pueden propagar la pandemia del coronavirus

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Jacques Coste

Durante marzo de 2020, la pandemia del coronavirus (Covid-19) se ha propagado alrededor del mundo a una velocidad vertiginosa, pero el pánico, la angustia y la desesperanza se han extendido aún más rápido. La gente tiene miedo de contraer el virus, pero también teme por el futuro, entre ellos, los millennials.

¿Y si mis padres o mis abuelos se enferman? ¿Y si los servicios hospitalarios son insuficientes y no alcanzo a recibir tratamiento médico? ¿Y si hay recorte de personal en la empresa donde trabajo y me despiden? ¿Y si la gente deja de salir por la cuarentena y ya nadie pasa por mi puesto de garnachas? ¿Y si los dueños de la casa donde trabajo dejan de tener dinero para pagarle a alguien que haga las labores del hogar? ¿Y si ya nadie contrata mis servicios de consultoría? ¿Y si no tengo para pagar la renta? ¿Y si pierdo el semestre de la escuela? ¿Y si mis proyectos de inversión se caen? ¿Y si mi microempresa deja de ser rentable? ¿Y si tengo que cerrar mi restaurante?

Estas preocupaciones atraviesan a todas las clases sociales y a todos los sectores económicos. La certidumbre dejó de existir.

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Nadie sabe qué le depara el futuro. En cambio, todo mundo se ha visto afectado de un modo u otro por la pandemia. Algunos de manera más seria y otros de forma más superficial, pero ya nadie está exento de las consecuencias de la pandemia del Covid-19.

Tan sólo en mi círculo cercano de amigos, colegas y familiares ha habido bodas pospuestas, personas varadas en el extranjero sin poder regresar a su país por el cierre de fronteras, estudiantes en la incertidumbre sin saber cuándo podrán titularse, personas buscando empleo que ven cómo se le cierran oportunidades por doquier, trabajadores que se ven obligados a seguir asistiendo a sus oficinas sin las debidas medidas de higiene y distanciamiento social, trabajadoras domésticas que no saben si conservarán su empleo y pequeños empresarios que no tienen manera de continuar operando bajo estas condiciones.

A pesar de que comprendo la angustia, el enojo y el miedo que generan todas estas situaciones, creo que todos debemos comprender que nos estamos enfrentando al reto más grande en la historia reciente de la humanidad. La pandemia del virus no distingue entre nacionalidades, etnias, religiones o afinidades políticas. Todos estamos igual de expuestos ante él y las consecuencias económicas y psicológicas nos afectarán a todos de algún modo u otro.

Foto: Cuartoscuro

No debemos tomar esto como una tragedia personal, sino como una amenaza al colectivo de la especie humana. Y aquí le hablo específicamente a mis coetáneos: a los millennials.

Nuestros padres vivieron todos los retos y problemas derivados de la Guerra Fría: la posibilidad inminente de un apocalipsis nuclear, la crisis de los misiles y la división del mundo en dos grandes bloques con todo lo que ello implicaba.

Nuestros abuelos vivieron la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Todo el progreso científico e industrial que se había alcanzado desde el siglo XIX fue utilizado para asesinar sistemáticamente a un pueblo —el judío— y para pelear una guerra destructiva como ella sola: alrededor de 60 millones de personas murieron (entre ellas, aproximadamente seis millones de judíos), se atacó directa y deliberadamente a blancos civiles, se lanzaron dos bombas nucleares y ciudades enteras quedaron destruidas.

Nosotros, los millenials, tenemos que pensar en la actual pandemia de Covid-19 como un evento de esa magnitud. Es el reto más grande que ha enfrentado nuestra generación y debemos mostrar que estamos a la altura. Es el momento perfecto para demostrar que no somos “la generación de cristal”.

Primero, hay que lidiar con lo inmediato: tomar las medidas necesarias para aplanar la curva de contagio de la pandemia. No somos un grupo que corra especial peligro, ya que hay un índice de mortalidad bajo entre los jóvenes, pero podemos contagiarnos fácilmente y portar el virus que provocó la pandemia, tan sólo con molestias leves o sin presentar síntoma alguno, para después contagiar a la población más vulnerable. Los adultos mayores, las personas con enfermedades crónicas, los individuos con padecimientos respiratorios, etc.

Foto: Cuartoscuro

Los millenials tenemos que ser solidarios y responsables. Nuestros antepasados tuvieron que pelear la guerra en el campo de batalla. Nosotros tenemos que pelearla en nuestras casas.

Una vez que amaine la pandemia, los efectos del virus serán gigantescos. El orden internacional, el sistema económico y nuestro estilo de vida cambiarán. Aún es difícil saber en qué grado y si se tratará de transformaciones estructurales y sistémicas, o sólo de modificaciones de mediano alcance. Pero los cambios serán fuertes y todos los resentiremos. De eso no cabe duda. Incluídos los millennials.

Pero también podemos estar seguros de otra cosa: la vida seguirá después de la pandemia. Quizá la vida como la conocemos, sólo con algunos cambios. Quizá una vida bastante distinta, si este fenómeno tiene el suficiente alcance como para producir una transformación sistémica del status quo actual. Ya lo veremos. Sólo el tiempo lo dirá.

Sea como sea, en el corto plazo, los millennials habremos de demostrar nuestra resiliencia —esa palabra que tanto nos gusta—, en el mediano plazo, nuestra capacidad de adaptación y, en el largo plazo, nuestra capacidad de innovación.

Resiliencia para soportar estos meses de encierro domiciliario, distanciamiento social y medidas de higiene redobladas. Resiliencia, también, para apretarnos el cinturón en tiempos económicamente apremiantes.

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Como en otros eventos históricos de gran envergadura, después de un período de crisis y reacomodo, se alcanza una nueva normalidad. Quizá se parezca bastante a la de hoy o quizá sea sumamente diferente. En cualquier caso, los millennials tendremos que adaptarnos a esa nueva normalidad y tendremos que hacerlo rápido. La economía requerirá de nuestra fuerza de trabajo para recuperarse. La sociedad requerirá de nuestra energía para restablecer los vínculos afectivos y las dinámicas de interacción entre sus miembros. Los sistemas políticos requerirán de nuestra participación para echar a andar la maquinaria de gobierno.

Nuestra capacidad para innovar tiene que aflorar una vez que esa nueva normalidad esté bien consolidada. Normalmente, estos períodos de crisis y recuperación traen oportunidades para quien es capaz de entender las necesidades económicas, sociales y políticas de su tiempo. Nuestra generación tiene que ser pionera en este rubro.

Se vienen tiempos difíciles. Pero, en buena medida, de los millennials dependerá que, cuando termine la noche tormentosa, amanezcamos en un mundo mejor.

Por: Jacques Coste Cacho

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